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Cuando leí que la Diputación floral dedicará 891.000 euros para un carril bici que nos conectará con Laponia decidí lanzarme a la aventura, ir directamente a la tienda y comprar una bici eléctrica.
Me sumergí en la lectura de la letra gorda de la ... noticia con la avidez del ciclista neófito. Allí se informaba de que la inversión estaba destinada a construir una vía ciclista de diecisiete kilómetros que comunicaría las localidades de Zalduondo, Araia y Egino con Escandinavia, según contaba el reportero Carazo.
Yo me quedé ciertamente planchado pensando en cómo diantres puede uno ir al Polo Norte desde Zalduondo sin ser el mismísimo Celedón. Y mi mujer, harta de soportar un marido pesimista, me dijo que no le pusiera pegas a todo. Que si la diputada foral de Sostenibilidad, Medio Natural y Agricultura sostenía que por ese bicicarril se podía ir a Laponia, ella sabría más que yo al respecto.
Así que pronto y bien mandado me acerqué al Decathlon donde me pertreché de todo el equipo completo para tan temeraria expedición. Se iban a enterar ese Iradier y los de la excursionista quién era yo.
Cuando volví a casa con una bolsa enorme a cuestas mi mujer me miró por encima de las gafas de cerca, con una cara que no presagiaba nada bueno. Tiró el periódico sobre la mesa con displicencia y me dijo: -Lee esta columnita por favor. Sí, esta; la de abajo».
Junto a la información principal figuraban unos apuntes de Igor Martín que daban cuenta de algún dato de interés sobre la curiosa vía ciclista de la que hablaba la diputada. El recorrido de la 'Eurovelo-1' discurría por Portugal, España y Francia. -Hasta aquí todo bien, cariño, le dije a mi mujer con la firmeza del explorador converso. La cosa fue enturbiándose cuando la lista de países se completaba con Inglaterra, Gales, Irlanda, Irlanda del Norte, Escocia y Noruega.
He de reconocer que yo siempre suspendía en geografía, así que me acerqué al globo terráqueo de madera que heredé de mi abuelo, donde él antes y yo mismo ahora guardábamos las botellas de güiski. Y entonces caí en la cuenta de que para llegar a Laponia por el carril de la diputada foral había que pedalear por tierra, mar y aire, cruzar el canal de la Mancha hasta Inglaterra, el canal hasta Irlanda y Escocia y remontar medio mar del Norte para arribar a Escandinavia. Y echar mano allí de unos 'esquises', con o sin perros, a elegir. Que el Camino de Santiago era un paseíllo de pan y melón comparado con esta epopeya.
No sé si la ortodoxia del bicicarril permite tramos de 'pedalones' de estos de la playa que tienen un tobogán y que alquilan por una modesta suma a turistas poco avisados en la costa mediterránea. Y escribí a la Diputación, al servicio de quejas, para decirles con toda amabilidad -¡me caso en Soria!-, que la próxima vez que vuelvan a conectar un bicicarril con casa cristo de la frontera, se sirvan pasar antes por Foronda, donde embarcar convenientemente la bici con Ryanair y dejarse de tanta mandanga publicitaria.
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