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A Carlos Mendibil, un ganadero de Oyardo, el lobo le mató la semana pasada una veintena de ovejas en las inmediaciones de Unzá, en la Sierra de Gibijo. «Me estoy planteando quitarlas. No puedo seguir así. El año pasado el lobo me mató cerca de ... ochenta animales». Este año la temporada para subir las ovejas a la sierra se abrió el 1 de abril y apenas unos días después ya se ha producido el primer ataque de importancia contra el ganado.
Sus compañeros, hartos de los continuos ataques que van en aumento, reaccionaron con la convocatoria para este pasado domingo de una batida sin armas en las inmediaciones de Unzá. «Es que estamos desamparados. Han hecho un plan de gestión del lobo que es incompatible con la ganadería extensiva», explica Víctor Meabe, que tiene una explotación de vacas limousin en Gujuli. «El año pasado hubo más de cincuenta ataques en las sierras de Gibijo; Salvada, en la zona de Ayala y Bajerro, por la parte de Kuartango...». Por eso, están dispuestos a «seguir organizando batidas sin armas porque no podemos seguir así». A la del domingo, acudieron ganaderos llegados de puntos como la Sierra de Badaia y el Valle de Losa en Burgos.
Los ataques se producen en cualquier época del año, de día y de noche. Mikel Menoyo, que tiene su explotación en la localidad ayalesa de Maroño, señala que «a veces bajan los lobos y matan a las ovejas en los prados del pueblo, a 150 metros del pabellón», se queja. «Han ido aprendiendo a sortear los obstáculos que les ponemos, los mastines y las vallas electrificadas. Hacen falta otras medidas», propone. En su opinión, «habría que sacar a esos ejemplares de los montes y llevarlos a otros lugares sin ganadería extensiva porque va a terminar con ella, y luego se incendiará el monte...», avanza.
Asier Uríen que lleva a sus ovejas a pastar al Gorbea lo corrobora. «Ya solo quedamos tres pastores en la zona de la cruz. Y es una vida cada vez más complicada porque hay que subir todos los días dos veces y en ocasiones hay qye pasar la noche allí por accesos que no están preparados. Es una esclavitud para las ovejas y también para el pastor. Yo llevo dos años sin vacaciones, asegura».
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