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La figura de Juan Ibarrola (Llodio, 1900-1976) empieza a ser conocida desde que el viernes se presentó el libro que recoge su trayectoria como militar republicano, su participación en grandes victorias como la conquista de Teruel y los enormes sufrimientos que vivió como ... su paso por un campo de concentración. Laudio Memoria, un grupo que trabaja para recuperar la historia local de la Guerra Civil, ha dedicado cinco años a recuperar su legado y ha contado con ayuda de la Cofradía San Roque, empeñada en dar brillo a algunas biografías ilustres que habían caído en el olvido.
Laudio Memoria trabaja desde 2012 para recuperar la historia de las víctimas del franquismo en Llodio. Uno de sus primeros actos fue reconocer a las personas fallecidas en la guerra y que no estaban registradas con una placa en el antiguo Ayuntamiento. En ese estudio destacó el nombre de Juan Ibarrola. «Encontramos un cuaderno con sus memorias en Centro de Patrimonio Documental de Euskadi de Vergara y pensamos publicarlas», explicó Ángel Larrea en la presentación del libro. Para completar en esa documentación, el grupo investigó la trayectoria de Ibarrola, «que fue el jefe militar que más resistencia ofreció durante toda la Guerra Civil en el frente Norte».
Tras participar en la guerra de Marruecos en 1921 y hastiado del enfrentamiento, ingresó en la Guardia Civil en 1927 y ejerció como tal en Llodio entre 1930 y 1933. La revolución de 1934 le encontró en Sestao y fue nombrado juez instructor, pero su sensibilidad con los encausados fue exquisita. Ya entonces mostró una lealtad a la República que en toda su trayectoria fue irreprochable.
La sublevación del 18 de julio de 1936 le sorprendió en Bilbao. Participó en la batalla de Villarreal y recibió el impacto de la ofensiva a Vizcaya en Otxandio. Defendió el valle de Arratia «y recibió la orden de evacuar hacia Santander. Lo hizo por Zeberio, Llodio, Sodupe y Zalla. En esta situación tan convulsa, el 17 de junio del 36, cuando ya estaba en Zeberio, recibió el aviso de que un batallón estaba dispuesto a incendiar Llodio. Respondió enviando al batallón Arana Goiri para evitar que la localidad quedara arrasada, aunque cayó en manos de los sublevados el 19 de junio.
El frente se trasladó a Santander y allí Ibarrola tuvo un papel decisivo en una de las batallas más cruentas, la del Escudo, en agosto de 1937. «A pesar de las bajas, no se rindieron», explica Larrea. El llodiano se enfrentó en Torrelavega a las tropas franquistas, dispuestas a dividir en dos el frente Norte para aislar una bolsa de terreno en Santander. Ibarrola lo evitó y mantuvo abierto el corredor por el que salieron once mil personas hacia Asturias. Volvió al frente en Llanes, donde participó en la batalla de El Mazuco, una de las más sangrientas, pero contuvo a las tropas de Franco mientras la República preparaba la defensa en Ribadesella. Después, el frente Norte cayó e Ibarrola embarcó hacia Francia para volver a entrar poco después en la zona republicana por Barcelona, «donde el lehendakari Aguirre tenía intención de reagrupar a las tropas vascas». Estuvo al mando de 25.000 personas y tomó Teruel, uno de los hitos más importantes de su carrera militar y de la guerra.
ángel larrea
La respuesta de Franco a esta ofensiva fue dividir en dos la zona republicana de Levante. No logró conquistar Valencia como tenía previsto y dirigió a sus tropas hacia Cataluña. Ibarrola, más al sur, iba a encabezar una operación en Extremadura que se complementaría con un desembarco en Motril para dividir a las tropas franquistas. Sin embargo, las órdenes contradictorias y el hecho de que ya se estuviera negociando la rendición de la República, hizo que la operación no tuviera éxito.
Ibarrola se trasladó Alicante, donde junto sus compañeros esperó la llegada de un buque de la Armada republicana para trasladarles a Argelia, que no llegó a producirse. Allí fue detenido y trasladado al campo de concentración de Los Almendros, de donde le enviaron a un hospital militar para tratarle las heridas que le produjo un accidente de tráfico. Más tarde fue recluido en la prisión del castillo de Santa Bárbara de Alicante. Le condenaron a muerte, pero le conmutaron la pena por treinta años de cárcel. Logró salir el 15 de marzo de 1943. Allí quedó truncada su carrera militar, y ya de vuelta abrió una droguería en Bilbao donde trabajó hasta el final de sus días en 1976.
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