![Vecinos de Ali logran echar a los okupas que se colaron en una casa el martes](https://s3.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/202007/15/media/cortadas/aconcentracionali-kqXB-U110804424798fQE-1248x770@El%20Correo.jpg)
![Vecinos de Ali logran echar a los okupas que se colaron en una casa el martes](https://s3.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/202007/15/media/cortadas/aconcentracionali-kqXB-U110804424798fQE-1248x770@El%20Correo.jpg)
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24 horas duró la inquietud en el tranquilo pueblo urbano de Ali, agitado desde el martes cuando un grupo de -al menos- seis personas ocupó una casa en el centro de esta localidad incrustada en el noroeste de Vitoria. El miércoles, poco antes de las ocho de la tarde, los tres asaltantes que quedaban dentro cedieron a la «presión social» y salieron. En la puerta les detuvieron efectivos de la Ertzaintza.
«Estamos muy contentos. Aquí se cumplen las reglas», señalaron residentes legales a EL CORREO. Dos concentraciones de protesta bastaron para devolver la calma al lugar.
Los vecinos les detectaron el martes por la mañana. «Andaban merodeando por la casa y se ve que al mediodía o a primera hora de la tarde pegaron la patada», narran a al periódico los residentes legales. El propietario del inmueble interpuso una denuncia para intentar recuperar lo que es suyo. En el interior de la casa se establecieron una pareja y cuatro menores. En la tarde del miércoles ya no había rastro de los pequeños ni de su madre. Pero sí aparecieron dos varones más.
Aunque les relacionaron en un principio con un conocido clan vitoriano, lo cierto es que el cabecilla nada tiene que ver con esa familia. Se trata de J. I., un joven «conocido» de la Ertzaintza y de la Policía Local. No es la primera vez que se apropia de un inmueble. Hace unos meses se hizo con un piso social de Alokabide en la calle Sierra de Urbasa. En aquel punto también protagonizó sonados incidentes con los inquilinos legales y los patrulleros que acudían a sus llamadas de auxilio.
«Aquí nos conocemos todos. No nos vamos a quedar quietos ante esta gente», dijo un vecino horas antes del feliz desenlace. El mismo martes se produjo la primera concentración de protesta. Participaron unas treinta personas. En la tarde del miércoles se desarrolló la segunda. No hizo falta más.
Antes de convencerles, hubo varias conversaciones infructuosas. En una, estos okupas les indicaron que «no se van a mover porque han pagado 800 euros por vivir aquí. No se lo cree nadie». La «indignación» en este pueblo-barrio corrió como la pólvora. «Queremos que se vayan ya».
Además, la casa elegida «no es habitable. Es la solera de la obra. Todavía no está acabada. Carece de tomas de agua o de luz». Y en la tarde del miércoles, como ya ocurriera antes en varias localidades vizcaínas, la presión social de los residentes legales forzó el buen desenlace.
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