«Vitoria necesita un parque tecnológico urbano, Miñano está demasiado lejos»

– Los vecinos del centro denunciaban ya antes de la pandemia que la zona se apagaba. ¿En qué estado se encuentra ahora?

– En algunos aspectos se ha agravado. El Covid no ha supuesto ningún beneficio para la actividad de las plantas bajas y ha asentado algunos hábitos, como la compra online, que representan un reto de futuro. Pero los comerciantes de proximidad han dado el do de pecho en estos meses, han sido auténticos héroes, discretitos, que tenían el comentario animoso en todo momento.

– ¿La vuelta a la vida de barrio que ha traído esta crisis perdurará?

– El centro ha representado tradicionalmente un perfil urbano altamente consolidado y evolucionado y un buen espacio para residir, trabajar, comerciar... En una ciudad como Vitoria no se necesitan artefactos como Gorbeia o El Boulevard, esos inventos estratosféricos copiados de unas realidades urbanas muy diferentes a la nuestra. Yo resuelvo mis problemas mucho más rápido con el carrito en el comercio de proximidad.

– Muchos se acostumbraron en 2020 a comprar incluso sin salir de casa. ¿Teme los efectos del 'boom' de la compra online?

– Es una realidad que ha llegado para quedarse y no puedes poner pie en pared contra ella, pero hay que controlar las contradicciones que genera, como la logística de la última milla y la necesidad de que se organice mejor para la convivencia en el espacio público. De todas formas, yo sigo recomendando bajar al restaurante a comerse un filete, que tiene el mismo precio que la hamburguesa que te traen en una bici.

– Postas, Dato, General Álava... están estos días a rebosar.

– Aquí hay autenticidad, ese aspecto de lo real que da la presencia, paseas, te encuentras con la gente... y las tiendas no se pueden quejar de falta de afluencia. Pero el comercio tradicional está desapareciendo y la estrategia de franquicias está muy arraigada en Vitoria.

– ¿La ciudad ha perdido su ADN?

– Está contagiada de ese fenómeno tan europeo y global donde predomina la franquicia y hoy compras pantalones, mañana relojes y pasado te buscas tú mismo unos tornillos. Aún quedan algunos rasgos de identidad propios, como alguna ferretería de varias generaciones, unas confiterías maravillosas o algún comerciante que sigue sabiendo vender unos zapatos.

– ¿Confían la revitalización del centro al proyecto de Urteim?

– Nos dio mucha pena cuando se fueron cerrando muchas iniciativas comerciales muy queridas para el Ensanche y vemos que es más fácil cerrar que abrir. No sé qué pasará, pero me gustaría que tuviese la mejor de las suertes porque esa falta de actividad genera una tumoración del tejido comercial del entorno. No es un único espacio vacío, los pasajes o Dendaraba son parte de lo mismo.

– Dentro de ese plan, en breve, abrirá un 'súper' de descuentos en Dato. ¿Es el tipo de negocio que necesita la zona?

– Yo me conformo con poca cosa pero no es el que más me gusta. En el ciclo de vida de las franquicias, en tres o cuatro años cambian los escenarios, y yo me imagino esa nueva actividad de esa manera.

– En la misma calle se inaugurará un nuevo hotel, ¿le gusta más?

– Lo veo muy bien aunque el modelo de ciudad para los turistas no me engatusa. A mí me gusta vivir una ciudad de verdad y, si hay que depender de un modelo económico, prefiero que sea antes de la máquina-herramienta que del turismo.

– ¿Es hora de pensar en nuevos usos para las decenas de lonjas vacías que salpican los barrios?

– Las plantas bajas deben hacer un plan de revitalización de la actividad comercial, hay que dar con formas de oferta de locales realistas en cuanto a precios pero también, por ejemplo, en forma de paquetes. Es uno de los objetivos que en Ensanche XIX planteamos para 2021.

– ¿Reconvertirlas para el teletrabajo es una opción?

– Recuperar espacios para el trabajo en la ciudad consolidada tiene mucho sentido. El noventa y mucho por ciento de la actividad que se hace en el Parque Tecnológico de Álava se podría hacer, y mucho mejor, en el centro. ¿Por qué no un parque tecnológico urbano? Miñano es un coñazo, tener que desplazarte hasta allí, comer todos los días un menú del día con el mismo cocinero... Claro que es hora de convertir los bajos y los locales comerciales en espacios para el trabajo, y también tenemos muchos metros cuadrados de oficinas vacíos. En la asociación queremos hacer un estudio de viabilidad para que se fomente el 'coworking', nos gustaría que en esos espacios compartidos se generara un ecosistema de emprendedores.

– ¿Y habilitar viviendas?

– Me da pena que espacios del centro se dediquen a vivienda cuando podían ser una alternativa para un parque tecnológico urbano pero en la periferia tiene mucho sentido, incluso para personas con problemas de movilidad, mayores, residencias colectivas... Hay que ser muy creativo y las pegas no pueden llegar de unas viejas ordenanzas para una ciudad zonificada, ahora se habla de modelos urbanos sostenibles donde se puede hacer todo. La Administración debe pasar de poner pegas a dar soluciones.

– ¿Cómo ve ese urbanismo?

– El urbanismo ahora mismo es incapaz de reaccionar, se tiene que reinventar y mirar más por el vecino que por el promotor, sobre todo, para ser una herramienta capaz de incentivar la rehabilitación de los tejidos consolidados. Basta ya de hablar de barrios de oro, esa definición tan empalagosa, algunos barrios lo vamos a pasar mal en el futuro.

– ¿En qué sentido?

– De aquí a cien años me puedo imaginar algún barrio o algún polígono de Vitoria convertido en una zona agroindustrial. En Alemania pasó con la reunificación, muchas zonas se quedaron sin motores y perdieron un 40% y más de población y se derribaron casas que no eran tan antiguas.

– ¿La capital alavesa se equivocó en su expansión?

– Se creó un gran donut pero es un problema que afecta también a otras partes de España y no tiene mérito decirlo a toro pasado. Hay que plantearse un manejo urbano inteligente porque estamos en una situación en la que, por cada nueva vivienda que construyes en la periferia, vacías otra en el interior de la ciudad. El flautista tonto de Hamelín se ha llevado a los niños a tres barrios, estamos cerrando colegios para construir nuevos en otras zonas... Nos hemos pasado de crecimiento y el efecto del crecimiento excesivo no tiene vuelta atrás.

– Pero había una necesidad de vivienda que cubrieron los nuevos barrios. ¿Dónde estuvo entonces el error?

– Las políticas de vivienda tan estúpidamente copiadas han estado siempre dirigidas al mismo tipo de cliente, joven matrimonio que se casa y va a tener hijos, y eso en los años cincuenta, sesenta o setenta tenía sentido pero ahora no. El planificador de la política de vivienda ha hecho un corta y pega apostando por la nueva planta y robando la población a los barrios del centro, no sólo del Ensanche, para llevarla a las periferias. Ahí surge el donut, con todo el gasto que supone el mantenimiento en limpieza, transportes, jardines... Hace más de dos décadas que las políticas tenían que haber virado radicalmente hacia la rehabilitación porque la vivienda necesaria estaba ya construida.

– ¿El centro peina canas?

– Está envejecido, claro, y el relevo generacional de los barrios de posguerra y el reciclaje de los tejidos humanos, urbanos, económicos y sociales no es nada sencillo.

– Pero la vivienda en esta zona no es apta para todos los bolsillos...

– Me gustaría que se echaran bien esas cuentas. En el Ensanche hay oportunidades inmobiliarias y no diría que es un mal momento para acercarse aquí. Yo cuando me vine entré en una casa que tenía unos cuantos años y la arreglé, por eso tenía un precio más asequible, y estoy encantado porque mi casa no empieza cuando abro la puerta sino en la calle. Tenemos una hermosura de ciudad.