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Una historia de amor en la que la locura y el engaño llegan al extremo. De forma muy esquemática a eso se puede reducir 'Giselle', considerado el Hamlet del ballet. Esa cumbre del Romanticismo ha sido casi una obra intocable en las programaciones clásicas por ... lo que sus versiones adquieren una dimensión especial.
La compañía Kor'sia se ha atrevido a adaptarla con un espectáculo de danza contemporánea que se representa el viernes en el Principal. En este montaje la protagonista, Giselle, vive nuestros días, enganchada al móvil y no en una aldea medieval. Y su concepción del amor sirve como una metáfora de los cambios en nuestras maneras de relacionarnos y una reflexión acerca de cómo los dispositivos tecnológicos han facilitado la comunicación al tiempo que se han convertido en una gran distracción.
La compañía, que nació en 2012 en Madrid de la mano de Antonio de la Rosa y Mattia Russo, se ha hecho un hueco en el circuito de baile nacional con diferentes propuestas, donde sobresale el diálogo con otras disciplinas y colaboraciones con figuras de la talla del diseñador David Delfín o el cantante El Niño de Elche. «Montar una compañía es un sueño que teníamos y poco a poco se está alcanzando con mucho esfuerzo y sacrificio», cuenta Russo acerca del reconocimiento a un colectivo con el que ambos bailarines italianos se atrevieron dar el salto como coreógrafos tras haber formado parte de la Compañía Nacional de Danza española y formarse en L'Escala, la prestigiosa institución de Milán.
En esta ocasión vuelven la vista hacia atrás para plantear una visión más actual de clásicos. Ese mismo camino tomaron con otra pieza, 'Jeux', inspirada en otro ballet clásico con la que colaboraron con la compañía de Víctor Ullate en Madrid, su centro de operaciones. «Es una continuación del trabajo de revisitar los clásicos y darle otro aire. No sigue el texto original, aunque sí la partitura musical. Nos inspiramos en la obra para tratar el amor en la sociedad de hoy».
En esas nuevas coordenadas en las que se mueve Gisselle, personaje al que dan vida once bailarines. «En la primera parte de la obra se encuentran en un sitio que es similar a un reality show y la comunicación entre ellos está cortada, se conectan únicamente a través de un móviles en lugar de hablar entre ellos», avanza Russo, quien traza un símil con esas veces en las que estamos más pendientes del teléfono que de la conversación en persona. «Nos ocurre muchas veces hasta estando en un bar con amigos».
«Hay referencias al ballet porque es en el ámbito en el que empezamos a desarrollarnos, pero no hay 'Willis' en esta obra», dice en referencia a esos espectros de la obra original que representan jóvenes vestidas de novia que quieren vengarse de hombres que las han abandonado. Las nuevas formas de relacionarnos toman la escena con esta propuesta que se cuestiona cuánto ha cambiado nuestra la forma de amarnos.
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