Las ciudades romanas de Veleia y Suestatium, ubicadas en Trespuentes y Arkaia, han conservado una decena de fragmentos de esculturas de mármol que dan testimonio del suntuoso pasado de ambos lugares durante la dominación romana. Aunque son pocos los testimonios, se trata de un «excepcional ... conjunto», a juicio de los expertos, ya que no se han encontrado muchas más piezas de esta época en el País Vasco. De ellas, por ahora, sólo tres se pueden ver en la exposición permanente del museo de Arqueología de Álava-Bibat. Pronto la colección podría crecer con piezas menores, que están en estudio tras haber sido encontradas en las últimas campañas, y con la incorporación de la cabecilla de Baco, que la Diputación acaba de recuperar tras permanecer desde 1976 en paradero desconocido. La pieza ya descansa en el Museo de Arqueología de Álava. Lo hace desde que este 31 de mayo Jon Buesa, antiguo portavoz del PNV en las Juntas Generales de Álava y exdirector de Aguas del Gobierno vasco, declarara en el Juzgado de Instrucción número 3 de Vitoria. Admitió que tenía la escultura de mármol del dios romano Baco, que apareció hace 46 años en unas obras en Arkaia.
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Además, es posible que haya sorpresas cuando se reanuden algunas excavaciones arqueológicas, ya que sólo se ha estudiado una pequeña superficie de ambos yacimientos alaveses.
En el de Iruña Veleia, que este año contará con un millón de euros, se han excavado menos del 10% de las 126 hectáreas que ocupa. En el milenario emplazamiento se ha descubierto el mercado más grande de la Península Ibérica, un templo porticado, varias viviendas de lujo y unas colosales murallas de los siglos III y IV.
La situación es similar en Arkaia Suestatium, donde se han estudiado «unas 2,5 hectáreas de las 18 que forman parte de la zona de presunción arqueológica», por lo que es posible que aparezcan nuevos mármoles. Este yacimiento cuenta con una partida para su puesta en valor y difusión, pero no para la exploración arqueológica propiamente dicha. Sus termas, del siglo I y II, disponían de vestuario, diferentes salas de baño (frío, templado y caliente), así como un patio para ejercicios al aire libre y otras instalaciones. Todo ello da cuenta del lujo y la suntuosidad de esta ciudad que también contaba con una plaza porticada y una 'mutatio', una especie de estación de servicio en plena calzada romana donde descansaban los viajeros y el correo imperial. En este contexto han aparecido varios fragmentos, aunque no todos se encuentran a disposición del público alavés.
Tradicionalmente se ha dicho que el Thoracatos se encontró en las ruinas de la ciudad romana de Iruña-Veleia, aunque algunos estudios recientes sugieren que pudo ser en la Iruña navarra, en Pamplona.
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Estas representaciones de personajes con coraza militar se colocaban en lugares públicos, aunque el de Veleia se ha interpretado «como un objeto doméstico destinado al culto en un altar familiar que posiblemente represente al dios Marte», indicaron desde el Bibat, donde estuvo expuesto hace dos años antes de volver al museo Lázaro Galdiano de Madrid. Esta pieza era propiedad de Miguel Rodríguez Ferrer en 1873 y se encontraba en Larrabea. Tras su muerte, en 1889 pasó a manos de Ricardo Becerro de Bengoa y tras el fallecimiento de éste, en 1902, se perdió su rastro. En 1975, Paloma Acuña lo identificó en los fondos del museo madrileño que lo custodia en la actualidad.
La cabeza de este filósofo, identificado como Sócrates por similitud con otras representaciones, apareció en una finca de labranza cercana al yacimiento arqueológico de Arkaia. La familia López de Arechavaleta la donó en 1983 al museo arqueológico provincial. Ahora puede verse en la tercera planta del Bibat.
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Un hallazgo fortuito en una finca de Arkaia acabó con la donación del fragmento de este togado al museo de Arqueología de Álava. Tras el depósito de los López de Arechavaleta, en el año 2008 se dejó este en el Bibat, donde puede contemplarse. Se trata de una parte de un hombro derecho del siglo I que conserva un fragmento de la túnica que llevaba bajo la toga y parte de esta prenda que cae sobre el pecho. Otra pieza similar menor está custodiada por el Bibat, aunque no se expone.
En la última campaña en Arkaia, en verano de 2021, los arqueólogos Javier Niso y Miguel Loza hallaron un dedo «de tamaño natural o en una escala ligeramente superior» por lo que «tuvo que haber una estatua de 1,85 o 2 metros». A diferencia del resto, «ha aparecido en contexto arqueológico perfectamente datado. Se abandonó en lo que parece una plaza pública en la segunda mitad del siglo II». Además del dedo también descubrieron otros restos, y tres fragmentos más de esculturas de mármol: una toga y dos extremidades, lo que suma cuatro piezas que están en estudio en este proyecto trienal.
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La misteriosa Dama de Iruña es hoy la más representativa y espectacular escultura romana hallada en Álava y puede contemplarse en el Bibat. En la tercera planta, la figura femenina de mármol blanco atrae todas las miradas con su gran tamaño y por su vestimenta al estilo clásico, con «una prenda interior de lino llamada 'chiton' y sobre ella el 'himation', un manto de lana».
La estatua mutilada de cabeza, pies y manos la encontró un labrador en 1845 en una finca de Iruña, según una información publicada ese mismo año en el semanario El Lirio. La figura despertó el interés de intelectuales como Federico Baraibar, quien la dibujó y publicó en 1889, en el Boletín de la Academia de la Historia. Tuvieron que pasar 138 años para que en 1983 apareciera la mano izquierda a una decena de kilómetros de Trespuentes. Fue en los jardines de Aguirrelanda, cuando empleados municipales los preparaban. El hallazgo fortuito acabó en el museo donde se solían reunir los miembros del Instituto Alavés de Arqueología. Se les ocurrió colocarla junto a la escultura y «resultó que era la mano de la dama. Se pegó y ahora ya luce con ella», reconoce el arqueólogo jubilado Ramón Loza. Ello permitió al experto José Ignacio San Vicente determinar que «probablemente se trata de una representación de Ceres, la diosa romana de la agricultura, y pudo ser realizada entre las épocas de Adriano y Antonino, hacia el siglo II.
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La cabecilla del dios Baco, también conocido como Dionisio, estaba en manos de un particular desde 1976. La Diputación de Álava ha trabajado estos meses para devolver al dominio público esta escultura romana encontrada en una zanja cerca de la iglesia de Arkaia.
La escultura, de 12 centímetros de alto y 8 de ancho, se trata de una obra del siglo II que ha perdido el busto y parte de la cara. El dios con diadema y «triste sonrisa» tiene un gesto «típico de este tipo de estatuas» y tendría una función ritual o de carácter mágico. «Su presencia era habitual en el jardín o en el peristilo de las casas romanas», apuntan los estudiosos. Expertos consultados aseguran que la réplica, expuesta en el Museo de Arqueología hasta 2009, «destacaba» con respecto al resto de esculturas de la época «por su fina talla» y «por su calidad», aunque con el hándicap de no haber podido examinar la pieza original.
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