Parte del material incautado por la Ertzaintza en el museo improvisado en Salvatierra. Ertzaintza

El 'Indiana Jones' que pensó que la Atlántida estaba en Egino

El vecino de Salvatierra acusado de expoliar yacimientos reunió más de 20.000 piezas sobre las que dejaba constancia en internet. Así actuó

Domingo, 7 de febrero 2021, 03:16

Ni vestía una chaqueta de cuero color café ni un sombrero Fedora, pero cuando la Ertzaintza procedió el 10 de diciembre a la detención de E. D. le comparó con el personaje cinematográfico de Indiana Jones. No era para menos. En su casa de tres ... alturas situada en una céntrica calle de Salvatierra había organizado un museo clandestino con más de 20.000 piezas arqueológicas que ahora se han depositado en los almacenes del Museo Bibat. Se le acusa de apoderarse ilícitamente de ellas con catas clandestinas y sin metodología científica. Un delito que podría traducirse en penas de entre seis meses y tres años de prisión.

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Su detención no sorprendió en los distintos círculos de amantes del patrimonio alavés consultados por EL CORREO. Se trataba, remarcan, de una persona que se vanagloriaba de sus hallazgos a través de las redes sociales, foros e incluso lo dejaba inmortalizado en un canal de YouTube, pese a que las autoridades ya le explicaron hace una década que estaba incurriendo en una actividad ilícita. «Entonces se les avisó del peligro que corría al entrar en las cuevas, que la arqueología es una actividad reglada y que si recogía cualquier tipo de material debía comunicárselo a la Diputación», concretan fuentes de la Administración foral.

Parece que E. D. y sus colaboradores -junto a él se investiga a otras tres personas- hicieron caso omiso a las advertencias, vista la gigantesca colección que, según fuentes conocedoras de la investigación que se encuentra bajo secreto de sumario, podría ser aún mayor si se le suman todas las pequeñas lascas que tenían guardadas en grandes garrafas de agua.

Entre los minerales, huesos, cerámicas, puntas, herraduras y elementos de sílex que acumulaba en su casa, algunas se pueden catalogar como «buenas» -admiten quienes lo han visto- pero lamentan que «se ha reducido infinitamente su interés» al haberse sacado de su entorno original sin un análisis adecuado y registrado a través del método científico que corresponde.

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A través de estas piezas y sus descubrimientos en incursiones en cuevas de la Llanada oriental, este aficionado exponía a reputados arqueólogos de la provincia una versión con la que intentaba echar por tierra el relato oficial que existe sobre la Prehistoria y que respalda la inmensa totalidad de la comunidad académica. «Todo lo presentaban como restos de una desconocida civilización antigua que escribía en cuevas e hibernaba como los osos. Cuando le rebatías que aquello no tenía ni pies ni cabeza, rápidamente te contestaba que el problema es que no tenías ni puñetera idea», explica uno de los prestigiosos investigadores que fueron convocados por el acusado. «Es de esas personas que piensa que existe una conspiración global por la que defendemos el relato oficial», lamenta.

«Me presentó unas supuestas esculturas de caras de esa civilización y le tuve que explicar que eran piedras sin ningún tipo de valor. Lo que él interpretaba como ojos eran meras incursiones de minerales o, a lo mejor, de fósiles. A continuación, se cabreó y con muy malas maneras me preguntó quién me había regalado el cargo, recogió el material y se marchó», recuerda otro experto consultado, quien comenta cómo una vez le llegó a decir que era un ignorante porque desconocía que la mítica Atlántida había existido en Egino, concejo que pertenece al municipio alavés de Asparrena.

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Un libro sin páginas

Las secciones de medio ambiente, urbanismo y patrimonio de la Ertzaintza iniciaron una investigación en junio tras una reunión con la Diputación, los ayuntamientos de la Llanada y varios grupos de arqueólogos que aseguraban haber detectado la presencia de desconocidos alrededor de los yacimientos. A través del testimonio de algunos vecinos y el rastro que los detenidos habían dejado en internet, donde hacían alarde de sus descubrimientos y del improvisado museo de Salvatierra, se procedió a la detención de E. D. bajo la supervisión del Juzgado de Instrucción número 4 de Vitoria.

Uno de los conjuntos prehistóricos «más importantes», pero con el valor mermado

Aquellas personas que han podido analizar el material requisado al vecino de Salvatierra destacan que hay piezas «buenas» a nivel arqueológico, pero que han perdido cualquier tipo de valor científico al sacarse de la tierra sin analizar su entorno y la posible existencia de un yacimiento. Por su elevado volumen los elementos de sílex -material que originalmente se utilizaba para herramientas de corte- los expertos de la Universidad del País Vasco llegan a catalogarla como «la colección lítica prehistórica más importante de todas las conocidas en Álava hasta la fecha». Ahora queda que los técnicos del Museo de Arqueología cataloguen todo este material y realicen una tasación para trasladárselo al Juzgado de Instrucción número 4 de Vitoria que se ocupa del caso.

«Este grupo criminal llevaba años dedicándose al expolio de diferentes yacimientos arqueológicos», apunta la Ertzaintza, que mantiene que las piezas se consiguieron sin ninguna clase de método científico ni precaución. «Para explicar este delito utilizamos el símil de quien arranca las páginas de un libro, lo que provoca que el lector no entienda la historia e incluso la tergiverse; no va a poder hacer un análisis completo. Esto es lo mismo que si te llevas cosas de un yacimiento», comenta.

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«El material que se encuentra en el subsuelo, independientemente de que sea en la puerta de tu casa, es de dominio público. La arqueología está reglada y cualquier actividad tiene que estar previamente autorizada por la Diputación. Si localizas alguna pieza de valor científico y la sacas directamente, cometes una ilegalidad porque afectas a su contexto y se puede tratar de un yacimiento desconocido que, en cualquier caso, tienes que entregar esas piezas al Museo de Arqueología del Bibat. Algo que no ha sucedido en este caso», detalla el jefe del Servicio foral de Museos y Arqueología, Javier Fernández Bordegarai. Por eso, la Diputación ejercerá acciones civiles y penales contra el acusado.

Vecinos de Salvatierra recuerdan a E. D. como un amante de la espeleología en su juventud -ahora ronda los 65 años- y que se conocía la Llanada Alavesa «como la palma de su mano». «Desconozco qué le ha pasado para llegar a este punto. El pueblo sigue en 'shock' tras la operación de la Ertzaintza», describe un antiguo miembro de su cuadrilla. «Es una persona sin maldad y seguro que se arrepiente de sus errores. Su interés inicial era dar a conocer su colección, pero se sintió incomprendido por parte de la Diputación y la UPV», defiende otro vecino. Este periódico ha querido contactar con el protagonista de esta historia, pero personas de su entorno han rechazado esta posibilidad por tratarse de una investigación que sigue bajo secreto del sumario.

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La comunidad científica pasó revista en 2017 a una parte de la polémica colección

La comunidad científica conocía la existencia de parte de esta importantísima colección lítica que ahora está bajo sospecha. La revista que anualmente edita el Instituto Alavés de Arqueología publicó en 2017 el artículo 'La colección lítica de Santa Bárbara (Egino): Huellas del pasado antiguo y reciente de la prehistoria'. En sus 25 páginas, suscritas por el acusado y el profesor de la UPV Alfonso Alday, se describen «medio millar de objetos, incluyendo bifaces, hendedores, raspadores, muescas y denticulados, puntas de retoque plano, un buen conjunto de nódulos y núcleos y una selección de soportes», aunque se reconoce que E. D. disponía de hasta 16.000 elementos de este tipo que -subrayan- se han recuperado «del cauce del (río) Arbara, generalmente en recodos concretos donde el agua se amansa». Este documento ha resultado determinante en la posterior investigación de la Ertzaintza.

«Mi trabajo se limitó a la apreciación técnica de una colección lítica que se me dijo que era homogénea y aparecía en un determinado lugar. No conocí de primera mano su origen exacto», justifica Alday. «Por parte del Instituto se acepta la publicación porque presenta un interesantísimo conjunto de piezas líticas que, en principio, viene de una recogida superficial. Hasta ahí, todo correcto. Lo que nosotros no controlamos ni sabemos es qué ha pasado con esas piezas, si han seguido el cauce reglamentario de entrega a la Administración o no. Eso nosotros no lo podemos saber», defiende Rafael Varón, actual presidente de este colectivo.

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