![¿Y cómo le vamos a poner?](https://s3.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/202211/06/media/cortadas/juzgados-vitoria-nombre-hazia-kH6F-U1806121939550vB-1248x770@El%20Correo.jpg)
¿Y cómo le vamos a poner?
Se non e vero... ·
En el fondo subyace la pregunta del millón :¿quién es esta jueza para impedirme ponerle a mi hijo el nombre que quiera?Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
Se non e vero... ·
En el fondo subyace la pregunta del millón :¿quién es esta jueza para impedirme ponerle a mi hijo el nombre que quiera?Me emocionó la foto de una abuela compungida en las puertas de los juzgados defendiendo con entusiasmo el derecho a decidir… el nombre de su nieta. Según se refería en EL CORREO, viene a resultar que en el juzgado se habían negado a inscribir a ... su querubín del alma con el nombre de Hazia. «Después de la ilusión que les hacía a sus padres llamarla así y de ninguna otra manera. No les sale otro nombre cuando ven su carita», declaraba a los medios emocionada.
Entiendo que llamar a alguien con un nombre que no se ha usado jamás en los 7.000 años –o así– de existencia del euskera debe proporcionar una satisfacción honda y primigenia a sus padres. Una sensación similar, por ejemplo, a la experimentada por Richard Francis Burton y John Hanning Speke al descubrir el origen del Nilo; o como la de Hillary y su sherpa Tenzing Norgayen en el momento de hoyar la cima del Everest por vez primera en la historia.
La jueza que se ha propuesto chafar tan íntimo momento dice que no va a permitir que a una niña le pongan el nombre de 'Semen' ni por un carro de duros. Por mucho que sea en vasco, o en sánscrito. Se pongan como se pongan los padres, la abuela o el sursuncorda. Que 'hazia bota' quiere decir eyacular y que no quiere participar en el despiporre al que se va a someter a la niña en la escuela. Que en lugar del tradicional '¡bota pa!' para que tire besitos, en el colegio se van a mofar lo que no está en los escritos coreando un 'bota Hazia'. Y entonces sus desconsolados padres denunciarán el 'bullying' y la injusticia de un sistema que no protege a sus cachorros del acoso escolar, ni de las ocurrencias de sus padres.
Creo que la jueza está equivocada porque, hasta donde tengo oído y aunque yo sólo 'egunonee', en euskera el acto puntual del desahogo y posterior vertido masculino se denomina 'Ahí va, ahí va, ahí vaaaaaa'. Pero debe ser que yo no tengo el EGA y a buen seguro que su señoría habrá consultado a los expertos de la Academia Vasca de la Lengua que la habrán aleccionado convenientemente.
Los padres argumentan que el significado del término Hazia es el de 'semilla'. Y llaman a Euskaltzaindia para corroborarlo y no se ponen al teléfono, que no quieren meterse en política onomástica, ni en camisas de once varas, porque eso perjudicaría a la noble causa de la defensa de la lengua vasca. Pese a todo y a todos, los progenitores ya han tomado la decisión irrevocable y no piensan transigir de ninguna de las maneras. Sólo faltaría que se aplique la ley en un acto tan íntimo como el de designar el nombre de un vástago. A ver si van a ser ellos los primeros con los que ocurra. Y que se declaran insumisos y tal y tal.
La amama dice que en latín la única acepción de Hazia es semilla, como si hubiera estudiado latín y hablaran en casa en la lengua clásica, y le echara a la señora jueza un 'quousque tandem abutere señora jueza Catilina patientia nostra' a modo de maldición gitana.
En el fondo del debate se haya la pregunta del millón que trasladan los padres del 'bautizus interruptus' a la ciudadanía: ¿Pero quién coño es esta jueza para impedirme ponerle a mi hijo el nombre que me salga de los cojones? La respuesta pesa como una tonelada de obviedad y es bien sabida por el común de los mortales: los jueces son los encargados de resolver conflictos, aplicar la ley y garantizar los derechos de todos. Y es que cuando no se atiende en las clases de sociales en la 'ikas', luego pasa lo que pasa.
Los padres han anunciado que en el ejercicio de su derecho recurrirán a la Dirección General de la Seguridad Jurídica y Fe Pública para reclamar su derecho a denominar 'Semilla' en euskera y latín a su hija. O 'Semen', a decir de su señoría. Y que se les debe reconocer la potestad de denominar a su bebé.
Yo soy periodista y amante de la lengua –de la lingüística, entiéndase–. Y me congratula que un debate onomástico haya calado tan hondo en la sociedad. Veo con perplejidad y entusiasmo a la par que todo el mundo ha tomado partido con total desenvoltura. Y que en vez de pasarse el tiempo hablando de fútbol en las tascas, han hallado un hueco para hacer gala del conocimiento popular de las lenguas clásicas, de filología, de etimología y tantas otras cuestiones concernientes al lenguaje. Quién no conoce un par de latinajos que poner en valor en estos momentos. 'In vino veritas', por ejemplo.
Antaño también se perpetraban judiadas de chupa de dómine. Cuentan que se han cruzado apuestas delante de un tapete verde. Y el padre de la futura criatura, en una ocasión, se jugaba a las cartas el nombre con el que iba a desgraciar a su hijo para los restos mientras su mujer dilataba en el paritorio.
– Si pierdo este órdago le pongo a mi hijo el nombre de Anacleto. Y como el fulano reunía las condiciones de hijo de puta y de hombre de palabra a un tiempo, perdió el envite y fue acto seguido al registro a inscribir al recién nacido como Anacleto, crucificando al niño de por vida.
En esto de poner nombres hay que reconocer que los indios americanos eran los mejores y no se comían mucho la cabeza, que es lo más aconsejable en estas lides. Nube Blanca, Pequeña Pluma o Toro Sentado son perfectos ejemplos de la simplicidad de las tribus indígenas que homenajeaban a la naturaleza o a la meteorología sin rubor. Hasta que al indio del chiste le pusieron 'Condón Roto' y decayó el misterio de las metáforas; y las llanuras de Montana fueron perdiendo lirismo y atractivo.
Y aunque lo de los Sioux nos cause risa, no es menos cierto que hoy vivimos tiempos curiosos. En el momento mismo de perpetrarse el embarazo, los futuros padres inician un juego de Scrabble de nueve meses, pertrechados de papel y boli, y comienzan a preguntarle a Siri, a Alexa o a san Google los nombres que son tendencia mundial. Y comienzan a elaborar listados interminables en busca de una sonoridad que les resulte evocadora, sea en farsi, en urdu o en 'sua-gili'.
Afortunadamente en España la Ley no permite poner a los hijos nombres comerciales, y así nos evitamos los patrocinios comerciales en momentos de crisis. Pero como dice un amigo, el nombre que le pongas a tu hijo debiera respetar al menos el derecho al secreto del sufragio de sus padres. Recuerdo aquel cubano de Miami al que sus padres llamaron Usnavy, en un reto indisimulado al castrismo. O aquel otro pobre niño que iba a clase de mi hija y al que su padre inmortalizó con un Hitler que antecedía al apellido de Fernández.
Reconozcamos que aunque la palabra ocurrencia rime con inteligencia, ambos términos están reñidos. Máxime cuando entran en juego diferentes lenguas e idiomas. Porque como decía el clásico respecto a aquel infeliz que se manejaba en veinte idiomas, «era políglota, porque era capaz de decir las mismas tonterías en cada una de las lenguas que dominaba».
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Noticias recomendadas
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.