Terrorismo islamista
La familia del yihadista desaparecido en Vitoria: «Allal no se fugó, alguien se lo ha llevado»Secciones
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La familia del yihadista desaparecido en Vitoria: «Allal no se fugó, alguien se lo ha llevado»A Allal E. M. le quedaban apenas dos meses para la revisión de su condena por enaltecimiento del yihadismo. En su familia confiaban en que, como mínimo, le quitarían «el cacharrito del pie». Se refieren a la pulsera de geolocalización que apareció la noche del ... 27 de septiembre en un parque de Salburua, a apenas 150 metros de la comisaría de la Policía Nacional, cuerpo que le busca desde entonces.
La cinta del aparato de control presentaba «un corte limpio». Como acometido con un cuchillo. A su vera, el patinete eléctrico con que salió de casa de su hermana. Ni rastro de este hombre de 53 años.
En diez minutos, una veintena de agentes nacionales peinaba este barrio de Vitoria y otros puntos a la caza de algún indicio. Al cumplirse media hora de la alerta, los rastreadores superaban el medio centenar. Nada descubrieron sobre este vecino de la capital alavesa, oriundo de Marruecos y en problemas con la Justicia desde apareciera en el radar de la lucha antiterrorista hace casi una década.
Hoy se mantienen «todos» los interrogantes sobre su paradero, reconocen medios internos del Ministerio del Interior. Oficialmente se encuentra en busca y captura desde que su pulsera se activó. Quedan las suposiciones. Una huida para alistarse en alguna facción integrista musulmana en África o en Asia. Un secuestro a manos de no se sabe muy bien quién. E incluso algún percance inesperado con consecuencias fatales, como barruntan sus tres hermanos, todos residentes en la capital alavesa.
Acumulan dos meses y medio engullidos por la incertidumbre. Sin avance alguno sobre la desaparición de Allal acceden a hablar con EL CORREO acerca de su sinvivir. «Nuestro hermano no se fugó, alguien se lo llevó. Tuvo que pasarle algo», claman.
Remarcan que penaba un castigo de tres años de los que había cumplido casi dos. Era su segunda condena. «Le faltaban un par de meses para la siguiente revisión. Él y todos confiábamos en que le quitaran el cacharrito (pulsera geolocalizadora)», inicia Omar, el mayor de la saga. Cuando le concedieron la libertad vigilada retornó con los suyos. Vivía con su hermana en un piso social de Salburua y hacía vida monacal.
«Casi siempre estaba en casa. No iba ni a la mezquita. No quería ningún problema ni imprevisto». Andaba pendiente de la cobertura, para evitar que la pulsera saltara. «No bajaba ni al garaje por miedo», prosigue Mohamed, su otro hermano. A veces salía a correr, nunca más allá de treinta minutos.
Allal salió en las noticias allá por 2016, cuando la Guardia Civil detuvo su camión al sospechar que iba a cometer un atentado. «Le acusaron de un montón de cosas. Le pedían 14 años. Al final sólo le condenaron por colgar vídeos en internet», se queja Omar. Luego vino otra sentencia por idéntica razón. Desde entonces se sienten marcados. Por los suyos también. «Ya sabes. Te tachan de algo y la gente...», trata de atajar cabizbajo el cabeza del clan. «¿Si mi hermano fuera tan malo por qué su empresa de transporte (en Lleida) le conserva el empleo?».
El 27 de septiembre, Allal merendó con su hermana. Cogió el patinete eléctrico. «Vuelvo en un ratito», anunció. Vestía su viejo chandal. Una hora más tarde, los teléfonos de sus familiares ardían. «Nos interrogaron a todos cuando somos nosotros quienes tenemos las preguntas», se quejan.
Apunta Omar que el ahora oficialmente fugado dejó en su habitación «la documentación, móvil, ropa y su poco dinero». Han perdido la cuenta de las explicaciones dadas a las autoridades desde entonces. «Todas las semanas nos llaman por si tenemos novedades. Ellos deberían darnos respuestas. Estamos muy preocupados».
Su pulsera y el patinete aparecieron en un parque situado enfrente de la comisaría de la Policía Nacional, en Betoño. «Si tienes intención de irte, no te arrancas la pulsera a 150 metros de quienes te vigilan». A los pocos días del incidente denunciaron su desaparición.
Para ellos prevalecen los indicios de un desenlace abrupto. «Esa misma mañana se conectó al ordenador para reactivar el paro. También miró el expediente del hijo que tiene en Marruecos, porque quería traerlo». Piden que si aquel día alguien vio algo avise al 091, o la Ertzaintza o la Policía Local. «Nuestro hermano tenía muy cerca la normalidad y de repente...».
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