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Una joven, en plena regresión a la infancia, se desliza con su trineo por el cantón de Anorbin.

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Una joven, en plena regresión a la infancia, se desliza con su trineo por el cantón de Anorbin. R. Gutiérrez

Felicidad bajo cero en 'Vitoria Beret'

Uniformado con sus anoraks chillones, el personal tomó los níveos parques para disfrutar, sin miedo al resfriado, de la nevada

Jorge Barbó

Domingo, 3 de diciembre 2017, 01:32

Dirán que esta copiosa nevada, la primera de la temporada, ha tenido un efecto balsámico en los lánguidos embalses. Y el agricultor tirará de refranero para aseverar que el próximo será un año de bienes, que ojalá. Pero también ha traído otros efectos, quizás más ... domésticos, pero muchísimo más importantes. Que los polluelos saltaran como un resorte de su calentito nido de sábanas de Frozen y la Patrulla Canina sin tener que soltar un alarido amenazante. Que el más sofisticado, ése que alardea de ser un dechado de reflexiva madurez, viviera una regresión a la infancia a bolazo limpio. Que hasta el apático -por no decir sosaina- se dejara de chorradas cínicas y terminara retozando en el suelo, dibujando ángeles con su silueta. Ayer bastó con dar un paseo por los parques, por las campas, por las calles de Vitoria para caer en la cuenta de que una nevada, tan habitual como extraordinaria por estos lares, mantiene intacta la capacidad de blanquear la rutina grisácea, traer un poquito de felicidad bajo cero y, de paso, congelar las preocupaciones del personal.

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