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Se acabó. Vitoria vuelve a la rutina. Los días de jolgorio dan paso a la tranquilidad más absoluta. Después de vivir el periplo festivo de La Blanca 2017 con toda la intensidad que cada cuerpo ha podido aguantar llega, para algunos, el tiempo de descansar, ... y para otros, de reflexionar. Hoy será día de balances oficiales. El alcalde, Gorka Urtaran, y la concejala de Cultura, Estíbaliz Canto, se encargarán de ofrecer la visión municipal. Será el repaso público en el que podrán sacar pecho por haber logrado el objetivo de eliminar el vidrio en el Chupinazo.
A la hora de los ‘inventarios’ particulares, cada cuadrilla de blusas y neskas hará el suyo y cada una por separado se planteará -o al menos se supone que así será- si continuar marcando distancias entre Comisión y Federación sigue siendo lo deseable de cara al año que viene. Y volviendo al Ayuntamiento, también debe de estar planteándose ya qué hacer en las próximas fiestas en el Iradier Arena visto el escaso éxito de las actividades alternativas a los toros programadas en el coso.
Cada uno de esos aspectos, como el del elevado número de denuncias presentadas por pequeños hurtos, merece un análisis por separado en un balance de unas fiestas que, en términos generales, podrían puntuarse con una buena nota.
El vidrio. El reto no parecía sencillo a tenor de las cantidades de botellas que se acumulaban año tras año en la plaza de la Virgen Blanca. Diez controles de acceso, 12.000 botas de plástico verde para llevar en ellas el líquido y una decidida colaboración de los vitorianos hicieron posible conquistar el objetivo. Por el camino, con el cristal, se quedó también el cava, al que le ganó la partida el kalimotxo. Pero eso no importaba en la calurosa tarde de un 4 de agosto que ya casi parece lejano a tenor de la larga lista de actos que se han sucedido desde ese momento.
Entre ellos, paseíllos por partida doble a la ida y por partida doble a la vuelta. El acuerdo inicial alcanzado entre la Comisión de blusas y la Federación, que reúne a las siete cuadrillas escindidas, saltó por los aires el mismo día 4. Batasuna, Bihurriak, Biznietos de Celedón, Gasteiztarrak, Jatorrak, Los Bainas y Los Martinikos anunciaron que realizarían sus kalejiras cada día a las 16.30 y a las 19.45 horas.
Así fue cada tarde. Cumplieron el compromiso adquirido de acabar antes de que comenzara el desfile más numeroso. Y hubo respeto mutuo. Ni un roce, pero tampoco la más mínima integración. De hecho, entre un desfile y otro, el silencio más absoluto y la calle vacía para poner a prueba la paciencia del público.
Encontrar una solución acertada para el Iradier Arena se plantea como otro de los retos que deberá asumir el Ayuntamiento. Desaparecida la feria taurina, con el anuncio de antemano de que el año que viene no habrá concurso de gestión para recuperarla, la programación no debería parecerse a la de esta edición, visto el resultado. A falta de los datos oficiales de asistencia, parece claro que las vaquillas siguen teniendo su público -en la última jornada expresaron en voz alta el respaldo a la actividad-, pero que la oferta vespertina no ha logrado atraer la atención de los vitorianos. Sólo con la respuesta en el Día del Blusa, Estíbaliz Canto ya admitió que deberían replantearse qué hacer con el multiusos.
Quienes también tienen por delante una misión complicada son la Policía Local y la Ertzaintza. Aunque en estas fechas festivas refuerzan la vigilancia -uniformados y de paisano-, los ladrones actúan con facilidad aprovechando las aglomeraciones. Más de 200 denuncias se han registrado estos días, en su mayor parte por hurtos de carteras, móviles y bolsos. Se trata, según explican fuentes policiales, de un número bastante más alto que el registrado otros ejercicios.
Salvo en algún caso puntual, los rateros no actúan de forma agresiva. Su ‘modus operandi’ es bastante similar al que describe una joven a la que le arrebataron su móvil en la noche del pasado domingo cuando, de regreso a casa, transitaba por la calle Cuchillería. Notó un empujón, se desequilibró y se agarró a una amiga. Instantes después, al llegar a una zona con menor concentración de gente se dio cuenta de que tenía el bolso abierto y comprobó que le había desaparecido el teléfono móvil. Por hechos como éste se han producido ya varias identificaciones.
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