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Alavesas del mes de enero ·
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Alavesas del mes de enero ·
EL CORREO distingue a las Hermanitas de los Pobres por sus 140 años de dedicación a los ancianos alaveses con rentas mínimasLaura Alzola
Sábado, 3 de febrero 2018, 00:26
Les quedan unos días en la ciudad. Son las últimas ocho mujeres de la congregación en Álava y aguardan pacientes a que las superiores les trasladen las últimas indicaciones. Listas para emprender el viaje, son conscientes de que, cuando abandonen Vitoria, cerrarán un ciclo de ... 140 años. Al recibir la noticia de que EL CORREO las ha nombrado Alavesas del mes de enero, las Hermanitas de los Pobres, que regentaban la residencia de Gazalbide hasta el pasado día 15, se acuerdan inmediatamente de las «generaciones y generaciones» de mujeres que las precedieron.
En unos días se mudarán a servir allá donde las necesiten. Es lo que la mayoría de ellas lleva haciendo toda la vida. Por eso hacen rápido las maletas en las que portan sus pertenencias. Se sumarán a las compañeras de las diferentes casas que la congregación aún mantiene en el resto de España, con la misión de fortalecer aquellas comunidades que resisten al envite de los tiempos modernos.
Hacer piña en tiempos difíciles suele ser la decisión más inteligente. Porque lejos queda el «gran florecimiento de vocaciones» de los siglos pasados. Hace décadas que el número de novicias sólo mengua. Ellas aceptan este hecho con pesar, pero insisten en que la solución no pasa por pedir un acercamiento. La entrega es una decisión personal, señalan, que debe ser pura y nacer desde dentro. En todo caso, servir de ejemplo. De espejo en el que otras puedan verse reflejadas. Porque la llamada de Dios se escucha, sentencian. Como ellas lo hicieron.
Sor Pilar, la que fue la última madre superiora de la residencia de Gazalbide, recibirá el premio de este periódico en nombre de todas. Las Hermanitas de los Pobres han dado refugio a aquellos mayores alaveses que vivieron con mayor sencillez. A los que el Estado jubila con pensiones mínimas, que simplemente no alcanzan para permitirse otra residencia. En Gazalbide las monjas ofrecían cuidados y atención a cambio del 85% de lo percibido por los residentes al mes. Una aportación insuficiente, si no fuera por la colecta puerta a puerta que llevaban a cabo. Más lo aportado por voluntarios, empresas y particulares de la sociedad civil alavesa.
Aunque la sociedad ha cambiado y ahora hay otras organizaciones que apoyan a los mayores más vulnerables, las hermanitas insisten en la importancia de mantener vivo el espíritu de la orden en cuyo seno decidieron entregar su vida a Dios.
Quizá porque admiran a personas como Juana Jugán, la joven religiosa francesa que allá por 1839 comenzó a acoger a ancianos desfavorecidos en su casa y terminó fundado un ‘ejército’ de mujeres cuidadoras. Como las mujeres con coraje suponían un desafío para muchos, a Jugan la terminó silenciando el vicario de su propia parroquia, en la localidad de Saint-Servan. Tras revocarla del cargo de madre superiora de las Hermanitas de los Pobres, el hombre se hizo con todo el protagonismo de la organización y la obligó a ella a vivir retirada y dedicada a la colecta el resto de su vida.
La fundadora murió casi tres décadas más tarde, cuando la congregación contaba ya con 2.488 religiosas y 177 casas de acogida. Tras su extensión hacia Inglaterra, Bélgica y Escocia, la congregación llegó a España por Barcelona. Precisamente de la capital condal vinieron las cinco primeras monjas a Vitoria. Hasta 1902 no empezó a salir a la luz la verdad sobre Juana Jugan, que ahora es venerada por las mujeres que siguen su estela. Hasta hace tan sólo unas semanas, en la entrada de la residencia de Gazalbide, se ponían a disposición de todos los visitantes unos folletos su biografía.
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