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Alguien se imagina que una huelga de Michelin pudiera ser causa del cierre de la factoría de Mercedes? Imaginen los piquetes de empleados de la compañía francesa cerrando la Avenida de los Huetos como medida de presión para defender sus justas reivindicaciones, impidiendo ... a los currelas de la fábrica alemana el acceso a sus puestos de trabajo.
Cualquiera de ustedes, sufridos lectores del diario dominical, se echarían las manos a la cabeza y pensarían que los currelas de Michelin se han vuelto locos. Que una cosa, muy respetable, por cierto, es que se movilicen, y otra muy distinta es que con ello perjudiquen gravemente a otros compañeros con sus acciones.
Esto, que puede parecer una obviedad, no lo es tanto. Porque si recapacitan y lo piensan bien sucede un día sí y otro también en nuestras calles sin que apenas se nos alcance la trascendencia.
No hay más que echar un vistazo al maltrato que padece el transporte público en nuestra ciudad para caer en la cuenta de la diferente vara de medir que empleamos para juzgar hechos similares en contextos idénticos. Porque es un chiste de mal gusto, y un clásico en las noticias, la continua interrupción del tranvía y de la prestación de un servicio esencial cual es el transporte público.
Acabamos de soportar recientemente una huelga de Tuvisa con la consiguiente afección a la vida diaria de los ciudadanos, causando esperas y dificultades de movilidad intolerables. Antes, fueron los ertzainas en lucha, que se afincaban en la calle Becerro de Bengoa frente al Parlamento y colapsaban el tranvía en la ciudad como medida de presión.
Ahora se anuncia en los medios que la convocatoria de movilizaciones por la huelga de las ambulancias provocará nuevamente el corte del servicio del tranvía y de los autobuses urbanos, con el consiguiente caos en el tráfico.
Al parecer, debemos respetar el derecho a manifestarse de cualquier colectivo, aunque éste pase por encima del derecho de los ciudadanos a disponer de un servicio público de transporte. Lo contrario sería ser insolidario con las justas demandas de los trabajadores, alegan.
No descubrimos América si decimos que el derecho de manifestación es básico en una democracia. Pero cuando éste colisiona con otros, perjudicando seriamente la vida de la ciudad y de sus gentes, alguien debiera reflexionar y reclamar un punto de sensatez.
Lo que resultaría una incongruencia si las movilizaciones afectaran a otra empresa privada -como el ejemplo de Michelin y Mercedes-, no parece tal si afecta a una empresa que es de todos y que se financia con fondos públicos.
Me niego a caer en la tentación de pensar que lo público no es de nadie. Y que se puede apalear permanentemente a Tuvisa y al tranvía como si fueran el pimpampum de una barraca de feria.
Los sindicatos deberían recapacitar sobre su empeño por maltratar los servicios públicos. Porque teniendo la razón, pueden acabar perdiéndola, por su empecinamiento en ondear la pancarta de 'Al infierno con lo público'.
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