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Las cajas se amontonan en la entrada de la tienda Caracola. Su responsable, Pablo Gorosabel (San Sebastián, 1965) se enfrenta al cometido más difícil que le ha ocupado en estos últimos 31 años: decir adiós a su local de la calle San Prudencio, en el ... centro de Vitoria. Esa mudanza, definitiva por «motivos personales», deja huérfanos a muchos clientes que han hecho de este comercio una de las referencias más veteranas del cómic en Álava. «Gracias a todos», se despide emocionado.
- No siempre ha vendido tebeos. Empezó con golosinas, cedés y casetes cuando todavía estaban abiertos los cines Guridi.
– Parece que estamos hablando de la prehistoria. Pero sí, no fue hasta 2010, cuando cerraron los cines, que vimos que había que hacer un cambio. Siempre habíamos querido tener una librería con café y fuimos a por ello. Aunque nos costó, porque las leyes no son tan flexibles como parece.
– Ha conseguido que un ámbito que parecía algo 'nicho' atrajera a muchos clientes.
– Nosotros tenemos al lado a Elkar, un monstruo de los libros. No tenía sentido que un pequeño comercio compitiera contra ellos. Apostamos por el cómic y ha subido el consumo. Igual porque es de lo poco que no se puede piratear bien. Pero, antes, esto estaba ligado más a lo infantil o minoritario y ahora cualquiera entra a comprar.
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– No tenía un problema de ventas, entonces.
– Las cosas no iban mal. Eso sí, el mercado está como está. A nuestro gremio lo que más daño nos hace es Internet, Amazon... Las redes, no otras tiendas. Para mí, eso es la clave de todo. Nosotros hemos podido ir evolucionando por cambiar de formato, pero llega un momento en el que no puedes pelear mucho más. La gente no puede estar renovándose cada seis u ocho años. Eso lo pueden hacer las cadenas, para los comercios minoristas es imposible.
– ¿Qué solución da?
– Sinceramente, creo que no se puede hacer nada. A los pequeños comercios nos han intentado vender la digitalización, pero es una engañufla. Al final, es una cuestión de cultura y educación. Si yo a mi hijo le enseño a comprar desde el móvil, lo va a hacer igual. Yo creo que el futuro del comercio en una ciudad como Vitoria va a ser muy duro; se convertirá como en Europa, en una calle y media de tiendas y se acabó.
– ¿Tan crudo lo ve?
– Hay otras tiendas como Zuloa que pueden cubrir ese hueco que dejamos nosotros. Pero es que hay clientes que directamente me han dicho que ahora van a comprar a Internet porque le resulta más cómodo. Yo les animo a que lo hagan en otras tiendas, pero no puedo hacer más.
– ¿Y las instituciones? ¿Cuál es su papel?
– Nos han dado por perdidos. Las veces que he hablado con ellos, siempre dicen lo mismo, que «damos subvenciones». Muy bien, pero eso sólo ayuda de forma puntual, como los bonos. Con ese dinero y un poco de imaginación, se podrían hacer otras cosas para mover al comercio y redirgir al público a las tiendas.
– Explíquese.
– Que pongan 'Compra en Vitoria' –o en Bilbao, como ahora– en los autobuses, ¿va a aumentar las ganas de la gente de ir de tiendas? Eso me parece una pérdida de tiempo y de dinero porque, a lo mejor, esa promoción son 400.000 euros. Está habiendo un aluvión de cierres y, encima, te dicen que el comercio va como un tiro.
– Usted piensa que no.
– Con los mismos números se pueden hacer críticas distintas, pero los nuevos negocios son porque hay barrios enormes que necesitan la panadería, la frutería o la carnicería. Nada más. Lo que hay que hacer es mover la ciudad y, por suerte o por desgracia, eso es el centro.
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