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La gallina cuadrúpeda
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Languidece el mes de agosto a dos días de dejar paso a un septiembre aún más incierto. Ha sido éste un mes desabrido y frío, con un tiempo desapaciblemente fresco que un año más nos lleva a concluir que el verano en Vitoria cayó en ... sábado. Las continuas amenazas de olas de calor que vaticinaban los telediarios se quedaron en eso, en meras amenazas que tan sólo nos rozaron tangencialmente y no sirvieron ni para deshacernos del musgo que nos ha ido apareciendo del frío tras las orejas.
Y una vez más volvió a cumplirse el vaticinio de que en Vitoria sólo contamos con tres estaciones, a saber, la de invierno, la 'casintermodal' de autobuses y la del ferrocarril. Día a día hemos ido constatando en los noticiarios cómo de Pancorbo para abajo se iban asando de calor sin que el sol les diera cuartel; mientras del desfiladero hacia el norte, como si atravesaras un bucle espaciotemporal, tiritábamos de frío en el Gulag vitoriano. Que una cosa es la rebequita para por si acaso el norte asoma por la tarde, y otra bien distinta es tener que sacar a pasear el plumífero del armario.
El único consuelo de tontos que le he encontrado a tamaño despropósito climático es ver cómo los que se fueron de vacaciones a la cornisa cantábrica han debido soportar idéntico gafe meteorológico que quienes hemos permanecido al pie del cañón, cuidando del fuerte en Vitoria. En casa, cuando menos, hemos tenido el armario a nuestra disposición; en cambio los que han estado en el apartamento de Cantabria o Asturias con la colección de camisetas y ropa playera en la maleta, se han pasado las vacaciones con la sudadera puesta hasta para dormir.
Aburrido ya de las predicciones del pastor del Gorbea, que de tan típicas me recuerdan a las del tío aquel del tanga de leopardo que se llamaba Rappel, recomendaría que acudiéramos a los clásicos para ver si nos vamos centrando un poquito con las témporas.
Si volvemos la vista a la antigua Roma, por aquel entonces echaban mano de unos sacerdotes, 'arúspices' los llamaban, que predecían el futuro por medio de la observación del aspecto de las entrañas de los animales sacrificados. Vamos, que destripaban un cerdo, una vaca o un pollastre, y en vez de hacerse una cazuela de asadurilla como en La Bodeguilla Lanciego, echaban unos augurios que temblaba el misterio.
La diferencia entre las artes de la adivinación de entonces y las de ahora es que antaño se lo curraban con alardes de mayor creatividad. De modo y manera que las predicciones debían ser lo suficientemente etéreas, adornadas y ambiguas para evitar que te tiraran risco abajo del templo por bocazas y por estropear cosechas.
Así que había que ser un lince para dar una respuesta lo suficientemente elástica y poética si te consultaban. Le llamaban «Hieroscopia» a aquel método de análisis forense de tripas y menudillos, consistente en la destreza de leer e interpretar las pruebas como en CSI, pero sin microscopio. A ojo de buen cubero. El hígado resultaba muy socorrido y daba muchas pistas, tanto por el aspecto de sus lóbulos, como de la vesícula biliar y de la vena porta. Con este proceder, advirtieron a gentes como Alejandro Magno de las funestas consecuencias de que faltara un lóbulo del hígado de la res que abrieron a petición suya. Aquella malformación, por ejemplo, resultaba el signo más evidente de mal fario. Y así le fue al pobre.
Con estos antecedentes históricos, no les digo nada de la que se prepara en Vitoria-Gasteiz para la 'rentrée' posvacacional después de que científicos y otras voces autorizadas hayan descubierto en nuestros humedales de Salburua a una gallineta -gallina común de agua- con cuatro patas en vez de dos. Si, han leído bien. La gallineta campa por sus fueros de aquí para allá, picoteando el lodo en busca de gusanos y caminando a cuatro patas como si tal cosa.
Los ornitólogos no dan crédito a que esta gallineta común ande a cuatro patas como si fuera un can con plumas, cuando todas las demás aves del entorno caminan conforme dios manda, con dos patas y punto en boca. Además, dicen los expertos, se trata de «una especie sedentaria que está todo el año en Salburua», por lo que la malformación se ha producido en Vitoria, dado que es cien por ciento autóctona. Se zanja así cualquier debate habitual sobre la posibilidad de que se trate de un animal foráneo que haya venido de Bilbao, o de quién sabe dios dónde.
El autor de las fotos probatorias, Norber Fuente, lleva en el mundo de la observación de aves 30 años, y ha señalado que en todo este tiempo nunca ha visto una deformidad parecida, «sólo en un pollo de granja, pero llevaba las patas colgando» ha dicho, y en este caso las patas son funcionales y las usa como cualquier cuadrúpedo. Nos consta que cualquier cosa que le haya acontecido es de nuestra exclusiva paternidad y su modo peculiar de usar las cuatro extremidades para caminar nos va a llevar a alimentar múltiples y variadas hipótesis. Y como si todo alavés que se precie llevara en su interior a un arúspice, ya se han desatado todo tipo de fabulaciones.
Ya estoy echando de menos el comunicado de la asociación vasca antivacunas y de los terraplanistas locales, responsabilizando a las autoridades sanitarias del despropósito y culpabilizando a la campaña de vacunación de las malformaciones gallináceas. ¿Qué nos falta por ver -se preguntarán en la nota arrimando el ascua a la gallina- para convencernos de que la humanidad se acerca a su fin?
Ciertamente esto de la gallina cuadrúpeda vitoriana se presta para realizar presagios y vaticinios e imaginar toda suerte de calamidades por venir. ¿Será el fin de una era? ¿Volverá Maroto a empadronarse en Vitoria? ¿Se suspenderán definitivamente las fiestas patronales y darán paso a las no-fiestas que molan más y cuestan menos? ¿Hará calor en verano?
Personalmente creo que lo más indicado sería echarle el guante a la gallinácea y proceder a destriparla como haría un buen arúspice romano, examinando con cuidado sus menudillos. Quizás en su interior encontremos la respuesta y podamos salir de dudas sobre lo que nos aguarda tras estos sombríos presagios que nos acontecen. Hasta ahora conocíamos aquel extraño caso de la 'Rata de dos patas' a la que le hizo una canción Paquita La del Barrio por causa de un desamor: «Rata inmunda, animal rastrero, escoria de la vida, adefesio mal hecho… Culebra ponzoñosa, deshecho de la vida, te odio y te desprecio. Rata de dos patas te estoy hablando a ti».
No viene al caso comparar esta rata de dos patas con nuestra gallina de cuatro. La nuestra es única y nunca vista. En cambio la rata de dos patas aparece últimamente en cada tumulto no-festivo como una peste medieval, apedreando a la policía o rompiendo escaparates. Nuestra ave, por el contrario, no se ha metido con nadie por el momento. ¡Ojo al dato!
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