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Parecía la noche del 9 de agosto, pero con mascarillas y bastantes menos apreturas. En pleno repunte de la curva de contagio de Covid-19, los hosteleros alaveses –a los que el Gobierno vasco ha paralizado durante un mes, como mínimo– lograron lo que parecía imposible en estos tiempos de pandemia. La marcha empezó en la plaza de Bilbao, fue engrosando por las calles del centro y llenó la Virgen Blanca.
Según fuentes de la organización, «más de 10.000 personas» secundaron su desesperado llamamiento de ayuda. Señalados por las instituciones como posibles focos de infección, no se les permitirá subir la persiana antes del puente de la Constitución. Una solución que ha soliviantado al sector, del que se alimentan directamente 5.000 familias en la provincia, que genera un número indeterminado de empleos indirectos y que despliega una labor socializadora que no se paga con dinero.
Minutos antes de las 17.30 horas, cuando debía arrancar la marcha desde la plaza de Bilbao, ya se percibió que se trataba de una jornada especial. Un grupo ataviado con chalecos reflectantes ordenó a las riadas de participantes que se colocara en columnas de a tres. Todos detrás de una pancarta con un lema tan básico como contundente; «SOSOstalaritza (SOSHostelería)».
El cierre en primavera, las restricciones posteriores y el telón preventivo anunciado el jueves por Urkullu les saben a castigo excesivo. Pero esta última decisión del Ejecutivo de Lakua también ha tenido un efecto inédito en el gremio, la unión de este reino de taifas. En la tarde de ayer desfilaron bajo el mismo lema tasqueros de todos los colores. Y con ellos, cientos de vitorianos anónimos.
Avanzaron entre aplausos a pie de acera y desde las ventanas. «La gente está con nosotros porque de la hostelería viven muchas personas», desgranó Paco Gibello, del Akelarre de la calle Reyes Católicos. Su negocio da trabajo a siete profesionales. Todos están ya en ERTE. «Estoy preocupado por ellos y ellos también porque posiblemente habrá que reducir plantilla en un futuro».
Entre lágrimas aguardó su turno para marchar Belén Pulido. Patronea la cafetería Egon Toki, en Pedro Orbea. «Mira cómo estoy. Ahora a esperar a ver hasta cuándo nos dejan aquí. No entiendo la situación porque nosotros adoptamos todas las medidas que nos obligan, pero en el transporte público no hay distancia ni desinfección por cada uso», valoró. Su familia vive de su bar. «No entran más ingresos».
Mimetizado con otros hosteleros, el coctelero Robin Martínez, del Jatorki (Pintorería), no dejaba de mirar a su alrededor. «Se siente una sensación de apoyo por parte de la ciudadanía de la que carecemos por parte de las instituciones», esbozó. «Estamos hartos. La situación es muy grave y muchos negocios están tocados, a punto de cerrar. Cosa que las instituciones no han querido tener en cuenta», censuró este druida vitoriano.
Durante todo el recorrido –que transcurrió por Francia, La Paz, Florida y Dato–, los aplausos se alternaron con soflamas reivindicativas. «Más ayudas, menos represión» o «Cerrar la hostelería no es la solución» fueron de las más coreadas por los participantes en la marcha, la más multitudinaria en Vitoria desde que el coronavirus coartó nuestra existencia y provocó un reguero de pérdidas humanas.
Virginia y María salieron a aplaudir a la puerta de su tienda, Indi&Cold en la calle Dato. ¿Por qué?«Porque tienen razón. Pagan justos por pecadores. Que nos enseñen las estadísticas de dónde se producen los contagios», clamaron al paso de las columnas.
La marea poco a poco inundó la Virgen Blanca, que se quedó pequeña ya que la mayoría trató de guardar cierta distancia con los más próximos. «Debido a las medidas de seguridad, los últimos en llegar han llenado la plaza España», cantó el 'speaker' con evidente tono de satisfacción.
Hubo 'bertsos', reclamaciones en euskera y castellano y la sensación generalizada en el sector de que se les ha culpabilizado y abandonado a su suerte. Reduan Ibinzireg alternaba los aplausos con un gesto de desasosiego. Es copropietario del conocido bar Santiago, en Santo Domingo. «Por un lado estoy muy contento porque ha venido mucha gente. Eso está muy bien. Hoy (por ayer) se ha demostrado que Vitoria está con nosotros», manifestó este tasquero magrebí. «Pero tenemos hijos, familia a la que ayudar y al final van a cerrarnos y estamos jodidos. Ya estuvimos tres meses cerrados y ya no tenemos ni para comer. Este mes no sé qué vamos a hacer».
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j. barbó, d. gonzález, m. peciña y j. romero David González Judith Romero
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