En la Cámara de Representantes de Massachusetts -en los Estados Unidos de América- se presentó este mismo mes un proyecto de ley para paliar la falta de donaciones de órganos que soporta la sanidad americana. Andan escasos de donantes voluntarios, al parecer, y han tirado ... de imaginación para proveerse de fondos cárnicos con que solventar la falta de materia prima y poder sanar así a quien necesite un órgano y pueda pagárselo. Faltaría más. América es la tierra de las oportunidades.

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Así que si eres un criminal convicto del estado norteño y te avienes a donar uno de tus órganos estás de suerte, 'bro'. La ley que actualmente se tramita reducirá tu condena significativamente y de paso aligerará tu anatomía. Como si fuera 'happy hour' en la cárcel, te hacen un dos por uno: Primero te alivian el sobrepeso y después te acortan la espera tras las rejas entre dos meses y un año, según reza el texto legal. A cambio, sólo debes cumplir una pequeña condición: desprenderte de un riñón, un filete de hígado o un cuartillo de médula ósea. Y pelillos a la mar.

Los legisladores han pensado muy atinadamente que los seis mil individuos que conforman la población reclusa del estado suponen un gasto exagerado en comida, techo y cama a cuenta del contribuyente; que ya va siendo hora de que se pongan las pilas, arrimen el hombro, el riñón o los higadillos incluso, y hagan un pequeño esfuerzo por la comunidad.

Así que dicho y hecho. A través de una iniciativa en forma de proyecto de ley demócrata, proponen a los penados escapar a sus condenas sin necesidad de excavar túneles o saltar muros, como en las películas famosas de evasiones. Y siguiendo el consejo de los libros de autoayuda de que la respuesta está en tu interior, han hallado el modo y manera de tentar a los presos para que aporten algún menudillo que trasplantar a pacientes ávidos de órganos para su supervivencia.

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La lógica hace suponer que la propuesta de reducción de condena irá pareja al tamaño y la calidad de la fracción donada. Vamos, que si entre la fauna irracional no se paga igual por un solomillo de recebo que por uno de bellota o por un chuletón de buey de Kobe, en la humana la exigencia ha de ser similar. Que no es lo mismo el hígado de un tufarra vasco que el de un vegano deportista.

La exclamación «esto me ha costado un riñón» ya anticipaba un futuro en el que el mercado regulará la carne humana

Con tal entender, imagino que echarán mano de algún reglamento en el que, como si de un menú se tratara, se tase el importe de cada evisceración por un comité de expertos y se adjudique en subasta a quien gane la puja. Lo que desconocemos aún es si esta comisión interdisciplinar estará integrada por médicos o incorporará también a expertos gastrónomos. Así, junto a eminentes histólogos, podrían darse cita personajes como Chicote, Berasategui o Ferrá Adriá para aportar su acreditada experiencia en calidad de materiales.

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Es éste un asunto espinoso sobre el que ya fabularon Edgar Allan Poe, Dahl y otros cuentistas el siglo pasado. Y ya advirtieron en sus obras sobre los efectos maléficos derivados de usurpar miembros ajenos de criminales sanguinarios. Recuerdo un cuento en el que a una persona le implantaban la mano de un asesino y ésta tenía vida propia e imponía su voluntad sobre la del huésped.

Dicen los medios de comunicación que han abordado esta cuestión que la ley federal de trasplantes norteamericana prohíbe cualquier contraprestación o incentivo a cambio de un órgano. Y que por tanto la medida no saldrá adelante. Yo, por el contrario, abrigo la convicción de que tarde o temprano la medida acabará por materializarse.

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En otra de mis homilías dominicales, ya les recomendé la lectura de una novela maravillosa del premio nobel Kazuo Ishiguro - 'Nunca me abandones'- en la que el escritor da cuenta de una humanidad segregada en receptores y donantes. Estos últimos son alimentados y cuidados con esmero, ajenos al rol que se les ha asignado. No había leído un libro tan desolador hasta que leí 'Aniquilación' de Houellebecq, pero eso lo dejo para mejor ocasión.

Hemos de reconocer que el mundo de las donaciones está experimentando un avance inusitado. Antes el espectro se reducía a fluidos prescindibles, sangre o semen, a cambio de un bocadillo de chorizo en el primer caso o de uno de jamón en el segundo. En cambio, ahora la panoplia de opciones ha aumentado exponencialmente. Y todo indica que al igual que otras modas, esta nueva tendencia americana ha llegado para quedarse. Primero fue el mercado negro en países subdesarrollados, donde los niños desaparecían para aparecer suturados posteriormente. En segundo lugar los presos y las reducciones de condena parecen ser una alternativa firme. En tercer lugar, morosos, homeless y demás menesterosos irán ocupando el lugar en el podio que sin duda merecen.

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La célebre exclamación «esto me ha costado un riñón» no es sino un ejemplo de la sabiduría popular que subyace en el refranero y que ya anticipaba un futuro esplendoroso en el que el mercado regulará también esta subasta de carne humana. Quienes están al tanto de inversiones en futuros y derivados ven en los flujos migratorios un nicho de oportunidad que no puede dejarse de lado. El marketing ya se está diseñando para ofrecer nacionalidad y empleo por la minucia de desprenderse de un miembro sano. Que toda integración requiere de un sacrificio y de una asimilación fructífera.

Lewis Carroll, sin ir más lejos, escribió un panfleto titulado 'Una propuesta modesta' postulando que el modo más operativo para acabar con el hambre en el mundo no era otro que el de introducir a los pobres en nuestra cadena alimenticia. Vamos, convertirlos en materia prima para multinacionales como Campofrío. Se trataba de un ejercicio de ironía, bien es cierto. Pero es sabido que comer y rascar todo es empezar. Empieza uno reduciendo condenas a cambio de higadillos; sigue haciendo hamburguesas de pobre; y acaba promocionando albóndigas de concejal.

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