Vuelta al pasado en cinco municipios alaveses. Elciego, Elvillar, Iruña de Oca, Urkabustaiz y Zigoitia afrontaron ayer su primer día de cierre perimetral al superar la tasa de incidencia de 400 casos por cada 100.000 habitantes. Nadie puede entrar ni salir del municipio sin ... causa justificada al menos hasta el 6 de abril, cuando el Gobierno vasco revisará el listado de localidades afectadas por las restricciones. Con una excepción: aquellos que tengan reserva en un establecimiento hotelero. Los bares solo pueden servir en el interior hasta las 9.30 horas y durante el horario de comidas. En los pueblos afectados se viven las restricciones con resignación y hastío. Los hosteleros son los más críticos, y en el lado opuesto vecinos a los que el cerrojazo apenas les altera la vida cotidiana.
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Elvillar es uno de los dos municipios de Rioja Alavesa que sufre este nuevo cierre perimetral. «Muy mal, fatal», responde Luis González preguntado por cómo recibió la noticia. Regenta el bar del centro de jubilados San Roque y no puede servir en el interior durante buena parte del día. «Lo que más doy son almuerzos, y en la terraza con el viento que hace es imposible estar. Esto nos hace mucho daño», lamenta. Los vecinos prefieren no consumir en el interior. «Aquí hay mucha gente mayor que tiene miedo al virus», añade. Víctor llega con su furgoneta del pan a la plaza del pueblo desde Oion. «Sí que vendemos algo más, se nota cuando la gente no puede salir fuera», señala. Tampoco nadie puede entrar al pueblo sin justificación. Y eso bien lo saben Ana y Pedro, vecinos de Bilbao alojados en Laguardia y que recorren la ruta de los dólmenes. «Antes de salir hemos mirado si algún municipio estaba cerrado para no incumplir las normas. Casi hay que sacarse un máster ya para andar por ahí», decía ella con sorna. Se quedaron con ganas de visitar la iglesia del pueblo. «Para la próxima», prometía esta pareja.
Elciego, el único municipio con un restaurante con estrella Michelin en Álava, es el otro municipio de Rioja Alavesa confinado desde ayer. Las bodegas enfocadas al turismo son uno de los sectores que más sufre el cerrojazo. «Tenemos muchas reservas para estos días y esa gente sí puede venir, pero no podemos coger nuevas y eso es una faena. Además, para nosotros la venta de vino a gente que está de paso supone el grueso de la facturación, y eso lo perdemos totalmente», lamenta Judit Valdelana, de la bodega familiar del mismo nombre. Para ellos, la Semana Santa y el puente de la Inmaculada son las épocas de trabajo más intensas del año, así que el ambiente allí era de tristeza. «Ahora estamos de bajón, tristes y cansados», agregaba Judit, que cree que este cierre se debe a las «imprudencias» de gente que no respeta las restricciones.
Es mediodía y por las calles del pueblo apenas pasea gente, Josean y Dani son de los pocos que caminan por este enclave rodeado de viñas. «Venimos de Donosti y nos hemos podido quedar a pasar la noche porque ya teníamos reserva. Hemos estado haciendo monte y una cata de vino. Ya ha sido casualidad que justo cierren el pueblo en el que estábamos, pero no hemos tenido ningún problema», contaban cargados de botellas de vino con las que regresarían a casa. En uno de los accesos, una patrulla de la Ertzaintza paraba a todos los vehículos para comprobar que nadie se saltara el cierre sin causa justificada.
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Los brotes en dos locales hosteleros han condenado a Iruña de Oca, cuya tasa supera el millar de casos por 100.000 habitantes tras las dos decenas de nuevos contagios detectados tras el cribado de la semana pasada. Aún así, las nuevas restricciones han pillado por sorpresa a algunos. «Tenemos que estar muy pendientes de la gente, de que no estén en el interior del bar fuera del horario permitido. Muchos no lo saben», confiesa Nekane Gil, de la taberna Erdiko. «No sabes muy bien cuánto género pedir y cómo organizarte, pero mejor esto que estar cerrados», se resignaba. Tras la barra del Bobby's, Asier Salgado lamentaba que estaba vendiendo muchos menos pintxos que una mañana normal. «Cerrarnos no es la solución. Nosotros cumplimos a rajatabla y siempre van a por los mismos», censuraba el hostelero. En una de las mesas, Tasio, Pepillo y Amado apuraban el vino antes de volver a casa a comer. «A nosotros no nos afecta mucho el no poder salir del pueblo. Aunque a mí sí que me gusta bastante ir a Vitoria», comentaba uno de los parroquianos. «Esto se está convirtiendo ya en un circo», criticaba alterada la clienta de otro de los bares del pueblo. Mientras, los locales hosteleros en los que se detectaron varios positivos la semana pasada permanecían cerrados.
La vida no va a cambiar apenas para muchos vecinos de Urkabustaiz, municipio de 1.300 habitantes del que Izarra es el núcleo principal. Alfredo Alves es un buen ejemplo de ello. A primera hora de la tarde paseaba con su perra Kira por un camino cercano al pueblo. «No he pisado un bar desde hace un año y a Vitoria no suelo ir, así que el cierre apenas me afecta», deslizaba este vecino. Insistía en que el municipio es extenso, con muchas zonas verdes y montes en los que disfrutar de la naturaleza, relajarse y respirar aire puro para no sentir esa sensación de encierro. «No todo el ocio tiene que ser en los bares, hay vida más allá», concluía Alfredo con una sonrisa antes de continuar la caminata con su mascota. En la zona alta del pueblo, disfrutaba de las espectaculares vistas Efrain Giménez, que confesaba que el cierre perimetral le sorprendió. «Me afecta porque voy bastante a Vitoria por ocio y a hacer vida social», trasladaba.
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Este cerrojazo es «injusto», en opinión de varios de los vecinos de Zigoitia consultados por este periódico, ya que se trata de un municipio de 1.700 habitantes distribuidos en 17 concejos al que los cálculos para decretar el confinamiento no le benefician. «Nos quedamos muy sorprendidas cuando nos enteramos de que nos cerraban, porque por mucho que hemos preguntado no sabemos de dónde salen los positivos», comentaba un grupo de madres en las campas junto a las piscinas de Gopegi. «Con pocos casos ya nos cierran y eso no es justo», decía una de ellas. A algunas familias, esta situación les altera los planes para los próximos días. «Nos han fastidiado la Semana Santa. No teníamos reserva hecha en ningún sitio pero sí que teníamos idea de irnos a pasar algún día por ahí, a Donosti por ejemplo, con el buen tiempo que va a hacer», contaba Lorena Ibáñez. Sentada en la misma mesa, Marinés Hernández no comprendía por qué no podía salir de su municipio «pero sí que gente de Vitoria venga al Gorbeia a hacer la compra, como ha pasado las últimas veces que ha habido cierre y el parking estaba a rebosar, sobre todo los fines de semana». De momento, no es así. Fuentes de la Ertzaintza confirmaron ayer que en este encierro perimetral no se puede acudir desde Vitoria al centro comercial Gorbeia. Sin embargo, la confusión reinaba ayer entre los clientes y muchos llegaron desde fuera del municipio. Como Goyo González, vecino de Aretxabaleta. «He dado por hecho que sí podía...», se justificaba.
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