Así se adaptan un bombero, un operario de Mercedes y un taxista al turno de noche

En los turnos de 24 horas (desde las 9.30) que cubren los Bomberos de Vitoria puede pasar de todo y «algunas noches descansamos pero otras no paramos de trabajar», asegura el suboficial Iñaki Arriola. Como ejemplo rescata el fuego que hace dos décadas arrasó la planta de Fagor y que se desató pasadas las 22.00. «Los incendios por la noche tienen más riesgo porque se tardan más en ver y se hacen más grandes», explica con la experiencia que le dan 28 años en el cuerpo. Las fugas de agua o los accidentes tampoco entienden de horarios y, si la jornada sale tranquila, se dedica a formación, maniobras, mantenimiento de vehículos...

Arriola asegura que «los turnos son intensos» y para sobrellevarlos no falta una cafetera bien cargada en Aguirrelanda. También hay comedor, televisor y camas, «como en los hospitales», por si el cuerpo reclama una cabezada. En cuanto suena la sirena, eso sí, «tenemos la norma de salir en un minuto, da igual la hora que sea». De vuelta a casa, dice, «estoy deseando comer y echar una buena siesta».

Cuando Roberto Robles estrenó el turno rotatorio de noche en Mercedes, hace ya un lustro, no notaba tanto «el jet lag» que deja estar desde las 22.00 hasta las 6.00 horas dentro de una fábrica. «Al principio me costaba menos pero ahora me paso el día durmiendo», asegura este operario de 42 años que tira de «tapones y antifaz» para tratar de pegar ojo cuando se quita el mono de trabajo. Su vida social, asume, se ve «limitada» durante la semana que le toca este horario y a su pareja casi ni la ve. «Yo me acuesto y ella se levanta. Vas al revés», describe.

En la cadena de montaje de la multinacional se realiza «el mismo trabajo» que durante los turnos de mañana y tarde pero por la noche, según avanza la jornada, «el cuerpo tiene bajones». «Es duro», se resigna. Los descansos resultan fundamentales y el café sólo sienta bien en el primero porque «si no luego te deja muy despejado». A Robles tampoco le gusta zamparse un bocadillo en plena madrugada y recomienda picar «algo de fruta, que es más ligero» para conciliar el sueño a la salida.

La covid, con su hijo todo el día en casa, animó a José Ramón Temprano a volver a coger el taxi de noche para poder «conciliar». Entre las 22.00 y las 00.00 horas pone el motor en marcha y, ya con la luz del día, lleva a su pareja al trabajo y al niño al colegio para rematar la jornada. «Al final te acostumbras. Vas quitando horas de sueño al día y el cuerpo no pide tanto», afirma este taxista capaz de dormir «a cualquier hora». En la parada también resulta fácil «quedarse traspuesto», sobre todo en invierno, «con el calorcito y la música», así que para evitar «sustos» cierra las puertas.

Las noches en el taxi «se hacen más largas cuanto menos movimiento hay» y las largas esperas se matan con la tablet, unos cuantos sudokus, la radio «siempre» encendida... «Me da tiempo hasta a hacer las cuentas mensuales», comenta este taxista, que puede estar horas sin realizar un servicio. La noche del lunes al martes, señala, «no se mueve nada». Los pasajeros se suben a su coche por motivos laborales, médicos... y «si haces un servicio cada hora ya es demasiado».