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Diana, Henar, Íñigo, Ane, Maddi, Maxi, Itziar, Montse, Alejandro, Ángela, Aurelio, Araceli, René, Lola, Julen, Jon o Montse, Marta. Los lectores de EL CORREO les han visto estos días en sus páginas. En foto. Con máscara, sin ella, en Urgencias, en las UCI, por los ... pasillos, en consulta, al pie de la cama de un enfermo, moviendo muebles de un lado para otro, levantado habitaciones en gimnasios, desinfectando rincones ocultos... Han dejado durante unos segundos todo para asomarse al periódico con una sonrisa y dar ánimos. ¡Ellos a nosotros! Los más expuestos al virus que tiene en jaque al planeta, los que han vivido el mes más extenuante de su vida profesional y empiezan otro quizás peor, los que hace semanas que no abrazan a sus familias... «Nosotros nos encargamos de cuidaros y sacar a los vuestros de aquí. Quedaos en casa», nos han dicho una y otra vez.
Y desde nuestras sillas de escritorio y nuestros teclados, desde un teletrabajo que nos parece un juego de rol al lado del suyo, este periódico quiere agradecer la entrega de los más de 5.200 profesionales que forman parte de la OSI Araba, la organización que integra los dos hospitales Txagorritxu y Santiago, los centros de salud y el PAC de Vitoria y el consultorio de la cárcel. Hay muchos más soldados en este gran batallón de la cruz azul alavesa, pero estos son los que primero recibieron la bofetada del Covid-19, el 'bicho' que también se ha instalado en las vías respiratorias de decenas de ellos, a veces desprotegidos frente a gotitas, aerosoles y otros medios de invasión de este virus encapsulado.
El galardón 'Alavés del mes de marzo' es para celadores, limpiadoras, cocineros, personal de mantenimiento, informáticos, administrativas, auxiliares, médicos de hospitales y centros de salud, enfermeras, psicólogas y cualquier otro eslabón de esta cadena humana que combate contra 'la enfermedad de la soledad'. Porque además de inflamar pulmones, el coronavirus -la Coivid-19 según la Real Academia Española, que dice que es mejor en femenino- aísla. A los enfermos les falta el aire y no le pueden agarrar la mano a nadie para sentir que siguen vivos. Y entran ellos en la habitación, vestidos de apicultores desconjuntados, con la mascarilla del día anterior y susurran, acarician, calman, hacen llamadas y hasta les leen cartas.
Son decenas los profesionales de esta OSI que han contados sus experiencias a través de estas páginas. Las buenas y las malas. Porque muchos han llorado agobiados por la sensación de no dar más de sí, han corrido por pasillos y escaleras, han alargado turnos, han aplazado vacaciones y se han alejado de padres, madres, parejas, hijos...
«Estábamos esperando que esto viniera de cara y se nos coló por la puerta de atrás». «Agradecemos los aplausos pero toda superheroína tiene que tener su supertraje». «No estoy preparado para ver a mis colegas llorar». «Espero que todas estas fuerzas que estamos gastando sirvan para poder ayudar al todo el que acuda a nosotros». «En casa intento transmitir la calma que en ocasiones no tengo». «El momento en que llega un paciente a la UCI es duro, ves el miedo en su cara y tratas de calmarlo».
Son titulares que se han leídos estos días aquí. Humanos que cuidan de humanos. Gracias.
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