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Un grupo de amigas degusta un plato de alubias en las campas, uno de los actos que inaugura el programa de la tarde en Olárizu.

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Un grupo de amigas degusta un plato de alubias en las campas, uno de los actos que inaugura el programa de la tarde en Olárizu. Jesús Andrade

Vitoria saborea el final del verano en Olárizu

Con el plato de alubias en las campas o desde lo alto del cerro, miles de romeros disfrutaron de la fiesta entre música, deporte y gastronomía

Lunes, 9 de septiembre 2024

No hay beato al que rendir pleitesía o pedir salud y felicidad, pero se puede decir que 'san (o santa) Olárizu' se portó. Una mañana fresca y nublada dio paso este lunes a una agradable y hasta soleada tarde que congregó a miles de romeros en una de las fiestas más queridas por los vitorianos. Los populares parajes naturales al sur de la capital, esa joya del Anillo Verde con sus extensas campas y sus magníficas manchas de bosques, se transformaron en un singular bodegón que cobró colorido con el trasiego de excursionistas, gigantes y cabezudos, aizkolaris y puestos de manjares artesanos.

Y es que la meteorología es el auténtico evangelio de esta romería, coincidían de forma unánime los comerciantes, locales y llegados de diferentes puntos de la geografía vasca y el norte de España. «La fiesta de Olárizu depende mucho de la climatología, si no llueve es un bombazo, si llueve, según a qué hora, le quita el glamour», predicaba Pedro Aguirrezabal (Jamones Mendiola), decano proveedor de viandas de esta cita que se festeja el siguiente lunes después de la Natividad de la Virgen. «¡Hoy jugamos en casa!», proclamaba este «residente en Mendiola y dueño de medio monte Olárizu, donde pastan mis caballos», mientras anunciaba su «maravilloso» –y también abrumador– surtido de «chorizo dulce y picante, de cerdo y de jabalí, salchichón de ciervo, choripanes…».

«Si no llueve es un bombazo, y ¡hoy jugamos en casa!», celebraba Pedro Aguirrezabal desde su puesto de jamón y chorizo

Pilar García y sus rosquillas anisadas llevan acudiendo desde Bilbao a la peregrinación de la capital alavesa «30 años o más». Y esta última edición demostró que «se mantiene la esencia». Sus productos, que despachaba por 4, 6, 7 y 8 euros, «mismos precios que el año pasado», se trabajaron mejor a última hora, cuando el gentío marcha a casa.

Pero si hay un manjar que reina en Olárizu es la alubia. La fórmula la proporciona Berna Santidrián, presidente de Boilur (Federación de Sociedades Gastronómicas de Álava) que preparó y repartió 1.200 raciones gratuitas junto a una quincena de integrantes de la entidad. «¿La receta? Muy sencillo: alubia pinta alavesa, sacramentos y verdura. El secreto es estar dos horas y media cuidándolo, con paciencia, mucho cariño y buen género». Las humeantes marmitas de contundente legumbre autóctona volvieron a atraer a una larguísima fila de comensales que acudieron hasta una hora antes de comenzar el reparto.

Cabezudos y gigantes animaron la hora de la merienda. r. g.
Se formó una larga cola para hacerse con un plato de alubias. Jesús Andrade

«Están todos aquí haciendo cola en vez de disfrutar en la campa», comentaba con retranca el chef. Con «23 años» de experiencia en la romería, nadie como él para analizar su progresión. «Esto evoluciona poco, la gente a la que le gusta la romería va falleciendo desgraciadamente y se nos van, de hecho se nos han ido a nosotros tres integrantes, y es lo que hay. Dentro de los nuestros también han entrado algunos jóvenes», compartía apenado. Lo positivo es que «a la tarde viene la juventud».

Entre las que acudieron puntuales a la alubiada se encontraban Liliana y Paola, colombianas afincadas en la Green Capital que pudieron hacerse con una de las codiciadas porciones. «Huelen muy ricas y apetitosas», aseguraban antes de sentarse en una toalla a degustarlas. La primera de ellas 'debutaba' en la romería y su compañera se mostraba feliz de «ir conociendo las tradiciones locales y haciéndolas conocer».

Boilur repartió 1.200 raciones de rica pinta alavesa, lo que formó largas filas de gente desde mediodía

De unos años a esta parte, hay que reconocer que en las romerías alavesas, incluida Olárizu, triunfan los talos, lo que «no tiene ningún sentido cuando se puede comer un buen pan de trigo alavés», razonaba Luisma González, vecino de San Cristóbal y 'devoto' de la fiesta de las campas. «Se lo leí al historiador Ramón Loza en EL CORREO. Cuánta razón lleva», remarcaba. Ignorantes tal vez de esta disertación gastronómica, largas colas de personas se volvieron a formar en los puestos de estas tortas rellenas de innumerables ingredientes. «de chorizo, chistorra, morcilla, lomo, bacon… Pero el primero es el que más piden», indicaba el camarero de una txosna de Loiu.

Brindis de un grupo de asistentes con el cerro de fondo. R. G.

Rioja Alavesa, Cariñena, garrapiñadas, quesos, empanada, pasteles, helados y otros productos hicieron las delicias de un público igual de surtido. A primera hora abuelos con nietos, ciclistas o paseantes que hollaron el cerro –a 709 metros y que se fue poblando poco a poco–; por la tarde escolares y universitarios 'festejando' la vuelta al cole.

Junto a la Casa de la Dehesa, Ander Fernández de Murguiondo y su equipo vigilaban desde el puesto de Cruz Roja. Su labor «depende mucho del tiempo que haga, cuando hace menos calor, como hoy, suele haber menos lío». La cucaña, siempre peligrosa, reta a los más valientes, pero en los últimos cursos no ha habido incidentes reseñables, señalaban. «Atendemos algún etilismo, caídas, cortes».

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