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A principios de esta semana, un buen amigo -tozudo como él solo pero con un corazón tan grande como su cabeza- abría en la red ... social X un debate que me resultó tremendamente interesante y significativo de la forma de ser de Vitoria. El zagal subió un texto de otro tuitero que hablaba de la batalla que en una ciudad del norte sin determinar se daba por el presunto choque de dos modelos de crecimiento. Por un lado, el burgués-comercial centrado en los viejos tejidos productivos locales y la industria. Por otro, el turístico-hostelero y constructor apuntando a los eventos y la atracción de turistas para convertir el pueblo en un parque temático y sacar los cuartos a los extraños..
La opinión de mi amigo, muy respetable, es que Vitoria debería mirarse en ese espejo y blindarse ante las tentaciones de convertir nuestra capital en la ciudad del evento y de las sandalias con calcetines blancos. Una cohorte de sus seguidores, también en su pleno derecho, jalearon y aplaudieron mayoritariamente la defensa de lo propio frente a inventos modernos. Lo ejemplificaban con la anunciada llegada de una sucursal de la cadena de 'cafeterías' Starbucks a Vitoria como el paradigma de que belcebú está a nuestras puertas.
Que conste que les puedo llegar a entender. Uno ve las imágenes de Barcelona o incluso Bilbao, o la malparida presión que los pisos de los 'erbianbí' hacen sobre la vivienda, y dan ganas de ciscarse a bocinazos. Pero, pardiez, que esto es Vitoria. Y, que recuerde, no tenemos efecto Guggenheim, ni cruceros, ni Sagrada Familia. A lo más, algo así como un 'efecto litrona' que trae cada año a una 'manifa' de calvos melenudos al Azkena. O un 'efecto Aquarius' con su puñado de espigados y espigadas para las tres pruebas deportivas que pueblan nuestro calendario.
Claro, estos cruzados anti turistas pueden temer que los rockeros y los atletas vengan a los suyo y acaben quedándose en Vitoria por los sueldos fetén que Pascal Gómez garantiza que se cobran por aquí. Que lo dice el convenio, certifica... Conozco gente que con menos de mil quinientos euros netos por doce pagas, convenio mediante, en vez de irse lo que hacen es quedarse en Vitoria todo el año, incluido agosto. Por lo que sea.
Pero volvamos a lo de recelar de la ciudad-evento. En mi opinión, que no es mejor que la de mi amigo, por supuesto que tenemos que atraer todo tipo de eventos y potenciar los que tenemos. Desde el Azkena al FesTVal, del Jazz a Poetas en Mayo. Dar alas a los hosteleros para que planifiquen actividades, ponerles facilidades. Organizar congresos y eventos empresariales. Repetir la Copa del Rey y la Final Four si se puede. Llenar nuestras calles de gentes de otros lugares que dejen sus euros en nuestros escaparates. Porque eso genera riqueza y empleo. Vida y oportunidades. Bienvenido sea Starbucks, aunque no creo que jamás me vean en uno. Pero bienvenidos sean todas las personas emprendedoras que monten una cafetería o una franquicia.
Y eso no tiene por qué estar reñido con la defensa de lo 'nuestro'. Aunque lo nuestro ahora mismo sean locales vacíos y calles desiertas. Sembremos para atraer. Hagamos planes interinstitucionales para ofrecer suelo y buenas condiciones a la industria. Compitamos con todo para que Vitoria sea apetecible para invertir, para trabajar, para visitar y por supuesto, para vivir. Hoy, le pese a quien le pese, no lo es tanto como pensamos. Y tengamos claro que si no somos capaces de diversificar nuestro tejido, obtener nuevos recursos, tener y apoyar iniciativas audaces, atraer talento… acabaremos siendo una ciudad mediocre. Y el último, que apague las velas.
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