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Bienvenido Míster MarshallSe non è vero... ·
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Bienvenido Míster MarshallSe non è vero... ·
La historia del proyecto de soterramiento del ferrocarril de Vitoria me trae a la memoria la célebre película de Luis García Berlanga 'Bienvenido Míster Marshall'. Todos los habitantes de Villar del Río se aprestan a embellecer su pueblo porque vienen los americanos y desean ... causarles buena impresión. Y con el fin de que dejen su dinero en el pueblo, lo adornan con sus mejores galas.
Durante todo el metraje del film se suceden, escena tras escena, los afanes de un pueblo por ser digno de los dólares del Plan Marshall. Cuando la inmensa caravana oficial atraviesa el pueblo a toda velocidad, sin detenerse, no deja tras de sí más que una nube de polvo y un montón de rostros estupefactos por la decepción, como en una tira de fotomatón.
Esta semana el ministro de Transportes, irónicamente apellidado Puente, se despachó con un jarro de agua fría sobre las cabezas de los alaveses, explicando que «si los territorios quieren integrar el tren a su paso por las ciudades a través del soterramiento, tendrán que asumir el 70% de los costes. Eso en la práctica va a suponer que no va a haber soterramientos», sentenció. Óscar Puente dijo que Adif no puede cumplir con todas las peticiones de soterramiento de cada ciudad porque el costo ascendería a 40.000 millones de euros.
Bastaron estas palabras -«una palabra tuya bastará para sanarme»- para que en los despachos institucionales saltaran las alarmas y se descosieran las junturas. Salió González -Ramiro, no confundir con Felipe- para recordar que hay un acuerdo firmado y que para los demás tal vez, pero que para el soterramiento de Vitoria estas declaraciones no cuentan. Que nosotros estamos en la cola desde hace lustros y tenemos derechos adquiridos y papeles firmados. Fuentes del Ayuntamiento señalaron, por su parte, que el proyecto «está fuera de toda duda».
Yo me quedé tranquilísimo al leer estas reacciones y comprobar que la moral de la tropa es alta y firme, como impasible era el ademán de la canción. Los que creo que no están tan confiados son aquellos que compraron un piso junto al Paseo de la Música, y las únicas notas que siguen escuchando son las del 'chachachá del tren' que cantaban los de Mocedades.
Resulta comprensible el escepticismo ciudadano ante un proyecto que concita unanimidades en los despachos, pero que no avanza un centímetro con el paso de los años. Antes bien, se diría que da saltitos adelante y atrás de plano en plano. Y mientras ayer pasaba bajo el suelo de Zabalgana para conectarse con la Estación interestelar de Lakua, años después volvió a acomodarse por el mismo trazado que antaño para acercar a los futuros viajeros a la malhadada y peor iluminada calle de Eduardo Dato por la que podrán arrastrar sus maletas e 'intermodalizarse' con la ciudad.
No diré que el acceso del tren a Bilbao avanza a paso firme y sin titubeos para que no se me acuse de patatero envidioso. Pero es que este proyecto representa como ningún otro la historia de una ciudad que no acaba de desprenderse de sus dudas y que, como los ciudadanos de Villar del Río, asiste estupefacta a la enésima espantada de un esquivo Plan Marshall.
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