![Chinches y laberintos](https://s3.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/2023/10/07/ala-opi-alonso-laberinto.jpg)
Chinches y laberintos
Se non evero... | ·
Los técnicos y responsables en asuntos ambientales no pueden evitar impulsar estas ocurrenciasSecciones
Servicios
Destacamos
Edición
Se non evero... | ·
Los técnicos y responsables en asuntos ambientales no pueden evitar impulsar estas ocurrenciasNo deja de ser curioso lo cómodo que nos resulta orillar infortunios. Y la forma en que lo hacemos, apenas consciente, cuando almacenamos las desgracias en el desván para poder ignorarlas y, de ese modo, ser capaces de tirar para adelante sorteando el lastre de ... la memoria. No existe lo que no veo, nos repetimos.
Con un afán infantil, esperamos que no mirando a los ojos de la desdicha ésta acabará por desaparecer, aunque sepamos a ciencia cierta que los fantasmas personales siempre acaban por manifestarse, por muy en el fondo del baúl que los hayamos escondido.
De igual modo, hay epidemias y catástrofes que reposan entre las viejas páginas del Antiguo Testamento que hace años dimos por amortizadas. Hasta antes de ayer hablábamos de pulgas, piojos, dengue, sarampión, lepra o sífilis y la gente torcía el gesto como con asco, como si estuvieras hablando de la Edad Media y de aquellas ciudades en que un ¡agua va! anticipaba la caída del contenido de un orinal sobre tu cabeza.
Ilusos de nosotros, pensamos que con un poco de gel, una ducha diaria y la penicilina habitábamos el mejor de los mundos, ajenos a males que ya creíamos desaparecidos. Así, a salvo de una intemperie que parece habitar solamente en el telediario, hemos acabado por pensar que meamos colonia y cagamos bizcochitos.
Y, claro, a la tozuda realidad le ha dado por chafarnos el cuadro y acabar por despertarnos del sueño plácido e inmaculado en que habitamos, enviándonos una oleada de garrapatas, herpes, sarna y chinches que campan por sus fueros para recordarnos de qué material estamos hechos. El hecho de que seamos polvo de estrellas parece no librarnos de convivir con el estiércol.
Los chinches hacen su agosto en octubre. El verano perpetuo hace que proliferen y se multipliquen como una plaga. Al parecer, París está infestado y el resto de Europa camina por idénticos derroteros. Aunque, a tenor de lo que dicen los entomólogos, somos más afortunados que nuestros vecinos galos porque nuestros heterópteros no son de los picones -tocapelotas y molestones-, sino de los apestosos.
Dicen los expertos que los chinches que nos visitan por estos pagos no te matan a picaduras pero te atufan a pedos. Es su forma de autodefensa. En esto nos recuerdan tremendamente a los humanos, bí-pedos al fin y al cabo. Les encantan las cajas de las persianas de nuestras casas para sestear durante el invierno cuando aprieta el frío.
Ajenos a epidemias y naderías, en una aldea de Hegoalde, las cuitas más tribales y triviales siguen copando el debate público. En las postrimerías de la pasada legislatura se adjudicaron las obras de construcción de un laberinto vegetal en Vitoria-Gasteiz en el espacio hipernatural de Olárizu. Y a los vecinos, para variar, la idea les pareció una melonada porque aquello acabará por convertirse, aventuran, en un nido de guarrería, colonizado por toda suerte de oportunistas, bien personas, animales o cosas. Y se han levantado en armas, es un decir, contra tamaña ocurrencia, cuyas tareas de plantación se han puesto ya en marcha.
No bastaba con la fachada vegetal del Palacio Europa, cultivada con amor por el Ayuntamiento, que se erigió con la peregrina excusa de ahorrar en la factura energética del edificio. Nadie, ni los gestores e impulsores siquiera, ofrecieron dato alguno de las cuentas para evitarse hacer el ridículo y pasar un rato de vergüenza. Que digo yo que si quieres emular los jardines colgantes de Babilonia no hay ningún problema. Pero no es necesario adobarlo con sesudos informes justificativos de que ahorrarás en luz, que no son sino papel mojado.
Los técnicos y responsables en asuntos ambientales no pueden evitar impulsar estas ocurrencias con una desenvoltura digna de mejor causa. Cualquier excusa es buena si lleva etiqueta Green. Así que ahora propugnan un laberinto vegetal en The Olárizu's Garden. No he seguido mucho el asunto pero espero que no se trate de uno como ese de la película El Resplandor, de Stanley Kubrick. Que cada vez que me acuerdo de Jack Nicholson con cara de loco persiguiendo a un niño por entre los setos me tiemblan las canillas.
Hay que reconocer que a quienes sí les gustaban los laberintos vegetales era a los antiguos jardineros británicos y franceses, que los erigían hace varios cientos de años en torno a palacios y castillos para goce y esplendor de opulentos aristócratas y cortesanos. Con los ojos vendados, correteaban las muchachas por entre aquellas paredes verdes, huyendo de amantes promiscuos y jugando a la gallinita ciega.
Desconocía que esta moda versallesca estuviera nuevamente en boga. Y es que toda moda añeja acaba retornando –como la de la sarna y los chinches– para disfrute de decoradores y paisajistas. A mí me parece una contradicción lo de tapiar con verde. Pudiera decirse que un laberinto vegetal es a un espacio natural lo que unas flores de plástico del chino a un macizo de buganvillas. Que un laberinto viene a representar la anti-naturaleza puesta al servicio de una estética demodé más que vintage.
Me pregunto si la idea habrá sido alumbrada por mente de político o de técnico, que de todo hay en la viña del señor. Y qué influencias o viajes de mala digestión le llevan a alguien a inseminar una idea de tal originalidad en su ciudad. Por supuesto que ejemplos abundan de quien digirió mal un viaje y acabó hermanando a Vitoria con Kutaisi, o Álava con Camagüey.
Viendo el vaso medio lleno, hay que reconocer que la diferencia entre un mal edificio y un laberinto del fauno es que el primero lo han de soportar decenas de generaciones. El segundo, en cambio, con una hoguera de San Juan liquidas el problema en la noche más corta del año. Que no todo son inconvenientes en la corte del verdor perpetuo. Que aunque a veces lo dudemos, hay inteligencia tras los decretos y órdenes de gasto.
Y al final de toda ocurrencia municipal, anotamos una más en el cancionero popular: 'Dicen que van a ponerrrr, un laberinto en Vitoria… Dicen que van a ponerrrr, un laberinto en Vitoria…'.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Noticias recomendadas
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.