![Arriba parias de la tierra](https://s1.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/2023/11/05/gasolina-opinion-kP4H-U210622020515qHF-1200x840@El%20Correo.jpg)
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Dice ahora el presidente de Petronor y consejero de Repsol, Emiliano López Atxurra, donostiarra para más señas, que ya hay inversiones de su empresa que han tenido que ser congeladas. Y que se paralizarán aún más si les siguen aplicando el impuesto sobre los beneficios ... extraordinarios derivados de la crisis. Que ya le vale al Gobierno de apretarles las clavijas. Y que no les salen las cuentas tan relucientes como quisieran.
Se quejan amargamente de que no hay seguridad jurídica para el desarrollo de su labor empresarial. Que les han cambiado el marco impositivo y que así no hay quien lleve los números. Que el contable está que fuma en pipa porque esto parece el 'Aquí no hay quien viva'.
La semana pasada era el consejero delegado de Repsol, Josu Jon Imaz, quien advertía sobre la posibilidad de que la compañía paralizase sus inversiones industriales en España y también, por consiguiente, las previstas en Euskadi. Que ojo al parche, Sánchez y Díaz. Que con las cosas de comer no se juega. Y que mejor os rindáis que os tenemos rodeados.
No deja de resultar curioso que formularan esta advertencia el día en que presentaban los magníficos resultados de la compañía para el 2023. Hasta septiembre de este año habían ahuchado 2.785 millones de beneficios, batiendo los mejores registros históricos. Y claro, tienen que pasar por caja. Que Hacienda somos todos. Y les han pegado un viaje de 440 millones de euros a cuenta del gravamen extraordinario y se les ha quedado el gesto mustio. Que a nadie le gusta rascarse el bolsillo, y menos si es para pagar impuestos.
Si esto sigue así, dicen con cara de circunstancias, no les quedará otro remedio que decirle adiós a sus inversiones previstas en España. Y el último que apague la luz. Y ciertamente parecen compungidos, como si les aquejara algún desajuste de índole intestinal.
Lo vistan como lo vistan, con cara de cordero degollado, se trata de un chantaje en toda regla. Repsol se plantea irse, dejar tirados los proyectos, y cambiar el destino de sus inversiones. «A un lugar más amable», dicen, donde les traten mejor y con más delicadeza fiscal.
Es lo que tiene dirigir una empresa multinacional. Que le pones ruedas y te largas con viento fresco a un lugar donde en vez de impuestos se tributen otro tipo de incentivos. Y en vez de con impuestos puedas pagar con abrazos, por ejemplo. Que no se puede cambiar el marco regulatorio sin alterar los balances de las empresas. Que estos de máster MBA se agobian en cuanto las cuentas se les descuadran.
Como cualquiera alcanza a entender, se trata de argumentos ciertamente sólidos los que esgrimen Imaz y López, López e Imaz. Que hay que saber valorar y comprender que los ricos también lloran. Y si son vascos mucho más. Que en el fondo de sus pechos anida un corazoncito preocupado por las inversiones en Euskadi que deberán desatender.
Los pobres contribuyentes, por el contrario, tenemos el inconveniente de no poder deslocalizarnos como ellos. Estamos más geolocalizados por hacienda que los canes con chip. Y por tanto, al común de los mortales no nos queda otra que jorobarnos y tragar si nos cambian las reglas de juego. Pero claro, como no hemos ido a Deusto, pues que nos folle un pez con pinchos.
Y si nos alteran el marco regulatorio, cambiándonos el precio de la luz, del gas y de la gasolina, todo a un tiempo, pues no nos queda otra que comernos la inflación con patatas, pagar las facturas a riesgo de que nos desahucien por morosos y meternos la lengua en salva sea la parte. Que siempre ha habido clases. Y si no, haber estudiado gestión de empresas en vez de Filosofía o periodismo. Gañanes.
Como saben, se han disparado los beneficios de energéticas y bancos a cuenta de tarifazos y de subidas del precio del dinero, y ahora tenemos que abonar la consumición los parias de la tierra. Y para más recochineo no nos dan una palmada de agradecimiento. No. Encima Emiliano y Iosu vienen a decirnos que ellos están por encima del bien y del mal. Y que ojo al parche o, como Edelmiro, se dan el piro. Y que esto afectará en gran medida a la Euskadi que tanto aman. Así que ojo con quejarse.
Pienso que menos mal que Iosu Jon Imaz es vasco de pata negra y llegó a ser presidente del Partido Nacionalista Vasco. Y que Emiliano López Atxurra es donostiarra de alcurnia. Que no lo están diciendo dos que pasaban por aquí. Que tienen label, denominación de origen y toda la industria. Y que con harto dolor, si hay que hacerse luxemburgués, con venir a la Semana Grande vamos tirando. Una pandilla de cráneos privilegiados es lo que son.
Me decía un amigo que con patriotas así, quién necesita patria ni bandera. Así que no queda otra que echar cuerpo a tierra, que vienen los nuestros. Porque por mucho que lo vistan de seda, hay amores que matan. Y estos empresarios de tan rancio abolengo siempre acaban por confundir el corazón con la billetera.
Si les soy sincero, yo ya estoy aburrido de este sin dios que es el capitalismo de pega que reina sobre nuestras tristes existencias. Si bien los pobres contribuyentes tuvimos que salvar a la banca de la ruina, ahora tenemos que salvarnos de la ruina por causa de la banca y de sus intereses. Y para colmo, los que tenían que llenarnos el depósito de gasolina o de hidrógeno amenazan con salir pitando a la mínima que se les obliga a aportar.
«¡Qué le vamos a hacer!», se dirán Laurel y Hardy –perdón, Imaz y López–, mientras se toman un Macallan 18 y suspiran un 'No sé de qué se quejan. Si nos largamos, siempre les quedará la botella de butano'.
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