La ilustradora alavesa que triunfa en Estados Unidos

Es el caso de Yolanda Mosquera (Amurrio, 1973). La ilustradora ha transformado algunas de esas páginas en dibujos con 'The silent of Water', el álbum editado por el prestigioso sello Triangle Square que toma un capítulo de esas memorias publicadas originalmente en 2006. Este libro lanzado hace seis meses en Estados Unidos ya ha sido elogiado por 'The New York Times' por «reforzar» el texto del gran autor portugués con unos dibujos en tonos blanco, verde y tierra. El periodista Gregory Cowles resalta el poder evocativo de las «ilustraciones paisajísticas de Mosquera» en esa recomendación de una de las cabeceras más destacadas a nivel mundial.

«Una no sale en el New York Times agarrada del brazo de Saramago todos los días así que es otra de las curiosidades y alegrías que te da la vida y la profesión», comenta agradecida Mosquera, que ya recibió el Premio Euskadi de Ilustración hace un lustro por 'La pequeña Roque', de Guy Maupassant. También ha sido distinguida en diferentes ferias internacionales, como la Bienal de Lisboa o la Competición de Shenzhen (China).

Aunque el proyecto 'El silencio del agua' se concibió para la Fundación Saramago con motivo el centenario del nacimiento del autor –que se celebró en 2022– «sigue vivo» en el mercado editorial. Ya se ha publicado en italiano, portugués e inglés. Será en marzo de este año cuando llegue a las librerías españolas de la mano de la editorial Lumen como una de las grandes novedades del primer trimestre. «Veremos si hay suerte y algún país oriental también lo publica», comenta Mosquera para referirse a una posibilidad abierta para un álbum con edad recomendada de lectura a partir de los 6 años.

Lo primero que hizo Mosquera tras recibir el encargo fue leer esas memorias. En un proceso de trabajo que se extendió durante algo más de un año –compaginado con otras labores– empezó a llenar de bocetos su escritorio con el personaje principal, pero también con trazos de fauna y flora. «Decidí crear las ilustraciones a partir de un escenario; las orillas del río Tajo y utilizar éste para expresar o sugerir la emoción o sentimiento de cada momento», explica acerca de esa historia que se sumerge en las vivencias de un niño que pesca en un río sin éxito. Cuando éste pequeño imaginado por Saramago cree atrapar algo se da cuenta de que un barbo ha mordido el anzuelo y rompe el sedal.

A esta narración acerca de los objetivos, fracasos y frustraciones le acompañan las pinceladas de Mosquera. «El ritmo de la lectura visual intenta imitar el agua que baja por un río suavemente, te introduces en la imagen y te dejas llevar», explica. Precisamente, el título del álbum, 'El silencio del agua', viene de unas palabras poéticas del único autor luso con un Nobel: «No creo que exista en el mundo un silencio más profundo que el silencio del agua. Lo sentí en aquella hora y nunca lo he olvidado».

En más de una ocasión, la artista alavesa ha contado que tiene recuerdos en los que se ve pintando desde los cuatro años. A los seis años su madre le apuntó a clases en la Kultur Etxea de Amurrio. Mientras la mayoría de niños jugaban en la calle, ella se quedaba atrapada frente a los folios. Después llegaron la licenciatura en Bellas Artes, con especialización en diseño gráfico, y postgrado en Ilustración Infantil.

Con esta obra, Mosquera se consolida como una de las grandes autoras de la ilustración nacional. A pesar de ello, reconoce que la precariedad permea especialmente en este ámbito creativo. «Vivir solo de ilustrar y sobre todo, en el campo editorial del libro, aunque se puede, son pocos los profesionales que lo consiguen», explica. «Luego estamos los que hacemos un poco de todo, que si un taller por allí, que si un proyecto por acá pero es muy complicado y a veces deprimente». A ello se le suma la Inteligencia Artificial, que entiende como un «peligro» para los autores por la «falta de regulación que existe».«Aunque mi visión es bastante apocalíptica, me surgen otras ideas, como que quizás sirva para volver a valorizar la experiencia creadora del individuo más que el resultado».

Esa reivindicación de lo artesanal arrastra mucha autoexigencia. Uno de los temores que tenía al enfrentarse a 'El silencio del agua' era repetirse, ya que otros ilustradores habían realizado encargos similares. «Aunque cada ilustrador es un mundo, me preocupé mucho porque fuera como un discurso paralelo al del texto». ¿Una de sus máximas? «El respeto al texto de Saramago. Solo espero que a él le hubiese gustado».