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«Siempre con una cazuela entre las manos para hacer el bien. Era su manera de complacer». La espontánea forma de ser de Alberto López de Ipiña, abogado, cocinero y gastrónomo vitoriano, se apagó ayer a los 61 años, pasadas las ocho de la tarde, con su inesperado fallecimiento en el HUA. Una repentina enfermedad le llevó a Urgencias de Txagorritxu y seguidamente a la UCI, donde apenas ha permanecido dos días en coma inducido.
Otra estrella de la cocina alavesa, Juanjo Martínez de Viñaspre, el archipopular 'Anemias', lloraba ayer compungido por la muerte de su gran amigo. «Lo dicho, su manera de ser era esa, un puchero y un plato, y mira que hemos discutido pero lo que hemos disfrutado también... Una barbaridad». Ipiña se sintió mal a la vuelta de unas cortas vacaciones con su esposa Maite. Ella le empujó a acudir al médico ante sus reticencias. Ya era tarde. De Urgencias a la Unidad de Cuidados Intensivos, sin que los servicios médicos hayan podido hacer nada por salvar su vida, arrebatada por un fallo multiorgánico.
RAMIRO GONZÁLEZ
López de Ipiña, afable, cercano, didáctico, chisposo, embobado como un aitite con sus nietos, era por descontado un tipo muy popular en Álava, en particular entre las sociedades gastronómicas, impulsor de sus platos, dinamizador de sus actividades. Era uno de ellos, socio de Zapardiel, en la Herrería, en ese tramo de calle donde hay más txokos que ninguna otra cosa. Gustaba de cocinar, de tratar a los alimentos con cariño, sobre todo si entre manos tenía uno de los llamados 'kilómetro 0', los de cercanías, esos que brotan en las huertas de la Llanada o entre viñedos y olivos en Rioja Alavesa.
Juanjo Martínez 'Anemias'
Ha sido hasta su repentino óbito el 'alma mater', presidente del jurado del Concurso de Sociedades Gastronómicas de EL CORREO, líder de esos otros chefs de altura llamados Manolo Bayón, Sabin Unamuno y Aitor Basterra. Cuando había que escrutar los guisos, todos estaban pendientes de Alberto, muy prudente en sus apreciaciones aunque puntilloso si se le preguntaba por lo que acababa de probar. De hecho fueron el 'Anemias' y él quienes pusieron en marcha el certamen en Álava después de ganar varias veces el que se celebraba en el conjunto de Euskadi.
También se ocupó durante años de mimar otro movimiento culinario, el Slow Food en Álava, esa corriente internacional que se entrega a la promoción de los productos ecológicos, a la buena cocina y, en definitiva, a una vida saludable a partir de una esmerada alimentación. Era frecuente verle en ferias, mercados y otros encuentros culturales y gastronómicos, siempre además elogiando y promoviendo la cesta de la compra alavesa. Cuando se colgaba el mandil, que lo hacía con frecuencia y si se lo pedías, con más razón, y preparaba uno de sus menús, jamás faltaba en la mesa el aceite de Moreda de Álava, la trufa de la Montaña, la sal de Añana, la alubia pinta y, por descontado, el vino de Rioja Alavesa, comarca que amaba y de la que conocía sus rincones. Le apasionaba el territorio.
iker Vitores (Burduntzi)
Quizás lo amaba por haber trabajado para Álava como empleado de rango de la Diputación, más de tres décadas y media, los últimos años como director de los Servicios Generales, algo así como un departamento sin diputado ni cartera pero esencial para el correcto funcionamiento de la institución. Era muy apreciado en la Casa Palacio, donde compartía a diario con el diputado general y demás altos cargos del gobierno foral de la misma manera que lo hacía con otros empleados y funcionarios. Su despacho estaba el primero según se accedía a las estancias nobles de la Diputación.
«Lo vamos a echar de menos. Se dejaba querer. No somos nada. La muerte nos acecha a la vuelta de la esquina», acertó a confesar con dolor Iker Vitores, de Burduntzi, amigo de la familia. La pérdida de Alberto sume en el desconsuelo a decenas de cocineros y cocinillas, a amigos por doquier y pone de luto a la Diputación, que dice adiós con hondo sentimiento a un hombre que se entregó a ella y a Álava cuando contaba los días que le quedaban para su retiro.
Será doloroso sentarse a la mesa ya sin él, entre un lomo de bacalao Giraldo, un solomillo de Cárnicas Sáenz, el vino de Zintzo y los chistes de Roberto Rejado, cuando la pandemia deje cocinar a las sociedades recreativas alavesas. Se brindará por Ipiña, como lo haría él.
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