Cuando las cosas marchan bien en la empresa, todos en la familia están contentos, pero cuando se ponen crudas es difícil que los sentimientos no afloren y cieguen la razón. Para evitar que el proyecto salte por los aires el director de la Asociación de ... Empresas Familiares de Castilla y León, Eduardo Estévez, ha publicado 'Como sobrevivir en la empresa familiar', un libro de consejos para mantener unida a la familia y que la empresa no caiga una vez emprenda el relevo generacional, que presenta hoy en Elkar a las 18.30 horas.
–¿Es buena idea mezclar familia y trabajo?
–Familia y trabajo en empresa familiar son indisolubles. Lo bueno es separar e lo posible ambas cuestiones y que cada tema se trate en su lugar. Las estadísticas dicen que menos del 15% de las empresas familiares alcanzan la tercera generación. Esto se debe a que el relevo no se hace ni en la manera ni en el tiempo adecuado.
–¿Cuáles son los principales errores que se cometen?
–Uno de los errores es que los miembros de la familia no son generosos. Se suele anteponer los intereses personales a los de la empresa. Otra de las razones es porque no se destina tiempo a la formación. Se puede participar de distintas maneras en la empresa. Una es la gestión, pero hay otros familiares que no son gestores porque no les gusta o no valen y pueden ser accionistas. Nosotros abogamos porque cada familiar tenga un mínimo de formación. En nuestra asociación ya hacemos cursos para formar futuros accionistas y consejeros.
–¿Qué medidas se pueden tomar para evitar fracturar empresa?
–Lo primero es una buena comunicación. Todos deben conocer la marcha, los hechos relevantes de la empresa y adquirir ese orgullo de pertenencia. Recomiendo que los niños se les empiece a comunicar que es la empresa y adquieran esa querencia. Luego la parte que debe dejar la empresa deben tener la generosidad de dar paso a la generación siguiente con tiempo y no cuando sea demasiado tarde. También a medida que la familia se agranda o la empresa crece, una manera de mantenerse unidos es que cada miembro tenga su propio proyecto emprendedor dentro del paraguas de la familia empresaria.
–¿Cómo está marchando su programa de llevar las empresas a las escuelas?
–Esta es una de las iniciativas que más éxito tiene en Castilla y León y hemos exportado a otras comunidades. Consiste en acercar la realidad del empresario con rostro a las aulas. Ellos cuentan sus historias de éxito y luego los niños visitan la empresa de modo que puedan palpar lo que les han contado. Queremos despertar vocaciones emprendedoras.
–¿Qué ahuyenta a los jóvenes de emprender?
–Lo que estamos detectando en este programa es que no se conoce el mundo de la empresa y muchos de ellos se sienten más atraídos por la función pública. Pero la empresa también ofrece posibilidades a los jóvenes.
El momento crítico
«El 85% de las empresas familiares no llega a su tercera generación porque hacen mal el relevo»
–¿Piensa que estamos formando un país de funcionarios?
–Es un riesgo. El año pasado de todo el empleo creado el 60% fue público y en las últimas oposiciones de Correos se han presentado 180.000 personas. La función pública es importante pero debe haber una proporción con respecto a los trabajadores que generan economía real. De otro modo va a ser imposible sostener un sistema más administrativo y dependiente del gasto público.
–¿Qué hacemos mal con respecto a otros países de Europa?
–Por un lado la burocracia. Hace falta una ley antiburocracia que permita que los emprendedores tengan más agilidad a la hora de acometer proyectos y recibir respuesta de las administraciones. Hoy una empresa debe cumplir más de 25.000 normativas. La educación también debe integrar las experiencias empresariales para que los jóvenes conozcan otra alternativa para su futuro.
–¿Sería buena iniciativa traer su proyecto a Euskadi?
–Desde luego. No hay mejor cosa que acercar este mundo a las aulas y quitar esa imagen del puro y la chistera. Eso ha pasado a la historia. Las empresas son modernas, apuestan por la tecnología y quieren retener el talento de su tierra. En este sentido el País Vasco es un ejemplo. La industria vasca va la mano de la administración para que siga siendo anhelada por otros territorios y es puntera en formación profesional.
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