«Iparralde es una familia»

En Vitoria, un día después de las marchas de las gestoras pro-amnistía, el alcalde José Angel Cuerda aprovechaba el día para inaugurar el centro cívico Iparralde. Un gesto que, 35 años después, cobra más simbolismo casi que entonces: la reconversión del antiguo matadero de Zaramaga en un espacio con gimnasio, piscinas y biblioteca significaba un cambio de paradigma.

Mari José Ruiz Tejado, jefa del Servicio de Centros Cívicos, resume la filosofía que llegó entonces con una sola frase: «Acercar el Ayuntamiento a los barrios». Una idea que 35 años después, es más vigente que nunca. En la Plaza Zuberoa hoy siguen correteando un grupo de chavales de nueve años. Acaban de terminar su entrenamiento de fútbol sala dentro del centro cívico, pero las fuentes son el único obstáculo para que el balón siga rodando por la plaza.

Sus padres vigilan desde la distancia que todo siga en orden. Algunos de ellos, como Sonia Sánchez, son vecinos de Zaramaga «de toda la vida». Ha pasado sus 46 años junto a ese icónico espacio: desde que era niña hasta que son sus vástagos y los de sus amigos quienes corretean por delante del antiguo matadero. «Muchos de nosotros hemos ido a Reyes Católicos y el centro cívico ha influido mucho en el barrio», recalca. «Aquí era donde nos juntábamos todos los chavales para hacer los trabajos», tercia un compañero.

«El antiguo matadero parecía un sitio siniestro. Luego muchos hemos hecho aquí hasta el cursillo de natación», matiza Ricardo San José. Ambos, erigidos en portavoces de la cuadrilla sobre la marcha notan que el centro se ha quedado algo «pequeño» y «antiguo». Pero no niegan el efecto que ha tenido sobre el barrio: «Era un punto de encuentro». «Hoy es muy importante, sobre todo, para los mayores», destaca Sánchez.

Una vez dentro, son las clases de 'body pump' las que dan buena cuenta de ello. Un nutrido grupo espera a que Iratxe Gracia, la profesora, se termine de preparar. Dentro, charlan ya en ropa de deporte. Entre los alumnos de Gracia está Esther Lázaro. A sus 66 años, lleva dos metida en este método de entrenamiento. «Necesito hacer deporte y descargar las tensiones musculares», explica. Las clases le han servido «para ir haciendo amistades» en un centro que «fue una transformación para el barrio».

La profesora ya está lista para dar clase. Se acerca, saluda al periodista, sonríe y deja la definición del centro cívico en cuatro palabras: «Iparralde es una familia». «No nos juntamos sólo para hacer deporte. Muchos aquí se hacen amigos y luego me mandan fotos tomándose el café», destaca de su alumnado, en el que incluso hay personas «de 71 años» que van por la tercera clase del día.

Para muchos mayores, el centro cívico «es un lugar de encuentro». Que no es poco en tiempos de soledad. «Aquí vienen algunas que se han quedado viudas y encuentran más gente. Este es un lugar donde todos se sienten queridos», relata. Para su propia experiencia, como para el centro, tiene un resumen: «Llevo cinco años aquí y no me voy por nada del mundo». Corre hacia delante, le da al 'play' y el 'techno' se adueña del grupo.

En el histórico pasillo del centro, Martín Martínez y Nuria Lamas esperan a su nieta Haizene, que está en la ludoteca. Mientras, contemplan las fotos históricas que se han expuesto con motivo del aniversario. Lamas, emocionada, mira ilusionada las instantáneas «porque se ve la casa donde me crie».