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Focos de interés
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begiart ·
Un espacio comisariado por un comité de expertos para mostrar el trabajo de nuestros creadores silenciado por la pandemiaLa visión humana requiere una fuente luminosa. A diferencia de los felinos, el sistema óptico de las personas no refleja y amplifica los pocos fotones disponibles en la noche. Y en una sala a oscuras, con una disposición a la italiana, por ejemplo, los focos pueden ayudar a ver incluso cosas que ni tienen presencia física ni son tangibles. Si esto es magia o si hay truco lo saben bien quienes han asistido a una representación teatral o de danza iluminada por la creatividad de David Alcorta (Vitoria, 1982). Vamos a ver si él nos arroja algo de luz sobre el asunto.
Pero antes de entrar en más detalles, convendrá poner el foco en la trayectoria inicial de este graduado por la Royal Central School of Speech and Drama de Londres. Titulado por la Escuela Superior de Técnicas de las Artes del Espectáculo del Institut del Teatre de Barcelona, decidió dedicarse a esta rama de la escena después de haber trepado al árbol desde niño.
«Algunas de mis primeras fotografías son en la furgoneta de Porpol», recuerda el hijo de los impulsores de la compañía alavesa, Carmen y Txortas. También aparece el pequeño David «en algún ensayo de la Denok». Y agrega que «mis padres suelen comentar que acabaron una reunión de producción de un espectáculo y se fueron al paritorio», relata el protagonista de esta precuela de una vida ligada a la escena.
Incluso tiene localizada una instantánea de aquella reunión de trabajo. Y no le faltan otras muchas imágenes de bolos diversos en fines de semana o de ediciones del Festival de Teatro de Humor de Araia, dirigido por su progenitor. «Allí he comido cable y voluntariado a patadas.O con los ensayos de obras dirigidas por mi padre», reseña un risueño Alcorta, que ha esperado más incluso que aquellos que aguardaban a Godot.
Eso sí, «también tienes unos cuantos recuerdos especiales, como abrir un cajón y encontrártelo lleno de narices rojas, para los cursos de clown que impartía mi padre. O en 'Quizás', donde mis padres actuaban juntos y se daba un mordisco a un ladrillo. Yo veía cómo mi madre preparaba el truco para rellenar el bocado tallado con una pasta hecha con harina, pimentón y no sé qué más». Teatro por todas partes.
No obstante, pese a los vínculos de la familia con la docencia en el marco del Taller de Artes Escénicas, lo de la interpretación no enganchó a quien hizo «algunos pinitos de pequeño». Confiesa que le habría gustado «ser bailarín, pero me lo tendía que haber planteado mucho antes» y se fijó en otros aspectos del trabajo escénico, «de una forma bastante natural».
«Me aprovecho de todo lo que he aprendido viendo dirgir a mi madre o hablando mucho de teatro», algo que se terminó prohibiendo en la mesa familiar. Y todo eso no sólo se proyecta sobre los diseños que crea David Alcorta. Sabe muy bien de la importancia de la comunicación para la creación colectiva.Así que cuando lanza el primer golpe para dar volumen a la escena, ya tiene hablado con la dirección el sentido estético de la escultura, una disciplina con la que compara su labor artística. A través de ella se llega al «contacto con el público, el momento para el que se hace todo», subraya quien sabe escuchar a la tarima, como el escultor a su piedra, para darle lo que pide en cada caso.
Puede que sea con Proyecto Larrua, Kabia, Paraíso, Pez Limbo, María Goiricelaya, Ramón Barea, Iñaki Ricarte, Idoia Zabaleta, Matxalen Bilbao o Fernando Bernués. Aunque se centra más en teatro y danza, también aporta sus focos de interés a galas y exposiciones. Y, al igual que el musico sabe de la importancia del silencio, Alcorta valora el papel de la sombra. E incluso se fija en las texturas de las fuentes luminosas, de manera que el versátil led –que «transforma el lenguaje visual»– no logra dejar de lado a los focos con filamentos incandescentes. Por algo David Alcorta detaca que «no hay nada como la luz de una vela», aunque alumbre de cerca, mientras construye los montajes 'Yerma' o 'Altsasu' con María Goiricelaya. Con ladrillos de luz. Con truco y con magia.
David con sus luces, es capaz de dar vida al espacio vacío, de crear una atmósfera densa y pesada entre los personajes o de llevar a la espectadora a la escena más efervescente. En definitiva, tiene la enorme virtud de, sin hacer protagonista a su iluminación, convertirla en esencial para la dramaturgia de la escena.
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