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Sergio Carracedo
Miércoles, 29 de enero 2020, 01:49
Como los buenos músicos amantes de su profesión, Armando Llanos (Vitoria, 1935) nunca ha abandonado su pasión. El veterano investigador y el Instituto Alavés de ... Arqueología, presidido por Rafael Varón, recibirán el próximo 28 de abril la Medalla de Álava. La mayor distinción que concede la Diputación Foral reconoce así la «encomiable labor de investigación, estudio y divulgación del patrimonio arqueológico alavés» y el «compromiso con la cultura» que ambos evidencian durante toda su trayectoria.
El Instituto, tan ligado a Llanos desde sus inicios, recibe también ese reconocimiento a su esfuerzo en reconocer el patrimonio, protegerlo y mostrarlo a su propietaria: la sociedad alavesa. Tanto uno como otro gozan de una cualificada veteranía basada en décadas de experiencia y trabajo, a la que se une una visión panorámica tan amplia como los más de 60 años de entusiasmo por la arqueología ceñidos siempre al rigor histórico.
Armando Llanos nació en la calle Cuchillería, en pleno casco Medieval, a la sombra de la Catedral Vieja. Ya en su niñez, su padre José María le relataba los últimos descubrimientos arqueológicos que se sucedían aquellos años y juntos realizaron incursiones en alguna cueva, como a la de Los Goros. Ello marcó el camino de su devoción, que compaginó durante años con su trabajo de director artístico de Gráficas Heraclio Fournier. Este metódico y minucioso investigador, espeleólogo antes que arqueólogo, se inició en el estudio de las sociedades antiguas de la mano del antropólogo y arqueólogo José Miguel de Barandiarán. Corrían los años 50 del siglo XX cuando un joven Llanos asistió a una conferencia del sacerdote guipuzcoano. La invitación del ya veterano ponente para que le ayudara en sus investigaciones en la cueva de Lezetxiki, en Mondragón, recibió el 'sí quiero' del vitoriano. Con los rudimentarios pero precisos medios de la época, transportados en alforjas a lomos de mulas, estudió los principales yacimientos de esos años.
A Lezetxiki se sumaron la cueva de Atxuri (Bizkaia), la Grotte du Phare (Biarritz) y otros yacimientos en Galicia y hasta en Italia. Pero si en un territorio ha trabajado ese es su querida Álava natal. El número de yacimientos se cuenta por docenas, abarcando diferentes etapas culturales desde el Medievo en el Casco Histórico de Vitoria o Labastida, hasta la romanización en Cabriana o el Oppidum de Iruña. Sin embargo, su verdadera especialización ha sido la Edad de Bronce Final y Edad de Hierro, en las que ha obtenido grandes resultados. El subsuelo de decenas de localidades alavesas alberga pocos secretos para este experto. En esos primeros años su equipo descubrió pinturas esquemáticas en Solacueva de Lakozmonte, en Jokano (Kuartango). Excavó el castro de Peñas de Oro (Zuia), el del Pico de San Pedro (Valdegovía), y el de Henaio, en Alegría, entre otros. En aquellos trabajos de campo mantenían una infraestructura espartana, debido, sobre todo, a la ausencia de apoyos económicos: duchas improvisadas con bidones de agua, dormitorios en viejas escuelas o tiendas de campaña y cocina bajo toldo preparada por el mismo equipo, entre el que solía estar su mujer María Nieves Urrutia, «compañera, esposa y colaboradora» en un sinfín de excavaciones.
En 1957 surgió el Instituto Alavés de Arqueología, y entre sus fundadores estaba Armando Llanos, que ha presidido la entidad en distintas etapas de su andadura. Excavar, clasificar, ordenar y archivar el material fueron algunas de sus labores, así como acudir a congresos nacionales, donde pronto el IAA se convirtió en la referencia de una provincia que todavía no tenía facultad de Historia.
El poblado de La Hoya, a pocos metros de Laguardia, debe gran parte de su esencia y relevancia a las excavaciones dirigidas por Llanos. Sus trabajos de prospección han dado como resultado el descubrimiento de un buen número de yacimientos y su actividad ha estado siempre acompañada de la divulgación científica en congresos y en diversas universidades. Fundador y director de varias publicaciones de temática arqueológica, espeleológica y turística, también ha elaborado numerosos proyectos de museos y exposiciones tanto en el País Vasco como en otras comunidades autónomas.
Después de 84 años, el discípulo que se ha convertido en maestro de maestros, ultima la memoria de las excavaciones de La Hoya, sigue siendo uno de los motores del Instituto Alavés de Arqueología y asesora y responde a todo el que le consulta. Su privilegiado ordenador central, su cerebro, almacena gran parte del inventario de yacimientos arqueológicos de la provincia junto con innumerables datos, imágenes y vivencias de la mayor parte de ellos. Tras más de seis décadas de pasión y profesión, conserva intacto el ánimo que le llevó a colaborar con Barandiarán allá por los años 50 del pasado siglo. Toda una institución de la arqueología y guardián del patrimonio arqueológico alavés y vasco.
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