Ver a los nietos, recuperar el contacto con los hermanos que viven en otra ciudad, pasear con amigos... La vida de antes, pero con mascarilla, distancias y horarios. Recuperar algo de normalidad es un alivio para los residentes de IMQ Igurco Araba, antigua Clínica ... Álava, una de las que más intensamente ha sufrido los embates de la pandemia. Y no sólo por tener positivos, sino porque de la noche a la mañana se tuvo que vaciar por orden de Salud, enviar a sus usuarios a Murgia y reconvertirse en 'hospital covid' de cuidados intermedios.
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Hace ya un año que la treintena de residentes volvió a sus habitaciones de la calle Álava, pero un cambio así en un colectivo tan vulnerable deja huella. «De vez en cuando hablamos con ellos sobre cómo llevan la pandemia, cómo se sienten y aún recuerdan aquellos días», explica la directora, Elena Beristain. Su centro recibe con los brazos abiertos las nuevas órdenes que permiten los paseos diarios terapéuticos y más visitas. «Muchos hablan más de ver a sus nietos que a sus hijos», confiesa Nora, la trabajadora social.
Directora de IMQ Igurco
Trabajadores y residentes han pasado por todas las fases de esta crisis: el miedo, el aislamiento, el temor a contagiarse y contagiar, las videoconferencias, los abrazos y besos online, las desescaladas, las salidas, la alegría de las vacunas, los picos, de nuevo las visitas a cuentagotas... «Esta cuarta ola se les ha hecho más dura, porque ya se habían adaptado a la rutina de tres visitas a la semana y de repente otra vez a volver a lo de antes», relata Nereida, psicóloga. Así que esta vuelta a la casi normalidad la toman por un lado «con cautela» y por otro con el entusiasmo de los niños que salen de nuevo al recreo. «Estamos preparando la primera salida grupal a un museo», revela. O a buscar piedras pintadas por la ciudad.
La residencia ha tenido que reinventarse para poder mantener un calendario de actividades. Así, los encuentros de abuelos y escolares han sido por videoconferencia y días especiales como el de la mujer, el de historias de vida, San Prudencio o la familia se han celebrado adaptados a la pandemia. «Cada pequeña actividad nueva que podemos hacer nos da esa esperanza de que caminamos hacia la nueva normalidad», señala la directora.
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cansancio
Lo de la resiliencia, tan de moda en las escuelas de padres y madres, es aquí pan comido. Si lo sabrá Juan González Galera, que a sus 68 años ha visto ya de todo. En los tres meses que lleva en IMQ Igurco le ha dado tiempo a plantar todo tipo de hortalizas en los huertos urbanos que la residencia ha montado en el jardín. «Es una terapia para mí». Ya han comido las primeras lechugas y hasta que lleguen los tomates Juan confía en haber dado muchos paseos cerca de la residencia con sus amigos.
«Es el primer día que vengo sin pedir cita ni mirar la hora», explica Yolanda Alangua, tras dar un paseo con su padre Florencio. «Hemos pasado de todo», confiesa. Una vez superado lo peor, incluso el 'bicho', Florencio está más tranquilo. «Ahora ya con las visitas pueden venir los nietos y esa es otra alegría», señala. Son también la ilusión de Maria Luisa y Roberto, que esperarán a uno de sus tres hijos para salir a dar un paseo largo. Y también la de la coqueta Matilde Marquínez, que a sus 93 años y tras haber criado a 7 hijos, disfruta de las sesiones de fotos. El viernes vino a verla su nieta desde Viena. Está muy contenta. E informada. «Hay que tener cuidado, que la gente está muy loca. En la televisión ves cada cosa...».
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