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Hace siete días, mi cofrade de columna don Juan Carlos Alonso escribía sobre la irrupción de la cosa esa de Alvise en Álava. No es tontería. Son cifras que, junto con las de abstención, nos deberían hacer reflexionar a los demócratas. También esta semana, se ... ha publicado el tradicional informe de la agencia de noticias Reuters que dice que cada vez leemos menos noticias, es decir, somos más reacios, más desconfiados y… más desinformados.
A todo ello, se suman las palabras de los deportistas de élite franceses que, emulando a Zinedine Zidane hace 22 años y encabezados por Mbappé, han salido en tromba a pedir el voto para frenar a los ultra. Lo resume bien la frase de Marcus Thuram: «Lo que puede bloquear los extremos es votar así que... ¡A votar! Personalmente, estoy en contra de todo lo que divide».
Por el lado alavés, Unai Simón, portero del Athletic y de la selección española, ha dicho que los futbolistas no están para estos 'ruidos'. Para el arquero, solo «debería dedicarme a hablar de temas deportivos y los temas políticos dejárselos a otras personas o entidades». Alguien debería decirle que frenar a los extremos no es política, sino defender la democracia.
Y no, no se trata de hacer ningún cordón sanitario. Sino de ejercer nuestra responsabilidad como ciudadanía y provocar que de las elecciones salga la foto más real del conjunto de la sociedad, y no solo la de los votantes. Y no me creo que en la España real, ni en la Francia real, la mayoría sea ultra. Si acaso, sí la mayoría de los que votan. Con el mero ejercicio de ir todos a las urnas, se frena la amenaza.
Pero antes de señalar a los demás, quienes tenemos una tribuna también debemos hacer el ejercicio de mirar y actuar en lo que podemos hacer nosotros. Porque cada vez que leemos un periódico o navegamos por las redes sociales nos sumergimos en una narrativa que tiene el poder de moldear nuestra percepción del mundo e influir en lo que consideramos relevante y verdadero. La responsabilidad de quienes escribimos no se limita a informar; también implica seleccionar qué asuntos entran en la agenda pública y cómo se presentan.
Hay muchos ejemplos de temas que se nos van de las manos. De los que hablamos para ganar relevancia o clics en nuestros textos. Pero que están fuera de contexto. Por ejemplo, la cobertura sobre la inmigración, que cuando se trata con una atención desproporcionada puede crear la percepción de una crisis migratoria inexistente. O la obsesión por los sucesos que también contribuye a una visión distorsionada de la seguridad. Porque aunque vivimos en una época con niveles de criminalidad históricamente bajos, la cobertura constante de pequeños delitos crea la sensación de que estamos en peligro constante. Esto lleva a la ciudadanía a demandar políticas más duras y favorece la narrativa de mano dura que tanto gusta a los extremos.
Por eso, antes de mirar lo que hacen y dicen los demás, el primer deber de quienes escribimos es la selección de la agenda. Porque los temas de debate no vienen dados, ni los marcan los políticos. Se crean en los medios. Por eso, los que tenemos el poder de escribir debemos ser conscientes de la influencia de nuestra narrativa y actuar con responsabilidad y ética. No se trata solo de informar, sino de hacerlo de manera que fomente la comprensión, la solidaridad y la justicia, en lugar de alimentar el miedo y la división. En definitiva, defender la democracia, que es lo que pide Mbappé, también a los alaveses.
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