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La fuerza de voluntad mueve montañas, se mantiene intacta cuatro décadas después y cada vez gana más adeptos. Fue en 1980 cuando los centros de AEK pusieron en marcha la Korrika, una fiesta itinerante tan enorme que pasa prácticamente delante de todos los hogares ... de Euskadi, Navarra e Iparralde. Y este domingo, el cierre de su vigesimoprimera edición, tras once días en marcha y más de 2.500 kilómetros recorridos, despertó a la capital alavesa. Aunque el sol tardó un poco en salir, la carrera popular para recaudar fondos para la alfabetización en euskera convirtió Vitoria en un festival en el que pudieron escucharse euskalkis y acentos de todos los rincones vascos.
«¡Ya vienen! Tipi-tapa, tipi-tapa korrika!», gritaban los pequeños del colegio Urkide y Niño Jesús con emoción en su 'kilómetro'. Los alaveses esperaron con ganas la llegada de la Korrika y es que, aunque el día 9 atravesase localidades como Laguardia o Elvillar, las zapatillas deportivas y los petos morados aún no se habían adentrado en la capital vasca en esta edición. Llegó a Legutiano con el amanecer dispuesta a completar cuatro horas de recorrido y a traer la fiesta hasta entrada la noche.
Hay muchas formas de aprender y hablar euskera y también hay distintas maneras de participar en la Korrika. La cuestión es moverse por la lengua vasca en buena compañía. Hubo quien acudió a la cita bienal con los compañeros del euskaltegi, de la ikastola, los vecinos del barrio o la familia. Este fue el caso de Argiñe, quien recibió la visita de su hermana Josebe, llegada desde Lekeitio. «Hemos corrido un poco en Armentia con otros familiares, y ahora vamos a correr por el centro antes de que empiecen los conciertos y espectáculos», explicaban estas hermanas, mientras aguardaban a que el personal de la librería Elkar recogiese el testigo para seguir con la marcha.
Si Vitoria es una ciudad comprometida con el deporte, este domingo el espíritu deportivo, las mallas y las camisetas de colores se adueñaron de cada uno de sus rincones. La Korrika partió de la localidad navarra de Puente la Reina-Gares el 4 de abril para llegar a la capital alavesa 11 días, 10 noches y más de 2.500 kilómetros después en un ejercicio de perfecta coordinación por parte de los voluntarios que la hacen posible. Los corredores disfrutaron de unas temperaturas agradables antes de congregarse en un centro totalmente abarrotado. Txanton, vecino de Markina-Xemein, acudió acompañado de sus aitas -Beatriz y Joseba- y se declaraba sorprendido con el gentío. «Hemos venido en un autobús de AEK y volveremos al atardecer, no nos perdemos el Ibilaldi, el Araba Euskaraz, ni ninguna de estas citas», confesaba Beatriz. El final de la Korrika lleva décadas invitando a los amantes del euskera a conocer otras de las ciudades unidas por esta lengua. «Recuerdo que una vez estuvimos en Baiona, pero a lo mejor han pasado 20 años», bromeaba Joseba.
Además de empresas como Artepan y Egibide o instituciones como Euskaltzaindia o Euskotren, cientos de personas portaron el testigo hasta el final de la Korrika. De hecho, esta marcha que nunca se detiene aminoró un poco el ritmo en algunos tramos para que los usuarios del centro de autonomía personal de Vitoria pudieran vivir este momento tan especial. El 'kilómetro' del instituto Mendebaldea dio protagonismo a dos hermanos autistas en un guiño a quienes viven con esta discapacidad. Tipi-tapa, tipi-tapa korrika! Hasta 2021.
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