Las manos que trazan el campus del vino

Tan sólo cuentan con dos meses para trazar sobre sus planos la forma que tomarán estos dos edificios, uno contiguo a la estación de autobuses de Lakua y otro en una parcela rural a las afueras de la villa amurallada. En mayo, se elegirá quién se ocupa finalmente de este diseño que busca ser un referente que atraiga las miradas.

Manuela Gatto ocupa el cargo de directora de estudio de Zaha Hadid, Alberto Veiga es socio fundador de Barozzi-Veiga y Jose Manuel Carvalho Araujo dirige su propia firma desde 1996. Los tres hacen una pausa para hablar con EL CORREO acerca de qué pueden esperar los alaveses de estos dos nuevos edificios que tendrán que ser una realidad en 2026 para acoger a los primeros alumnos.

Cada uno tiene su estilo, pero todos coinciden que las dos sedes no pueden obviar que albergarán a las mentes que marcarán el futuro del vino y otras bebidas. El Basque Culinary y las instituciones defienden que en ningún otro punto se imparten unos conocimientos modernos que vayan más allá de la producción enológica. Además de aulas magnas habrá laboratorios, cocinas y toda clase de elementos de vanguardia.

Para que este sueño se convierta en realidad, EDA también contará con convenios con las universidades de California y Burdeos, además del acompañamiento de grandes bodegas y empresas relacionadas con este sector.

El estudio de Zaha Hadid lleva más de dos décadas trabajando en Euskadi. De la cabeza de esta arquitecta angloiraquí surgió el masterplan de Zorrozaurre para Bilbao o la estación de Durango. Sus herederos -ella falleció en 2016- se han presentado ahora al concurso para construir el campus del vino con enorme ambición. «Conocemos bien la zona y siempre disfrutamos trabajando allí. Es un territorio que tiene un gran aprecio por el diseño», apunta Manuela Gatto, su directora de estudio, desde su oficina en Londres.

La representante de 'Zaha Hadid Architects' explica que cuentan con un «amplio historial de éxito» en el diseño de proyectos relacionados con la educación y la enología «a nivel mundial». Dentro de su amplio porfolio destaca el pabellón López de Heredia que es «una joya que adorna la ya hermosa Bodega Viña Tondonia en Haro».

Gatto considera que la alianza entre el estudio que dirige y el Basque Culinary Center sería idónea. «Con nuestro diseño esperamos ayudar a que se convierta en un destino aún más atractivo», apuesta. «Colaboraremos estrechamente con el BCC para crear un diseño que sea sorprendentemente hermoso al mismo tiempo que perfectamente funcional», promete.

La directora de estudio evidencia en su conversación que ya conocen en detalle las dos ubicaciones que se han elegido para el EDA. «El contexto urbano en Vitoria proporciona restricciones formales y referencias que serán comprendidas, interpretadas y también nos desafiaremos a ellas con nuestros diseños», analiza. «El entorno rural en Laguardia brinda la oportunidad de diseñar un hito que establezca un diálogo con los entornos naturales y rurales», suma.

El estilo de Zaha Hadid lo tienen claro. «Nuestros proyectos siempre difuminan la diferenciación convencional entre arquitectura y paisaje. Tanto en Laguardia como en Vitoria lo haremos creando una porosidad y transparencia acogedoras abrazando la cultura vasca», detalla.

Pero, ¿de qué manera se va a materializar? Una de las grandes lecciones que dejó Zaha Hadid a quienes ahora defienden su legado -Gatto compartió estudio con ella durante 14 años- es «nunca dejes de innovar» y los procesos de diseño conducen a resultados «muy impredecibles», que evolucionan con el tiempo, abrazando «las inspiraciones ofrecidas por el contexto cultural, el alcance del proyecto y la naturaleza de los entornos urbanos».

El italiano Fabrizio Barozzi y el gallego Alberto Veiga fundaron en 2004 su estudio de arquitectura en Barcelona. En estas dos décadas han tenido la oportunidad de crear centros educativos, como el prestigioso Instituto del Arte de Chicago, y proyectos relacionados con el vino, entre los que se incluye la sede del consejo regulador de la Denominación de Origen (DO) Ribera del Duero, en la localidad burgalesa de Roa, a 200 kilómetros de la capital alavesa. «En ese último proyecto optamos por una torre como referencia en la Meseta, pero ese no es el mismo 'discurso' que traemos para Vitoria y Laguardia», expone Veiga.

Porque este arquitecto natural de Santiago de Compostela destaca que lo esencial antes de diseñar las dos sedes del campus del vino será visitar ambas parcelas y «entender» el entorno. «En el caso de Vitoria es esencial que se inserte con su entorno, aunque el edifico tiene que servir para aportar un extra a la ciudad. En Laguardia, en cambio, es totalmente distinto porque hablamos de una zona rural entre viñedos. Cada lugar, atmósfera, localización y edificio son distintos», subraya.

«Para nosotros, la arquitectura es como una especie de conversación. Con algunos necesitas ser discreto y con otros, en cambio, ser mucho más expresivo porque el propio escenario te lo reclama. Ahora mismo, no creo que los dos edificios vayan a parecerse mucho porque se encuentran en ubicaciones totalmente diferentes, incluso podríamos utilizar un material en un sitio y uno distinto en el otro», adelanta.

Alberto Veiga quiere huir de cualquier etiqueta de estilo e insiste en que cada proyecto lo encaran desde cero, sin ninguna clase de apriorismo. «Nuestra manera de trabajar es siempre intentar ser muy específicos y detallistas con los sitios en los que estamos», comenta, eso sí, no oculta que uno de los principales motivos que les ha empujado a presentar su candidatura es que el proceso está liderado por el Basque Culinary Center. «Es una institución de prestigio que busca la excelencia y una cierta manera singular de resolver los edificios», considera.

En todo momento se muestra elegante con los otros dos finalistas, pero destaca su enorme interés personal por hacerse con este contrato y poner su impronta en este ambicioso proyecto. «Los jurados siempre intentan tener una selección por la que, gane quien gane, sea una buena propuesta», concluye el arquitecto.

El «innovador, transversal y transformador» proyecto que el Basque Culinary Center impulsa para Álava captó inmediatamente la atención del arquitecto Jose Manuel Carvalho Araújo y todo su equipo. Por eso no dudaron ni dos minutos en preparar su porfolio y enviar su candidatura. «Y es que se acostumbra a decir en Portugal que el tema de conversación a la hora del almuerzo es qué vamos a comer y beber en la cena. Culturalmente, nuestro país tiene una extensa tradición en la producción de vino, con lo que vemos esta industria como algo cercano, familiar... No es casualidad que en nuestra trayectoria hayamos desarrollado proyectos para clientes directamente ligados con este sector como Aphros, Quinta da Alamenda o Quinta de Lemos», argumenta este profesional con estudio propio desde 1996.

Probablemente, su «experiencia, capacidad técnica y recursos» han sido motivos determinantes para que el jurado les haya elegido entre los 31 candidatos iniciales, pero este arquitecto luso también quiere pensar en que ha sido porque buscan «arriesgar» con las sedes de Vitoria y Laguardia. «Igual presintieron que podíamos tener un abordaje diferenciador», señala. «Queremos provocar», remata.

¿Qué tipo de diseño se puede esperar de Carvalho Araújo para las dos sedes del campus del vino? «Si consiguiéramos responder a esa pregunta, estaríamos muy lejos de la dirección correcta. El camino se hace caminando», argumenta. «No van a decir que este edificio se parece a este o aquel otro. Tampoco va a tomar la forma de una botella o de un plato de marmitako», avisa con tono sarcástico y evidenciando ciertos conocimientos sobre la cultura vasca. De hecho, en el plantel de su estudio de Braga (al norte del país vecino) hay profesionales llegados desde Gipuzkoa.

Lo que tiene claro es que ambas sedes contarán con su ADN. «Unos padres que tienen dos hijos, aun siendo gemelos, serán diferentes. Si fueran separados tras nacer y criados en lugares distintos, se podrían acentuar esas diferencias y particularidades, pero siempre seguirán compartiendo esos genes», pone como ejemplo este arquitecto que cuenta con numerosos trabajos en Brasil.

«Nos gustaría que después de ser construido, la relación entre la obra, las personas que la usan y el lugar transformado gane esa identidad y relación natural con la gastronomía y la enología», apuesta Carvalho Araújo.