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Ingresado en la cárcel de Álava, Jesús G. no ha dicho ni mú desde el martes 20 de octubre, cuando policías locales y forales le capturaron en una bajera en Burlada (Navarra), a escasos cuatro kilómetros de Pamplona. Se refugió en esa lonja propiedad ... de su familia para escapar del cerco policial que había despertado su huida. Tres días antes, en un piso del Paseo de la Iliada, a cien kilómetros de allí, presuntamente acuchilló en el pecho a una mujer de 40 años y a la hija de ella, de sólo doce.
Desde su arresto permanece aislado en Zaballa. Jesús G., de 58 años, cumplía condena, aunque disfrutaba ya del tercer grado, por asesinar en 2002 a su exmujer, Alicia, en presencia de sus dos hijos en común. Se espera que hoy por la mañana declare por videoconferencia ante el Juzgado de Violencia sobre la Mujer, que finalmente se ha hecho cargo del asunto debido a su relación de«amistad cercana» con la víctima.Tendrá la oportunidad de dar por fin su versión sobre unos hechos sumamente graves.
Según ha sabido EL CORREO, se preparan cargos contra él por homicidio intentado (que podría ser doble si así se etiqueta su ataque a la menor), agresión sexual con penetración, amenazas y lesiones con instrumento peligroso. De prosperar, esa ristra de acusaciones podría desembocar en una condena que iría desde los 17 hasta los 35 años. La primera jueza que llevó el caso, titular de Instrucción número 4, decretó para él «prisión comunicada y sin fianza».
Verano de 2003. Jesús G. es condenado a 22 años en Navarra por asesinar a Alicia, su ex, un año antes.
Primer trimestre de 2019. Interno en Zaballa, un juzgado le concede el tercer grado. Acaba viviendo en un piso tutelado por una ONG en Salburua.
Viernes 16 de octubre de 2020. Pasa la tarde de compras con una vecina, a la que le une una amistad, y la hija de ella. Él duerme en su piso compartido.
Mañana del sábado 17. Va a la casa de ella. Tras obligarla a mantener sexo oral, Jesús G. presuntamente quiere repetir. Su víctima se niega y él la acuchilla. También ataca a la hija menor de ella. Acaba huyendo.
Martes 20. Detienen a Jesús en una bajera de su familia en el polígono de Burlada.
Por el asesinato de su mujer, Jesús ya estuvo interno desde 2002 hasta el primer trimestre de 2019. Al tratarse de una persona en tercer grado –trabajaba en el jardín botánico de Santa Catalina y debía estar sobre las 21.30 horas en un piso compartido de Salburua– se le considera «un claro agravante». «A esta persona se le dio una segunda oportunidad, con el informe negativo de los responsables de la cárcel, por cierto, y mira cómo ha respondido», deslizan fuentes policiales.
Durante sus tiempos muertos en Salburua conoció a una vecina del portal contiguo. Empezaron a pasar tiempo juntos. «Era una amistad cercana», asegura el entorno de la atacada.
La tarde previa al ataque, deslizan fuentes de la investigión, las dos víctimas y Jesús anduvieron de compras. Cada uno durmió en su casa. Por la mañana del sábado, él se presentó en la vivienda de ella. Presuntamente la obligó a mantener sexo oral. Incluso quiso repetir y, al negarse la mujer, él cogió un cuchillo y se lo clavó en el pecho. Le alcanzó el pulmón. La menor, que dormía en una habitación contigua, salió en su defensa y también se llevó dos cortes leves.
Ayudado por la niebla, Jesús desapareció de Salburua, que pronto se llenó de agentes locales y ertzainas. Se quitó la pulsera-chivato (que pitaba si no estaba a la hora convenida en el piso de la ONG) y se cree que cogió un tren hasta Pamplona. Presumiblemente contó con la ayuda de su familia para esconderse. En la lonja, los policías localizaron un microondas, una cama y hasta una televisión.
La última víctima de Jesús G. se enteró en el hospital Txagorritxu de la verdadera cara de quien consideraba su amigo especial. «Jamás le contó que era un asesino. Nunca quería hablar de aquello, sólo decía que le habían metido en la cárcel por un asunto menor, por una injusticia», comparten fuentes de la investigación.
En la Ertzaintza, cuerpo policial que lleva el caso, le consideran un delincuente «frío». De hecho, por la declaración de la víctima, «ni pestañeó cuando éste la atacó con el cuchillo. Y a la niña le salvó que rompió el filo antes de que la atacara». Por esta razón, la acusación podría ser de doble homicidio intentado.
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