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Daniela López de Lacalle Sáenz.
Fallece con 111 años la mujer más anciana de Euskadi

Fallece con 111 años la mujer más anciana de Euskadi

La alavesa Daniela López de Lacalle, nacida en Apellániz en 1909, acababa de celebrar su cumpleaños el viernes

Lunes, 14 de diciembre 2020, 01:07

La muerte ya le había venido a buscar otras veces. Pero ella se negaba a acompañarla. Ni la dalla afilada, ni el frío aliento de la parca le impresionaban lo más mínimo. «A mí me vais a tener que matar», le soltó a la hija hace unos años, mientras salía del hospital tras recuperarse de un infarto. Todos pensaban que un corazón tan vetusto, tan exhausto no podría aguantar algo así, a sus años... Pero vaya si resistió. Si los más mayores entre los mayores están sujetos a la vida por un hilo finísimo, Daniela se amarraba a ella con un ovillo de recio esparto. Hasta que se le quebró. Ayer, a los 111 años y dos días, dio su último suspiro la persona más anciana de Álava y de todo Euskadi, la gran abuela vasca.

Daniela López de Lacalle Saenz, se podía leer en su DNI. Un poco más abajo se daba cuenta del lugar de nacimiento, Apellániz (Álava), junto a la fecha: 11 de diciembre de 1909. Costaba creer que no se tratara de una errata burocrática viendo su sonrisa perenne y esa luz de los ojos que se resistía a fundirse, igual que una de esas bombillas eternas. Pero, sí, hace sólo tres días Daniela estaba celebrando su 111 cumpleaños, una edad que le colocaba en lo más alto de ese selecto club de los supercentenarios. De la verdadera lista Forbes: si el tiempo es el bien más preciado, Daniela era toda una potentada. No sólo era la persona más anciana de Euskadi, también la octava más longeva de España: la primera, María Branyas, cumplirá los 114 en marzo). Según los últimos datos del Eustat, en el País Vasco 726 personas han llegado a los cien años.

Tremenda lucidez

Trabajó el campo, regentó una tienda y, como tantas otros alaveses de su generación, dejó el pueblo para vivir en la ciudad trabajando en una portería. Corajuda, con ese carácter que imprime la Montaña Alavesa, cuentan en su entorno que hasta los cien se empeñó en vivir sola. Y hasta entonces no faltaba un día a echar la partida. Gastaba uno de esos sentidos del humor finísimos y una lucidez envidiable, que hacía que no viviera en absoluto ajena a toda esta realidad tan dura que a ella, que mira que las había visto de todos los colores, de todas las escalas de negro, también le tocó padecer.

Aunque, no, tal y como confirmaron desde su entorno más estrecho, este maldito coronavirus que está segando la vida de tantos y tantos de su generación, la mayoría mucho más jóvenes que ella, no ha tenido nada que ver con su muerte. Al parecer, la suya fue de lo más apacible.

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