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Para Javier Fernández, dueño del Botanic, el servicio del jueves estaba siendo «completamente normal». No sabía que en cuestión de segundos, todo iba a cambiar. La tragedia de la noche del jueves al sábado ha abierto un tortuoso camino hasta la reapetura del bar. Después ... de vivir una pesadilla que le impidió pegar ojo en toda la noche, ayer regresó al establecimiento. Tranquilo, con rostro sereno, pero sin dejar de lado la realidad. «Estamos desolados», señaló .
Allí, en un perímetro reservado a los bomberos y los técnicos municipales, entre precinto, escaleras y cascos de seguridad, yacía un negocio maltrecho. Ya no hay ni vegetación tropical ni tucanes. El fruto de cinco años de nachos, bebidas y cenas tendrán que esperar un largo tiempo para volver a alegrar las noches del Casco Viejo.
Fernández regenta su restaurante en un local alquilado. Fue poco después de las 22:00 horas cuando se desencadenó la tragedia. «De repente se oyó un ruido por la zona del final del local y el techo se vino abajo», evocaba ayer. En realidad no se desplomó el techo del pub, sino que la caseta ubicada en el primer piso -«un chamizo» para el hostelero- cedió y se llevó con ella «el falso techo, el aislamiento, la insonoración,el pladur... con lo que eso conlleva, que fue muy aparatoso».
Horas más tarde, aún narraba lo sucedido como si siguiese dentro. Como si todavía estuviese ayudando a sus clientes a dejar atrás los escombros. En el momento del suceso el dueño del Botanic se encontraba en un local contiguo al bar, que también está alquilado y que hace las funciones de almacén. Este espacio y su conexión con el establecimiento hostelero terminó resultando clave para evitar males mayores.
El derrumbe había taponado la entrada principal y en el interior se habían quedado atrapados algunos clientes. «Conseguimos acceder a través de una puerta que comunica los dos establecimientos y evacuamos así a varias personas». Después ya llegaron los bomberos y el resto de servicios de emergencias.
A pesar de lo aparatoso del incidente, la salida fue relativamente ordenada: «A pesar de ser un momento de mucho nerviosismo, todos actuamos de manera ágil». El local no estaba registrando un gran aforo, con apenas una docena de clientes presente a esa hora. «No había mucha gente, cosa que ahora agradecemos», relató Fernández. «Lo más importante es que nadie haya sufrido daños de calado. Deseamos una pronta recuperación a todos. Pese a que lo ocurrido no sea culpa nuestra, estamos preocupados por la gente», añadió.
Antes de conocer las conclusiones de los técnicos municipales, el dueño del Botanic ya se hacía a la idea de lo que había: «Se trata de una avería muy grave, con lo que ello implica en la caja», admitió.
El primer piso donde se produjo el desprendimiento estaba, afortunadamente, deshabitado. Su último propietario falleció hace un año. Dos familiares de la propiedad, un hombre y una mujer, volvieron ayer al lugar de los hechos con las primeras luces del día. Por la noche, él ya había recibido el aviso de los vecinos del número 84 de la 'Zapa', que comparten un grupo de WhatsApp.
«Dentro de lo que ha pasado... saber que, dentro de la gravedad, sólo ha habido que lamentar heridos leves es una tranquilidad», relataban. «El martes -explicaba ella- acudieron unos peritos de una empresa porque había que arreglar la terraza. Dentro de la terraza, hay una txabola que es la que ha cedido. Si se hubiesen metido en la txabola a lo mejor habría cedido el suelo en ese momento. Había alguna gotera, pero en otro lado».
Una vecina, Isabel Llanos, atiende a este periódico mientras recibe la visita de los técnicos en su piso del número 86, contiguo al bloque del desprendimiento. Los primeros minutos tras el suceso fueron momentos de confusión. Escuchó el estruendo y se asomó a la ventana. Ella pensó que el sonido, brusco, había sido «como el de una mesa». Su marido sí tenía claro que se trataba de un derrumbe. «Noté ruido y luego jaleo en la calle. Pensé que era una pelea», recordaba ayer en su domicilio, desde el que se podían ver los desperfectos del hundimiento.
Horas después, Llanos admitía que aún estaban «nerviosos». El alivio llegó cuando los técnicos les confirmaron que no hay ninguna afección en su casa «porque hay separación». «Si [el desprendimiento] llega a haber sido dentro de la vivienda sí nos habría impactado». Antes de poner fin a su relato, mira a los arquitectos del Ayuntamiento y hace la pregunta para cerciorarse de que todo está en orden: «¿Puedo salir?»
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