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En las pasadas elecciones al Parlamento Europeo, 2.347 vitorianas, vitorianos y vitorianes dieron su voto a una agrupación electoral de cuyo nombre no quiero acordarme, pero me acuerdo, muy a mi pesar, y que responde al acrónimo de SALF –Se Acabó La Fiesta–. En ... el resto del territorio histórico de Álava, 538 alaveses más se sumaron a la kermesse depositando su apoyo en la urna para un tipo al que apodan Alvise.
Ahí donde lo tienen, el ya ilustrísimo eurodiputado español ha sumado más de ochocientos mil votos recaudados a lo largo y ancho de España, megáfono en mano, vomitando pornografía política a voz en cuello. Con tanto provecho como desenvoltura, ha ido profiriendo mensajes dirigidos a las tripas del personal y prometiendo, entre otras cosas, hacer una cárcel con capacidad para 40.000 presos, sin piscina ni gimnasio ni biblioteca. Como en El Salvador.
Me pregunto dónde comen o qué beben o fuman o respiran los cerca de tres mil paisanos que apoyan a un tipo que pide la disolución del sistema de partidos políticos. Votantes que, con toda probabilidad, no conocieron la dictadura y a los que ya quisiera ver en aquellos tiempos de referéndums trucados en los que votaban hasta los muertos para apoyar a nuestro conducator. Eso sí que era democracia orgánica y verdadera y no esta bazofia de sistema corrupto.
Se llama SALF la agrupación que lidera este experto en redes de nombre Luis Pérez. No parece una coincidencia que empieza con las mismas letras que el Salfumán, ese ácido corrosivo empleado en la limpieza de suelos e inodoros que apesta la pituitaria y que era de uso recomendable en cuarteles, urinarios y lupanares de baja estofa. Entre estos tipos y yo hay algo personal, que decía elcantautor.
Me apena que tantos de mis vecinos alaveses, hasta tres mil, hayan decidido contaminar nuestro medioambiente con semejante salmuera. He de reconocer que viene siendo una tradición que julandrones de semejante tenor se aúpen a las más altas instancias parlamentarias.
Es ya un clásico ir enviando acémilas a Bruselas para que puedan disfrutar allí también, que no hay que ser egoísta, y conozcan de qué están hechos los sueños de la tropa carpetovetónica. Por allí desfilaron antes próceres de la talla de Jesús Gil o Ruiz Mateos. Aunque rebobinando el cerebro he recordado un fenómeno similar a éste de hablarle a las vísceras. Fue una campaña de Herri Batasuna con un eslogan que calaba en las tripas penetrando como un cuchillo jamonero: «Dales donde más les duele». Recaudaron votos hasta debajo de las piedras por la España profunda. Y es que en facas tenemos doctorado.
Reconozco que este Alvise comparte algo con aquella moda de reclamar «matarile», cuando hoy reclama que se recurra al subfusil para atajar la delincuencia; de inmigrantes, por supuesto. Sólo faltaría. Que los presuntos delincuentes patrios como él mismo han de tener inmunidad en su condición de aforados. Parafraseando a un hombre sensible: –¡estoy horrorizado! No sé si el mundo está lleno de hombres inteligentes que lo disimulan... o de imbéciles que no se recatan de serlo.
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