La instalación de una tubería de aguas residuales en Espejo ha llevado a un hallazgo «excepcional» de época romana. En los 400 metros cuadrados excavados se han documentado restos constructivos que van desde el siglo I hasta el V. En esa superficie han localizado calles, ... casas, sótanos, patios y un estanque con un aljibe de unos 3,60 metros de profundidad. Este pozo, o más en concreto lo que contenía su interior, es lo que resulta extraordinario, a juicio de quienes lo han estudiado.
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En un artículo publicado en una revista especializada, sus cuatro autores, los arqueólogos alaveses Miguel Loza y Javier Niso, la arqueozoóloga vitoriana Idoia Grau-Sologestoa y uno de los mayores especialistas en cerámica romana de la península, Luis Carlos Juan Tovar, explican que dicho pozo fue rellenado a finales del siglo IV o principios del V, según aporta la cronología establecida por una de las vasijas recuperadas.
El relleno de la parte inferior y superior del foso estaba compuesto por piedras de distintos tipos y tamaños, incluidos varios sillares. Sin embargo, la parte intermedia «tenía una abundantísima presencia de fauna y cinco recipientes de cerámica, entre ellos, «un cántaro con decoración pintada único en la península Ibérica. Es excepcional», detalla Miguel Loza. «La pieza de Las Ermitas tiene una decoración más fina, elaborada y singular que la del resto de casos hallados en la península. En ella destacan una serie de elementos que representan rostros humanos muy esquematizados, con una especie de peinado o tocado. La representación de este tipo de caras sobre cerámica, aunque es excepcional, no es la primera vez que se detecta en producciones hispánicas tardías».
En el caso de los restos de animales, «no se han encontrado marcas de consumo, por lo que no eran los desperdicios de un banquete. Parece que los despiezaban y los tiraban en conexión anatómica. Por ejemplo, los cuartos traseros de un cerdo o la parte delantera de una vaca». En el aljibe se hallaron especies «domésticas, salvajes y de pequeño tamaño, con un notable número de córvidos, que pudieron haber caído de forma accidental. Se han contabilizado, al menos, 32 cerdos, 24 perros, quizá un lobo, vacas, caballos, ovejas, cabras y hasta un castor. Aunque no tienen la seguridad absoluta, los arqueólogos creen que «lo más plausible» es que arrojaran los animales «con el fin de quitarle el carácter sagrado al pozo y que no se pudiera utilizar». Y añaden que «con el comienzo del cristianismo, algunas estructuras paganas se rellenaban de forma intencionada tirando en ellas restos de animales». En un primer momento, barajaron que «pudiera tratarse de un pozo votivo en el que se tiraban a modo de ofrendas vasijas completas y se sacrificaban animales», pero no parece ser ésta la explicación, ya que «estos restos no se localizaban en la parte inferior del pozo, como hubiese sido lo esperado, sino en la parte media», aclaran.
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«En el País Vasco no conocemos una estructura similar con unos materiales semejantes a los que hemos estudiado», detalla el equipo investigador. Sin embargo, algunos trabajos realizados en otros contextos europeos «describen conjuntos faunísticos similares hallados en pozos de cronología tardorromana, principalmente en santuarios». En los casos del norte de Francia, los expertos creen que son «intentos deliberados de desacralizar el uso de estos, al contaminar el agua con desechos orgánicos de todo tipo». También han hallado «depósitos de amortización de pozos con posible carácter ritual en yacimientos de Países Bajos, Suiza y Reino Unido. Los puntos en común entre los ejemplos europeos y el de Las Ermitas son suficientes como para contemplar la hipótesis de la contaminación deliberada, quizás siguiendo elementos rituales, para evitar su uso en el futuro», explican estos expertos que se decantan por pensar que «responde a una acción intencionada con el fin de clausurarlo». El aljibe de Espejo contaba con un estanque que lo circundaba, por lo que «podría ser parte de una fuente monumental o ninfeo».
El yacimiento de Las Ermitas se encuentra al suroeste de la provincia de Álava, en las afueras de la actual localidad de Espejo, en el municipio de Valdegovía. Este asentamiento se sitúa a orillas del río Omecillo, que vierte sus aguas al Ebro que discurre a escasos 6 kilómetros. A pesar de los hallazgos realizados, todavía no se ha encontrado ninguna inscripción que permita determinar su nombre en época romana y, por lo tanto, se desconoce su denominación antigua.
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Algunos autores defienden que se trata de Uxama Barca, ciudad autrigona que tradicionalmente se ha atribuido al yacimiento prerromano de Los Castros de Lastra (Caranca, Valdegovía), abandonado en el siglo I. Los defensores de esta propuesta piensan que sus habitantes pudieron bajar del castro y fundar en este mismo siglo una ciudad que pudo mantener el nombre de Uxama Barca, ya que Ptolomeo la cita en el siglo II, momento en el que el castro prerromano ya estaba abandonado.
Otros autores, en cambio, lo asocian con la Salionca autrigona de Ptolomeo, debido a la información extrapolada de las excavaciones arqueológicas que se realizan en el cercano valle Salado de Añana, a apenas 6 kilómetros de Las Ermitas. Éstos proponen que, debido a un aumento de la producción de sal, más o menos en el cambio de era, momento en el que se sustituye la técnica de la evaporación por fuego por la evaporación natural por sol, se necesitaría una infraestructura urbana que diera cobijo a un gran número de trabajadores de las salinas. En este sentido, consideran Las Ermitas como el lugar donde viviría el personal que mantenía el funcionamiento de las salinas.
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Lo que está claro es que esta ciudad se situó en un punto estratégico de la calzada que unía la costa cantábrica y el interior de la Península, entre las ciudades de Deobriga (Arce, Miranda de Ebro) y Flaviobriga (Castro Urdiales), con alguna función en la distribución de la sal. Al margen del nombre que pudo tener, el yacimiento de Espejo alberga la que fue «una aglomeración importante, ya que se le calculan unas 25 hectáreas de extensión y pudo funcionar como centro vertebrador del territorio circundante». A pesar de que sólo se tiene un «conocimiento parcial, sabemos que tenía un urbanismo bien planificado, con manzanas ortogonales delimitadas por varias calles, algunas de ellas porticadas; casas levantadas en zócalo de piedra con levantes de adobes y pinturas murales», detallan Miguel Loza y Javier Niso. Y tuvo «un largo desarrollo en el tiempo, desde la segunda mitad del siglo I hasta el siglo V».
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