Okupas en Euskadi
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Okupas en Euskadi
Una familia con 3 niños paga «500 euros» por la lonja okupada más grande de VitoriaTras la puerta metálica entreabierta, dos pequeñas observan curiosas a los extraños que aguardan en la acera. Tienen 5 y 3 años. Lucen limpias y sonrientes. De fondo tintinea el lloro de su hermanita, de sólo «20 días», a la que su joven madre intenta ... calmar sin demasiado éxito. «Nació en Txagorritxu», remarca su padre. Le llamaremos Mustapha para proteger su identidad ya que carece de papeles. Esta familia de cinco miembros reside desde hace pocas semanas en la lonja okupada de la calle Bruno Villarreal, en Vitoria.
Se instalaron sin hacer ruido y su perfil –tan opuesto a la cascada de inquilinos irregulares anteriores– ha modificado el sentir de una parte de los vecinos legales de este ala de Coronación tan castigada por los okupas. «Hemos pasado muchísimo miedo por las amenazas y robos de la gente que antes vivía ahí dentro. Aquí ha llegado a venir dos veces al día la Policía durante semanas. Esta familia no da problemas», resalta una habitante de un portal cercano.
«Lo que no entendemos es cómo el Ayuntamiento o la Diputación no les echan una mano», refiere otro ciudadano de este 'barrio de oro' junto a la fachada de esta antigua tienda de segunda mano, cuyo propietario legal, un parado residente en Galicia, continúa a la espera de recuperar algún día. En su día tuvo una oferta para montar un pequeño gimnasio.
La familia de Mustapha, de origen argelino, bajó a Vitoria desde Francia. «No encontramos ningún sitio para habitar y al final entramos en esta lonja por la que pagamos 500 euros», comparte en un perfecto francés. Aunque en un primer momento cita «una agencia», pronto revela otra versión más creíble. Entregó el dinero a «dos hombres».
Fuentes policiales desvelan que se trata de los primeros okupas que dieron la patada a la estancia un año atrás. «Ha pasado muchísima gente por ese lugar. Ha habido mucha rotación. Estamos convencidos de que todos han pagado por dormir allí». Es la única que cuenta «con luz y agua» de la veintena de lonjas okupadas repartidas por la ciudad.
Los anteriores inquilinos dejaron patas arriba la estancia, de más de 200 metros cuadrados. Ayer domingo lucía un aspecto pulcro. Una cocina con su frigorífico, varios carritos de bebé alineados, un proyector, una mochila de Glovo y dividido por varios paneles, el dormitorio donde pernoctan todos los miembros de esta familia.
«Lo he arreglado todo yo», valora Mustapha, que saca dinero «con la chatarra». Su entorno añade que este joven ataviado con una gorra «también ha llevado pedidos como repartidor» de comida a domicilio.
La mañana del sábado, mientras Mustapha fue a por comida, alguien colocó una cadena con un enorme candado en la puerta, con la mujer y los tres pequeños dentro. Los bomberos tuvieron que tirar de cizalla para liberarles. «¿Quién puede hacer eso?», se pregunta su amigo Moha, antiguo okupa en esta ubicación.
Quizá por eso, o por temor a que otros les echen del lugar, él mismo candó ayer la puerta mientras fue a por sustento. Su familia volvió a quedarse en el interior.
«Queremos vivir en Vitoria. Buscamos una vida normal y tranquila», subraya antes de lanzar un ruego. «Necesitamos un piso (social), que nos ayuden, pero hasta el 23 de marzo no nos dan cita con la trabajadora social». Ni la niña de 5 años ni su hermana de 3 van al colegio. Su padre suele acudir al Banco de Alimentos para conseguir manutención. Y para ducharse acuden al centro cívico Aldabe, situado a unos 400 metros de distancia.
Moha deja entonces una frase que ayuda a comprender cómo esta familia con tres menores ha acabado en estas condiciones. «Toda Europa conoce que en el País Vasco ayudáis a la gente».
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