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Kontxesi, la bibliotecaria, parece algo azorada. Es natural. Con toda probabilidad, el que va a cruzar en unos instantes el portón de La Casona es el visitante más ilustre que ha tenido jamás la biblioteca del pueblo. No tiene muy claro cómo ha de recibir ... a todo un Princesa de Asturias de las Letras, al escritor cubano más leído, al referente indiscutible de la literatura policiaca en español... que llega aquí, a Amurrio, tras las huellas de su pasado.
Leonardo Padura (La Habana, 1955) ha sido invitado a recorrer el Valle de Ayala de la mano del Festival de Novela Negra y Policiaca Vitoria-Negrasteiz, que ha traído estos días a la capital alavesa lo mejor del género y con el que colabora EL CORREO. Este periódico pudo compartir con el prestigioso autor una visita de carácter privado a Amurrio y al Conjunto de Quejana, en una mañana en la que trató de seguir el camino contrario al que en su día emprendió el primero de sus antepasados que cruzó el Atlántico; aquel misterioso personaje al que todavía no ha logrado poner nombre.
«Tenemos 40.000 ejemplares en la biblioteca», presume con orgullo la directora del centro cultural de Amurrio. El escritor responde con una sonrisa cortés, se deja guiar entre los anaqueles, ante esa vieja palmera que se interna en las entrañas del propio edificio. Pero este no es el árbol que ha venido a buscar aquí. El suyo, el genealógico, tiene unas ramas tan frondosas que ni siquiera dejan ver el tronco. «Lo cierto es que hay muchos Padura en esta zona, es un apellido que, como otros tantos en euskera, tienen como origen un topónimo: hay quien asegura que quiere decir terreno encharcado, pero también hace referencia a un aprovechamiento boscoso», explica Ander Iturbe, técnico de Cultura de la localidad.
Lejos de amilanarse, las explicaciones del amurriano parecen despertar todavía más el interés del escritor que, solícito, se presta a firmar sus obras disponibles en la biblioteca. Se ajusta las gafas de cerca que lleva colgadas al cuello con un cordoncito y escribe dedicatorias en las primeras páginas de 'El hombre que amaba a los perros' –quizás, su obra culmen–, 'Como polvo en el viento', 'Herejes', 'La neblina del ayer' y 'Personas decentes'.
(Un consejo: si es un lector especialmente fetichista, no lo dude y acérquese a Amurrio para tomar en préstamo –prés-ta-mo, no lo olvide– alguno de estos ejemplares).
Algo turbado ya ante tanta atención, ante tanto agasajo, al autor le esperan en el Ayuntamiento. El alcalde de la localidad, Txerra Molinuevo, le recibe en el salón de plenos. Allí le entrega una pequeña reproducción de ese Guk que se ha convertido en el símbolo oficioso de Amurrio. «Su visita es un honor para nosotros», asegura el regidor mientras le invita a firmar en el libro de honor. Desde luego, contar con la rúbrica de un escritor internacional siempre da empaque.
En un paseo bajo la fina lluvia, acompañado por su esposa Lucía, Padura trata de mirar más allá de los tejados y de los edificios, hacia ese paisaje, ese valle de un perfecto verde que parece eléctrico al contraste con el cielo gris plomizo, que es lo más apuesto que puede haber en el mundo al de Mantilla, el barrio habanero donde el autor sigue viviendo en la misma que construyó su padre hace casi 70 años. «No ha salido el mejor día para visitarnos», concede el regidor mientras, a estas alturas, Padura ya tiene claro que sus antepasados no tuvieron mal ojo al cambiar este clima por el cubano.
La última parada por esta suerte de 'tour' por sus raíces lleva al escritor a Quejana, cuna y orgullo de los señores alaveses, donde Padura se interesó por la historia y por el proceso de restauración de los sepulcros del Canciller Ayala y su familia. Quién sabe si la próxima novela del autor pueda llevar al lector hasta aquí, hasta esta tierra que tanto se presta a escarbar en el pasado.
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