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El Cuerpo de Miñones de Álava y el Ayuntamiento de Fuentesaúco han rendido homenaje este lunes a Domingo de Amézaga, primer agente de la policía foral alavesa muerto en acto de servicio hace ahora 224 años.
Varios miñones en activo y varias docenas de jubilados, ... encabezados por el Vicelehendakari Primero y Consejero de Seguridad, Josu Erkoreka, el Viceconsejero de Seguridad, Rodrigo Gartzia, y la diputada foral de Igualdad, Euskera y Gobernanza, Jone Berriozabal, han participado en la tarde de este lunes, festivo en Fuentesaúco, en los actos oficiales del homenaje realizado en la Iglesia de Santa María del Castillo de la localidad, lugar dónde está enterrado Amézaga desde el año 1800.
Una ofrenda floral y un aurresku han sido parte de los actos con los que se ha rendido honor a Domingo de Amézaga. Fue en la primavera de 1800 cuando este agente foral y siete compañeros más acudieron a la zona para socorrer a los vecinos de las acciones de un grupo de salteadores, tras ser solicitados por un juez de Valladolid a la Diputación de Álava. En una encerrona en Fuentesaúco, Domingo de Amézaga recibió un disparo y fue trasladado al hospital del pueblo, aunque nada se pudo hacer por su vida. Falleció el 12 de junio de 1800 y desde entonces, el cuerpo de este vitoriano reposa en la sepultura número doce de la iglesia de este lugar, según descubrió el investigador y miñón en activo Jorge Cabanellas.
Este lunes, los uniformados forales volvieron a las calles de Fuentesaúco, 224 años después de que en 1800 fueran reclamados para tratar de poner fin a una banda de salteadores de caminos que atemorizaban a vecinos y viajeros de las provincias de Zamora, Salamanca y Valladolid.
Los miñones, vestidos de gala y con trajes de diferentes épocas, acompañados de Erkoreka, Gartzia y representantes forales y autoridades locales, han vuelto a ser protagonistas de la actualidad de esta localidad zamorana. Entre los presentes han estado el jefe de Miñones y el propio Jorge Cabanellas, autor del libro 'Historia de los Miñones de Álava', que han seguido con emoción la ofrenda floral y el aurresku en honor de Amézaga, al son de los txistularis enviados por la asociación de Miñones jubilados. Los actos se completaron con una comida, la recepción oficial en el Ayuntamiento, un intercambio de regalos y la participación de la comitiva alavesa en la procesión de la patrona Virgen de la Antigua que Fuentesaúco celebra cada 20 de mayo.
Según narra Cabanellas en su libro, la razón de la presencia y muerte de este alavés en Zamora la tuvieron 'El Chafandín', Manuel Fernández 'El Pollo' y 'El Periquillo', integrantes de una peligrosa banda de salteadores. El 6 de mayo de 1800, un juez de Valladolid solicitó a la Diputación de Álava la presencia en Zamora de los forales para acabar con esta banda, ya que en el lugar no había más policía que un grupo de milicianos, que además estaban sobornados por los bandoleros.
A los pocos días, viajaron a caballo Domingo de Amézaga, Juan de Pinedo, Pedro de San Martín, Ylario Alonso de Víllodas, Clemente Uriarte, Mauricio Figueras, Bentura Domínguez y el comandante Marcos de Gochicoa, y el 23 de mayo ya detuvieron a dos malhechores.
El 12 de junio, la patrulla pasó la noche en el mesón de Fuentesaúco, donde fueron rodeados por la milicia local. Una llamada a la puerta y el sonido de alguien corriendo alertó a los Miñones, por lo que Amézaga se asomó por la ventana, instante preciso en el que recibió un balazo en la cabeza. Fue trasladado al hospital de la localidad, pero el cirujano no pudo hacer nada por salvar su vida. El párroco sólo logró saber que «estaba casado en la ciudad de Vitoria y que tenía dos hijas y un niño», explica Cabanellas autor de la investigación.
«Se le podía haber enterrado en la capilla del hospital, pero los alcaldes del pueblo determinaron que recibiera sepultura en la iglesia 'con toda la pompa posible'. Y así fue, el funeral, digno de un noble, fue oficiado por once sacerdotes, dos religiosos y la Cofradía de la Cruz. El pueblo entero de Fuentesaúco asistió al sepelio para rendir honores al honrado policía que les había ayudado frente a los corruptos y malhechores».
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Por su parte, el resto de miñones «fueron apaleados y detenidos a pesar de que mostraron sus credenciales. Con grilletes en pies y manos fueron trasladarlos a la cárcel de Zamora», mientras los vecinos de Fuentesaúco no daban crédito a lo que veían. Los corruptos milicianos estaban capturando al único grupo de policías que les había ido a socorrer.
Sin embargo, el Comandante de los Miñones pudo sobornar a un carcelero para que llevara una carta al Canciller de Valladolid para que comunicase al Rey Carlos IV el atropello cometido con los alaveses. El Rey envío una comitiva a Zamora que liberó inmediatamente a los miñones.
Dotaron a los miñones de caballos y material y continuaron detrás de los bandoleros. La Diputación Alavesa envió otros miñones, en esta ocasión solteros, para que no dejasen viudas en caso de fallecer, explica. El grupo de miñones retomó la persecución de los bandoleros y tras varios tiroteos en los que cayeron algunos de los delincuentes, los salteadores, sabedores del acoso de los policías, huyeron a lugares donde sabían que podían recibir auxilio.
Después de unos meses de misión, los alaveses volvieron a su tierra dejando en la zona buenos recuerdos y el legado de un compañero que pasaría al más absoluto anonimato, hasta que Cabanellas investigó su historia, la publicó y, este lunes, se le dispensó el homenaje conjunto en el lugar donde reposan sus restos.
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