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Los reyes de España visitaron Nueva Orleans el pasado mes de junio para conmemorar los tres siglos del nacimiento de la ciudad y reivindicar las raíces españolas de la ciudad, así como del Estado de Louisiana (Luisiana), que perteneció a la corona española en el ... siglo XVIII.
Florida, Texas, Louisiana, Colorado, California y todos los estados del Oeste americano, incluido Alaska, fueron explorados por aventureros mandados por la Corona española y catequizadas por frailes -primero jesuitas y luego franciscanos-, cuando Estados Unidos comenzaba a hacerse nación en la costa atlántica.
En esta tarea colonizadora tuvieron un protagonismo muy importante dos alaveses: el gobernador de California Diego de Borica y el franciscano Fermín Lasuen. Sus historias son tan apasionantes y desconocidas que dan para varios capítulos. Así que empezaremos primero por Lasuen.
Fermin Francisco de Lasuen y Arasqueta nació en Vitoria en 1736. Entró en el convento de San Francisco de la capital alavesa para iniciar su carrera religiosa en 1751. Ocho años después zarpa para México junto a otros 18 religiosos, entre ellos los alaveses Esteban Pérez de Arenaza, Francisco de Pangua, Dionisio de Basterra y Juan de Medinaveitia.
En el registro de embarques, que se guardan en el Archivo de Indias, se dice de él que tenía «23 años, era de estatura proporcionada, encendido de rostro y picado de viruelas, bastante barba y de pelo negro y crespo».
Según el escritor Ángel Martínez Salazar, en su libro 'Presencia alavesa en América y Filipinas', una vez en la antigua Nueva España fue ordenado sacerdote en el colegio San Fernando de México un 17 de marzo de 1767 y es destinado a las misiones de la Baja California en abril de 1768. Allí empieza su leyenda por su trabajo y su entrega abnegada hacia los indígenas cochimíes en San Francisco de Borja durante cinco años.
Su siguiente destino fue la importante misión de San Diego una vez que fue destruida por los nativos. Cuando muere Fray Junípero Serra es nombrado presidente de las nuevas misiones en febrero de 1785.
En esa tarea de dirigir la cristianización de California fue donde destacó el vitoriano. No solo conservó y consolidó las misiones existentes -San Diego de Alcalá, San Carlos Borromeo (donde está enterrado), San Antonio de Padua, San Gabriel Arcángel, San Luis Obispo, San Francisco de Asís, San Juan Capistrano, Santa Clara y San Buenaventura- sino que creo otras nuevas: fundaciones de Santa Bárbara (2-12-1786); Purísima Concepción (8-12-1787); Santa Cruz (28-8-1791); Soledad (9-10-1791); San José (11-6-1797); San Juan Bautista (24-6-1797); San Miguel Arcángel (25-7-1797); ; San Fernando Rey (8-9-1797) y San Luis Rey (13-6-1798) . En total, nueve misiones. Muchas de ellas permanecen en pie y se puede seguir su huella en internet (por ejemplo, misión de Santa Bárbara) con gran cantidad de datos. Sus nombres perduran, en ocasiones transformadas en ciudades.
Los norteamericanos han entronizado al fraile Junípero Serra como uno de los padres de la patria y su imagen comparte espacio en un salón del Capitolio con representantes de cada uno de los 51 estados. El papa Francisco lo canonizó en 2015, aunque no se ha librado de la polémica de ser un colonizador de indios.
Lasuen continuó y mejoró la obra de Serra. En su 'Historia de California', Hubert H. Bancroft dice de su personalidad que «en él se encuentran todas las cualidades que hace a un padre ideal. Era, personalmente pequeño y compacto, de expresión vivaz, de modales siempre agradables, aunque dignos. Era un viejo franco y bondadoso, que hacía amigos a todos los que trataba. Distinguidos visitantes franceses e ingleses igual que los españoles quedaron impresionados de su dulzura y su fuerza de carácter».
Donald C. Peatte, por su parte, comenta que el vitoriano fundó nueve misiones y «elevó el sistema de estas fundaciones al más alto grado de eficacia, prosperidad e influencia. Aspiraba a que cada Misión se bastase por sí misma e hizo enseñar a los indios más de cincuenta oficios para que hiciesen el trabajo de carpinteros, canteros, zapateros, carreros, vaqueros, pastores... que cada una de ellas requería. Las indias aprendían las artes de hilar, de tejer y de hacer vestidos. Las Misiones producían sebo, cueros, vasijas, cestos, mantas, sillas de montar, jabón, velas y vino. En los huertos se cultivaban muchas legumbres. Se plantaron limoneros, olivos, almendros, nogales, higueras, palmeras y parras. Se araron extensos campos en los que se sembró trigo, cebada, maíz y avena. Se crearon sistemas de riego. Se represaron ríos y se construyeron embalses y acueductos. Bellas fuentes sirvieron de ornato a muchos de los jardines. También se utilizó el agua para mover molinos de grano y aceituna. Muchos de los sistemas hidráulicos que instalaron los frailes siguen utilizándose parcialmente en los pueblos y haciendas».
Martínez de Salazar apunta que todos estos progresos se deben a la dirección de Lasuen pues, si Serra fue el pionero y el adelantado de primera hora, al alavés se le debe el apogeo del progreso técnico y económico. Después de su fallecimiento en 1803, un 26 de julio en San Carlos de Monterrey, solamente se abrieron tres misiones más. La independencia de México y la posterior anexión de los Estados Unidos de estos territorios fue el comienzo de la decadencia de las misiones, que han pasado al imaginario de todo aficionado al cine en las películas de indios y vaqueros. En muchos films antológicos del Oeste las misiones franciscanas son localizaciones imprescindibles en las narraciones.
La acción de Lasuen se puede ver hoy en día en algunas de las misiones que quedan en pie (Santa Bárbara, San Juan Baustista o Santa Cruz). La mayoría de las iglesias misionales tenían ya el aspecto que presentan las mejor conservadas. Angel Martínez Salazar afirma que el estilo misional bien podrá calificarse de 'estilo Lasuen'. Se construyeron muros de dos metros de espesor, sostenidos a veces por contrafuertes. Los primitivos techos de paja se cubrieron con tejas que los franciscanos enseñaron a fabricar a los nativos. Y aún hubo lugar para que siguiera desarrollándose el arte indígena. La mayor parte de las puertas originales de las misiones, observa Donald Culross Peattie, «están talladas con líneas profundas paralelas y onduladas, el simbólico 'río de la vida' de los indígenas». Culross concluye que «así fue como frailes y neófitos se unieron para crear un estilo característico de arquitectura y decorado. Las líneas suavemente onduladas y el delicado colorido de las Misiones están en perfecta armonía con el ambiente que las rodea. Aparecen gratas, tranquilas, hospitalarias y fuertes».
Las misiones que crearon los franciscanos españoles estaban separadas unas de otras por una distancia aproximada de una jornada de viaje. Fueron de hecho albergues providenciales para los viajeros de aquella época. La imagen de un jinete solitario llegando a una misión en medio de la nada está en nuestra retina, repetida una y mil veces en las películas del oeste. Es un elemento de civilización en un medio hostil y duro. Cuando el proceso de independencia fue secularizando la vida cotidiana americana y arrebató a los indios la propiedad, todavía siguieron siendo granjas sumamente productivas en manos de los nuevos rancheros. También sirvieron como graneros y bases de aprovisionamiento para los buscadores de oro, que no hubieran podido realizar de otro modo su fatigosa marcha hacia el Oeste.
Es curioso. Los vitorianos destruyeron el convento de San Francisco, el más importante de la ciudad. Los americanos tratan de conservar como sea los vestigios que quedan de las misiones creadas por los religiosos franciscanos, entre ellos el vitoriano Fermín Lasuen. Para ellos son monumentos de su historia dignos de conservar. Los últimos vestigios del convento franciscano en Vitoria están a punto de desaparecer detrás de la delegación central de Hacienda. De él salió un día esta fantástica historia americana. Desde 1963 el gran franciscano tiene calle en Zaramaga .
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