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El Festival de Jazz de Vitoria volverá el año que viene al polideportivo Mendizorroza siempre que la pandemia lo remite definitivamente. Lo hará tras una particular 44 edición que dijo adiós el fin de semana con la novedad del Iradier Arena como escenario de manera « ... excepcional». El pabellón acogió gran parte de los conciertos como parte de la apuesta de las instituciones alavesas, junto a la asociación Kultura Bizia, para llevar a cabo eventos seguros ante las dificultades de salas y festivales para llevar a cabo una programación estable en sus emplazamientos habituales.
«Una vez que se recupere la normalidad y finalice la emergencia sanitaria, los festivales volverán a su hogar», afirma la concejala de Cultura, Estíbaliz Canto, en conversación con EL CORREO. Es decir, el decano de los certámenes locales regresaría en 2022 al polideportivo Mendizorroza; el Azkena Rock a Mendizabala tras la edición alternativa que se celebra este otoño en el Iradier, y el festival de cortometrajes Korterraza de vuelta a plazas al aire libre de la ciudad. La decisión de centrar la oferta en el Iradier se «circunscribe a una situación concreta», al contexto de pandemia.
De esta manera se calman los ánimos de los seguidores más exigentes. Y es que a lo largo de la celebración del Festival de Jazz ha habido un runrún entre los fieles que no entendían el cambio de recinto con cierta añoranza al hogar habitual, Mendizorroza, sede desde la segunda edición en 1978. Tan solo la primera edición se llevó a cabo en otro polideportivo, el de Landazuri.
El departamento de Cultura justifica la decisión de llevar a cabo los conciertos en el Iradier por los protocolos exigidos, además de la necesidad de «medir» las inversiones aprovechando el equipamiento. En su acondicionamiento la Diputación, el Ayuntamiento, el Gobierno vasco, Basquetour y la Caja Laboral aportaron 210.000 euros. El Festival de Jazz no podía ser la «excepción», defiende, porque en una época de crisis hay que «optimizar los recursos». Además, el recinto venía celebrando actuaciones desde mayo gracias a la programación de la asociación Kultura Bizia, que agrupa a salas de conciertos y festivales como el propio certamen de jazz.
«No ha sido un festival normal porque se ha llevado a cabo en plena pandemia, pero todos nos tenemos que adaptar y las condiciones han sido las mejores sin ser las ideales», señala la concejala de Cultura, Estíbaliz Canto, que al igual que la organización del festival valora de forma positiva la acogida. «La prioridad ha sido sacarlo adelante y la respuesta ha sido buena». Además, el aforo del polideportivo Mendizorroza, inferior a los 5.000 asistentes, permitía una menor entrada.
El presidente del festival Iñigo Zárate reconocía que no era el sitio idóneo para la celebración, pero entendía una «apuesta institucional» para que el tejido cultural alavés tenga un espacio donde llevar a cabo eventos. «Se ha hecho un esfuerzo y una apuesta importante por parte de la organización y de los técnicos», reconoce la concejala en conversación. A pesar de que la cita salvó los muebles con un programa interesante -sin grandes estrellas-, el sonido fue deficiente, especialmente en algunas actuaciones, como la de Kathrine Windfeld y la de Anne Paceo. La actuación de la pianista danesa y su sexteto se vio lastrado por la acústica y el directo de la baterista francesa por un bombo que apenas se apreciaba en las gradas. Al mismo tiempo, la amplitud del recinto, sumada a la dificultad para el aislamiento y oscurecerlo no contribuye a esa cercanía que suele ser una seña de los directos del género.
Los planes de las instituciones para el Iradier Arena pasan por mantener una programación. Como ya adelantó EL CORREO, la asociación Kultura Bizia seguirá realizando espectáculos en el Iradier hasta final de año. «La idea es que el espíritu de este proyecto dure y seguir dando un uso principalmente cultural», afirma Canto. Desde las instituciones prevén publicar a finales de año un concurso de explotación para que una empresa, además de programar eventos, invierta en una serie de reformas.
El presupuesto para los festivales se ha visto mermado en pandemia debido a la necesidad de reinventar el formato con una apuesta mayor por grupos cercanos. Aunque no ha empezado el debate presupuestario en el Ayuntamiento de Vitoria, señala que la intención es recuperar la aportación municipal para que sea «igual o lo más cerca posible» a la de años anteriores. El Festival de Jazz ha contado este curso con 65.000 euros por parte del Ayuntamiento de Vitoria, un recorte en porcentaje respecto a 2019 similar al del Azkena Rock (150.000 euros).
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