Por no sé muy bien qué razón, cosas del algoritmo de Google, hace unos días me saltó una alerta en el móvil que me dejó una mueca de extrañeza. Una noticia apuntaba, literalmente, que «El comercio de Miranda coge fuerza por los clientes de Vitoria». ... Uno, que siempre había pensado que las tiendas de la capital alavesa fenecían por la competencia digital y la poca población de la urbe, y resulta que el tamaño en esto tampoco importa.

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Las razones de las visitas comerciales de los hijos del Zadorra a la ciudad del Ebro se deben, según señalan de la asociación de comerciantes vecina, a que «por lo que nos comenta la gente que viene de allí, el comercio tradicional prácticamente ha desaparecido y al final la gente quiere ver cosas diferentes». O sea que, vaya por Dios, el comercio de Miranda de Ebro sobrevive mejor que el nuestro, curiosamente, con una ayuda inesperada: los consumidores de Vitoria que se han quedado sin comercio local y, por ende, sin variedad.

Primero, vayamos a los hechos reseñados en la prensa de la ciudad vecina. Miranda de Ebro, situada a una distancia que en Madrid se recorre en metro, se ha convertido en un destino atractivo para no pocos compradores alaveses. ¿La razón? Pues según dicen por allí, que «la gente de fuera valora mucho lo que tenemos, porque tiene donde elegir». Vaya, quién se podría imaginar que cerrar las tiendas tradicionales y poner todos los huevos en la cesta de las franquicias iba a ser una mala idea para todos menos para los dueños de las lonjas.

Esta situación debería ser un toque a rebato que nos invite a preguntarnos: ¿qué estamos haciendo mal? Visto el resultado de años de promoción del comercio local con nulo éxito -quien no reconozca que Vitoria es un erial, está ciego o bien pagado- quizás es el momento de mirar hacia políticas y acciones más agresivas en todas las direcciones. Porque uno empieza a creer que Vitoria es la ciudad verde por el color de los carteles de 'Se vende' o 'Se alquila'.

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Las instituciones pueden ser parte de la solución con medidas como imponer cargas impositivas a las lonjas vacías, incentivos fiscales más atractivos a emprendedores o reducción de trabas y trámites administrativos a comerciantes. La vía de los eventos es otro camino que atrae inversión y visitantes y, con ellos, bolsas de compra en las manos. Valen estas u otras fórmulas, que no soy experto en el tema, pero lo que se haga debe ser lo suficientemente potente como para recuperar la vida de nuestras calles.

Pero no todo corresponde a Ayuntamiento o Diputación. Otro foco está en los propietarios de los locales, en su mayoría antiguos comerciantes que decidieron que era más rentable ser rentista que emprendedor. Para qué trabajar pudiendo vivir de tocarse la barriga y fijar precios desproporcionados que algún tonto pudo pagar aunque fuese a pérdidas. El problema ha venido cuando su avaricia sin fin y las sucesivas crisis económicas han hecho inviable el pago de unos alquileres terriblemente absurdos en una ciudad como Vitoria.

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Este desvío de compradores hacia Miranda de Ebro debe ser visto no solo como una fuga de capital sino como un espejo en el que Vitoria debe mirarse para reevaluar y fortalecer su propuesta comercial. Los comerciantes vecinos señalan lo que nos mueve allí: la cercanía, la variedad, el trato humano… Trabajemos para ello porque, según dicen, eso escasea en Vitoria y resulta que estaba en Miranda.

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