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Cuando Camino Campo ingresó con 17 años en la Escuela de ATS (Ayundante Técnico Sanitario) ubicada en el interior del Hospital Santiago de Vitoria en ... 1974, las estudiantes, todas mujeres, vestían uniforme gris marengo con delantal, cofia, medias y calzado blanco. Por la calle se cubrían con una capa azul marino con la insignia de la escuela. Las monjas siempre estaban atentas –mucho– a que la largura de la falda fuera la 'adecuada' y a las jóvenes se les sugerían cuestiones estéticas como que llevaran pendientes cuando estaban realizando sus prácticas o que se ataran el último botón de la camisa.
Desde entonces ha llovido mucho y la profesión de enfermera ha cambiado radicalmente, tanto que pasó a convertirse en una carrera universitaria y dejaron de ser una simple sombra de los médicos. Campo, antigua directora de Enfermería del Hospital Santiago ya jubilada y licenciada en Antropología Sociocultural, recoge ahora en un libro la evolución de su profesión y la relaciona a través de las páginas con la historia del Hospital Santiago Apóstol de Vitoria, fundado en el siglo XV. 'Desde mi mirada enfermera' es un viaje en primera persona salpicado de referencias extraídas de diferentes archivos históricos mezcladas con anécdotas personales.
«He pasado 43 años de mi vida como enfermera y hemos logrado muchas cosas, me daba pena que ese trabajo se quedara en el olvido», confiesa esta alavesa, natural de Salvatierra. Pero no se quedó en esa idea inicial. «Pensé que podría ser interesante contar también la historia del Hospital Santiago, una institución antiquísima, muy vitoriana y que parece que ha tenido siempre una espada de Damocles sobre ella. En los 80 pensábamos que lo cerraban... nos lo temimos de verdad», recuerda.
Hay que remontarse al año 1965 para encontrar el origen de la escuela de ATS en Vitoria, fue entonces cuando se inauguró dependiente de la Facultad de Medicina de la Universidad de Valladolid. «En aquellos años se estaban construyendo muchos hospitales, a los que llamaban residencias porque sonaba menos fuerte, y había que dotarlos de personal», explica Campo. Para entrar a la escuela de la capital alavesa había unos cuantos requisitos como ser mayor de 17 años, tener el Bachiller elemental, estar avalada por dos personas «de solvencia moral» de la sociedad y escribir en una carta a mano los motivos para querer ser enfermera. Después tocaba un mes de prácticas haciendo camas, repartiendo bandejas de comida o realizando el aseo a los enfermos. «Éramos todas mujeres y menos dormir hacíamos prácticamente todo en el Hospital. Éramos la mano de obra», rememora esta antropóloga. Recuerda que comían en el hospital y que la tortilla de patata de Lucía, la cocinera, era el plato que más triunfaba. Una galería con enormes ventanales era su lugar de descanso durante las interminables jornadas, allí las compañeras contaban chistes y se desahogaban confesando sus errores o frustraciones. Santiago era un hogar para ellas en aquellos primeros años.
Pero a finales de los años 70 algo empezó a cambiar, y la profesión estaba a punto de transformarse por completo. «Nos llegaban ecos de otros países anglosajones en los que la figura de la enfermera no estaba subordinada al médico y tenía sus propias funciones. Comenzamos a organizarnos, hacíamos asambleas y desde Vitoria íbamos a Madrid para reunirnos con otras compañeras con un objetivo común». En 1978, el mismo año de la Constitución Española, los estudios de enfermería pasaron a ser universitarios e independientes de la carrera en Medicina. El cambio fue radical. «Antes nos limitábamos a cuidar, atender a los pacientes y seguir las directrices médicas. A partir de entonces ya hacíamos valoración, diagnóstico y marcábamos pautas de acción», relata Campo. «Hubo un movimiento muy potente para conseguir este cambio. Aprovechamos el momento de la Transición y ahí la colamos», ríe esta apasionada de su trabajo que pasó por medicina interna, dirección de Enfermería durante seis años, supervisión general y hospital de día hasta su jubilación en 2021. Vivió en primera persona, como estudiante en prácticas, los sucesos del 3 de marzo en quirófano. Solo le hace falta una palabra para describir aquella jornada sangrienta: «Terrible». «Oíamos por el transistor las comunicaciones de la Policía y ya nos esperábamos algo horrible. Empezaron a entrar heridos y cuando acabamos el turno Vitoria estaba vacía, daba miedo».
Durante sus primeros años en ejercicio, Camino y sus compañeras también recibieron cambios asociados a la tecnología. Se estrenaron camas eléctricas, algo que las enfermeras celebraron por su propia salud, y llegaron los microondas al 'office'. Hasta ese momento había que calentar la leche en ollas y si se despistaban y se derramaba el contenido toda la planta acababa oliendo a leche quemada.
Toda esta evolución de la profesión y anécdotas las liga en el libro con la historia del Hospital Santiago, fundado en 1419 por los señores Fernán Pérez de Ayala y María Sarmiento en la calle de Nuestra Señora del Cabello para acoger a enfermos y a personas sin recursos. En 1535 pasó a manos del Ayuntamiento debido a las dudas sobre su gestión y en 1826 se hicieron cargo de él las Hijas de la Caridad. En 1807 la nueva construcción, en la ubicación actual, estaba lista para estrenarse pero la llegada de las tropas de Napoleón a Vitoria la convirtieron en un cuartel militar. Hubo que esperar hasta 1820 para que empezara a funcionar como hospital. Fue transformándose y creciendo y en los años 50 y 60 del siglo XX se le dio un nuevo impulso. En los 80 su gestión pasó a manos del Gobierno vasco y más tarde se fusionó con Txagorritxu dando pie al HUA, algo que fue un proceso «un poco traumático». Campo presentará su libro esta tarde a las 19.00 horas en el Ayuntamiento de Salvatierra y el 8 de abril en Vitoria en el Círculo Vitoriano.
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