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No se si se han fijado, pero en todas las películas sobre las batallas de la Segunda Guerra Mundial protagonizadas por rusos o rodadas en torno a batallas en el entonces territorio soviético salen héroes del pueblo. Soldados, hombres y mujeres, elevados al altar de la patria. Los comisarios políticos los buscan y escriben sus historias en las hojas volanderas que devora la gente. Se eligen especialmente los francotiradores porque hacen un trabajo solitario que se puede enaltecer.
En la guerra se necesitan héroes que eleven la moral de la población y su fe en la victoria. No es literatura, funciona. Los actos de conmemoración de la Batalla de Vitoria, el hecho bélico más importante ocurrido jamás en territorio alavés por su trascendencia en la historia europea, nos han vuelto a recordar muchas cosas de aquella terrible guerra. Entre otras, que sí hubo afrancesados, ciudadanos que colaboraron por convicción o por miedo con los invasores franceses, pero que también hubo un sector mayoritario que se rebeló contra la ocupación. Entre ellos, los guerrilleros tuvieron una importancia capital en la derrota francesa. Lucharon con un gran tesón y esa sufrida resistencia para las penalidades tan propias de este pueblo. Fueron nuestros héroes populares. Los valientes que el Ejército soviético buscaba con desesperación para exaltar sus hazañas en 1940. También los hubo en la Guerra de Independencia, hace más de 200 años...
Pues bien, durante todo el siglo XIX y principios del XX, la prensa local recordaba cada año en extensos artículos la intensa actividad de los alaveses que un día dejaron la tranquilidad del hogar y la cambiaron por la incierta vida en los montes. Todos eran héroes y así se reflejaba en las narraciones. Se recordaba a aquellos tipos que se la jugaron una y otra vez con gran admiración. Como recordó recientemente Patxi Viana, en los años sesenta hubo un intento fallido de crear un monumento para los guerrilleros en el monte Júndiz. Allí queda aún la primera piedra, enterrada en algún lugar de la cumbre.
Recogemos un texto del año 1908 de la Revista Vascongada que nos habla de guerrilleros alaveses en estos términos: «Martín Eguíluz, Andrés García, el marqués de Barrio-Lucio, con sus húsares cántabros, y Garrido, con los voluntarios de Cantabria, jefes todos de partidas alavesas.
En cuanto a los hermanos Salcedo (nacidos en Orduña) señala la revista que sus correrías tuvieron por escenario las provincias de Álava, Vizcaya, Rioja, Guipúzcoa, Aragón y hasta Cantabria. Dieron muestras de una actividad pasmosa y de una movilidad sorprendente.
«Don Eustaquio Salcedo, al mando de un escuadrón que se denominó húsares de Álava puso de relieve sus excepcionales condiciones como jefe de batallón, realizando actos de gran valor y osadía, siendo admirado por la sagacidad de sus operaciones, así como por el secreto con que llevaba a cabo sus sorpresas y la facilidad con que despistaba a sus perseguidores. Sus acciones eran verdaderos raids con las características que definían este tipo de acciones: destrozos de convoyes, apresamiento de avanzadillas, rescate de prisioneros, desmoralización del enemigo.
Más tarde cuando sus partes llegaron a formar parte de un batallón, además del escuadrón indicado, operó en unión de su hermano don Fermín, siendo digna de mención la actividad desplegada en 1813 año que le vemos combatir en Respaldiza, Bilbao, Castro Urdiales y Orduña, unas veces solo y otras con Mendizábal, terminando su época guerrera agregados al 4o Cuerpo del Ejército del Norte«.
En la lista de guerrilleros locales destaca por méritos propios el gran Sebastián Fernández de Leceta, Dos Pelos.
«Valiente, e infatigable en todas sus empresas demuestra un talento guerrero de primer orden. Con su inteligencia suple ventajosamente las reglas del arte militar. Con su entusiasmo y patriotismo contrarresta los grandes males que ocasionan la poca solidez de la disciplina en aquellos bizarros alaveses. Con su audacia vence la superioridad numérica y, siempre, el arrojo y valentía que en momentos decisivos sabe infiltrar a su gente, le permiten triunfar en la lucha y resistir en el infortunio.
Dos Pelos, como Longa o Jáuregui, consigue que su modesto nombre se engrandezca, que sus méritos personales realcen su oscuro nacimiento y de este modo en posesión de una fuerza moral sólida y justificada, hace que sus inferiores le quieran y le obedezcan ciegamente, es pues, un verdadero jefe, que ejerce un dominio real sobre su tropa. Con tales condiciones los éxitos solo son consecuencia de la oportunidad y sabe siempre aprovecharla«.
Dos pelos consiguió formar una partida de tres compañías y un escuadrón de caballería, todos alaveses, que más tarde en 1810 aumentó hasta lograr que sus infantes constituyeran el primero (batallón) de Álava (quinto de la división de Navarra).
Ese período fue el más pródigo en operaciones trascendentales, y en el tuvieron lugar las acciones de Elvillar, Villamayor y Cripán (8, 15 y 28 de enero) ; las de Laguardia y Santa Cruz de Campezo (el 16 y 25 de febrero) y la de San Román (el 4 de marzo).
«Después, cuando la importancia de los sucesos lo requiere combate unido a Mina y mientras este no reclama su ayuda opera por su cuenta, engañando a la guarnición de Estella y apoderándose de una columna obligando a retirarse con la sola virtud de su táctica original en fuerza muy superior en Los Arcos (23 de marzo de 1811); rescatando a los frailes de Aranzazu que los franceses conducían a Vitoria (11 de abril) ;dando en todo momento pruebas elocuentes de su ingenio de su astucia, y de su oportunidad aprovechando los descuidos del enemigo«.
Pero el hecho más culminante de este guerrillero fue la famosa sorpresa de Arlabán, en la que 3.000 guerrilleros protagonizaron la emboscada perfecta (gráfico) a un convoy francés. Después del éxito siguió trabajando durante 1812 y 1813 en Aragón, Navarra, Rioja y Vascongadas aumentando sus fuerzas con el tercero de Álava y el noveno de Navarra, contándose entre sus acciones: el bloqueo de Vitoria, la acción de Aceibar, la toma de Alegría, las sorpresas del puerto de Descarga y Villarreal de Urrechua, la derrota del general Albé en Mendibil y Deva, la toma de Tafalla, los combates de Sos y Lerín, las sangrientas acciones de Mendigorria, Zumetzu y Zurbitun, y su gran aportación en la Batalla de Vitoria, despistando a las fuerzas de Clausel para que no llegara a tiempo a reforzar a las tropas francesas.
Los 'brigantes', como los llamaba el invasor, eran tipos normales: herreros, posaderos, panaderos, pastores, labradores, estudiantes. Se llamaban José de Abecia (Marquina, 1788), Francisco Longa (Mallavia, 1793), al que dedicaremos otro capítulo aparte, Sebastián Fernández de Leceta 'Dos Pelos', Martín Eguíluz, Andrés García o los hermanos Salcedo. Las calles de Vitoria han elevado a alguno de ellos a la categoría de héroes aunque sus acciones son muy desconocidas. En Arlabán fue fundamental el apoyo de los vecinos de Ullíbarri-Gamboa dirigidos por el posadero Silvestre Fernández de Larrea que, al conocer el terreno, hicieron de enlaces.
La guerrilla o el «corso terrestre», como se autodenominaba Mina, dominó gran parte de la provincia durante la Guerra de la Independencia y llegó a bloquear Vitoria, donde había permanentemente una guarnición de 6.000 hombres, además de destacamentos dispersos en distintos fuertes y pueblos para garantizar la comunicación entre Francia y la España ocupada. En 1810, un informe para el general Drouet describía los lugares de más intensa actividad guerrillera en el territorio: Laguardia, Labastida, Peñacerrada, Salvatierra, Aramayona, Villarreal (Legutiano), Alegría, La Puebla de Arganzón, Armiñón, Salinas de Añana, Salinillas de Buradón, Oion y Arciniega». El historiador Enrique Martínez Ruiz describe la irrupción de estos civiles como una novedad en la historia universal. «Es la milagrosa animación de un paisaje que se creía inerte; la aldea, el suburbio, el monte irrumpen en la historia militar». Y en Álava se produjeron algunos de los hechos bélicos de la guerrilla más brillantes de la Guerra de la Independencia.
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