Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
En Vitoria no sabemos qué hacer con las palomas, entre otro rosario de cuestiones veniales que también nos traen por la calle de la amargura. Da cuenta el diario de los sucesivos tropiezos del Ayuntamiento a la hora de atajar el incremento exponencial de pichones ... en la Green Capital.
La desigual batalla parece inclinarse en favor de estas aves que escapan a las trampas y tretas municipales al carecer de domicilio fijo, no como el resto de contribuyentes que, por el contrario, no nos escapamos de la mínima por causa de estar empadronados.
Los técnicos municipales se muestran incapaces de poner coto a los palomos y a su afán reproductivo, que no es por lo que molestan, sino por lo seguido. He de reconocer que resulta patético ver a los palomos tan pesados con el arrullo o zureo o como demonios quiera que se llame ese gluglú que entonan incansables, mientras persiguen infatigables a las hembras como si no hubiera un mañana. Yo creo que su deambular nos parece tan lamentable porque nos recuerda esa imagen del ligón de discoteca, o del tiburón de gimnasio, dando la turra a diestro y siniestro hasta lograr amancebarse por aburrimiento o por extenuación.
Como es sabido, la sobrepoblación de palomas resulta un auténtico engorro además de que pueda acabar convirtiéndose en un problema de salud pública. Tampoco podemos obviar los destrozos del patrimonio y los consiguientes estropicios en la ropa por las deposiciones que recibimos en forma de fuego graneado.
Así que, con el afán de esterilizar a las palomas -y no pudiendo hacerlo a besos-, el Ayuntamiento optó por situar en lugares estratégicos comederos de grano de maíz untados con nicarbazina, un medicamento que evita la fecundación correcta de los huevos y por tanto la gestación. ¿Qué podía salir mal?
Contra todo pronóstico, la operación 'palomo castratto' terminó como Cagancho en Almagro. Y acabó ocurriendo que el Ayuntamiento, en su afán preservativo, estuvo a punto de esterilizar a cuervos, murciélagos, búhos, lechuzas y toda la fauna voladora, sin contar efectos colaterales en otras especies oportunistas.
De esta guisa, y en el empeño de esterilizar palomas, dejamos inservibles a un puñado de aves urbanas atraídas por los granos del maíz municipal siendo así que, por el mismo precio, arruinamos los huevos de gorriones, jilgueros y compañía. Me reconocerán que tiene bemoles la cosa. Confiemos en que las palomitas de maíz que venden en el cine no hayan caído en manos del Consistorio y corramos idéntica suerte a la hora de gestar correctamente.
No deja de ser curioso que una institución no sepa manejarse con estas cuestiones que, al parecer, despiertan las protestas de un público con hipersensibilidad animal. El infierno está empedrado de buenas intenciones para quien no ha aprendido que para hacer tortilla, o sea para gobernar, hay que romper huevos en vez de toquitearlos con tanta asiduidad como poca eficiencia.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.